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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

18º Domingo después de Pentecostés, 18.09.2016

Sermón sobre Lucas 16:1-13, por Peter Rochon

Hace algunos años decidí visitar una iglesia que se había puesto de moda, aparecían grandes carteles prometiendo milagros y bendiciones y las gentes acudían en medio de la malaria buscando allí respuestas y soluciones.

Luego de escuchar varias promesas que arengaban a ofrendar “para que Dios les devuelva el doble”, y para mi sorpresa observar que uno tras otro ofrendaban importantes sumas, decidí emprender la retirada, ese no era el Dios de la vida, en nada se parecía o se parece al Dios que nos advierte “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lc. 16,13b).

Así finaliza el pasaje bíblico de este domingo, una clara y contundente sentencia, un límite que los seres humanos desoímos frecuentemente, muchas veces por desconocimiento, otras veces por comodidad…

-Lectura del texto Lc 16,1-13

Sin dudas, éste no es un relato simple. Lo primero que debemos recordar es que el capítulo 16 es una unidad, que finaliza con la parábola del rico y Lázaro donde quedan claras las consecuencias de haber desoído la advertencia en relación a las riquezas, pero sobre todo las consecuencias de ignorar la necesidad de los más débiles, las invisibilidades por la riqueza.

Quizás este pueda ser un buen punto de partida para entender nuestra parábola.

Por un lado tenemos a un hombre rico al que le llega la acusación de que su mayordomo derrochaba sus bienes y que sin mediar explicación o pruebas contundentes, pide cuentas y le anuncia al acusado que ya no tiene trabajo.

Por otro lado tenemos al mayordomo que ante la evidencia de quedarse sin trabajo, y sin sustento, se propone una estrategia, no para permanecer con el “señor” para quien trabajaba, sino para asegurarse un lugar diferente. Así, en lugar de cobrar toda la deuda que tenían con su amo, les pide a los deudores que corrijan y disminuyan la deuda. Esto suena extraño, pero debemos saber que el mayordomo en este acto, sólo renunció a su ganancia, sin afectar el patrimonio del amo. Por eso el amo puede alabarlo, puede reconocer el valor que tiene su estrategia, renunciar al dinero que le asegura un bienestar pasajero para asegurarse el favor de potenciales empleadores.

Pero el relato no termina aquí. A partir del versículo 9 nos encontramos con lo verdaderamente sustancioso, las enseñanzas de Jesús que reordenan la parábola. Lucas rescata aquí un término muy puntual, se refiere a las “riquezas injustas”, riquezas de la usura que alimentaba la riqueza del rico y daban de comer al mayordomo. Riqueza denominada en el texto original con el término Mamón (mamōnâs), utilizado en un sentido negativo hace referencia a la “propiedad injustamente adquirida”.

Esta riqueza injusta es de valor irreal y efímero, sin importancia ante la propuesta del Reino de Dios y sobre todo no debería ser propia en el ámbito de la comunidad cristiana.

Esto da pie a la pregunta por la fidelidad, si con esto sin valor y secundarios se comportan de forma infiel que harán con lo importante, con los frutos del Reino?

Bien sabemos que allí donde está nuestra riqueza, allí esta nuestro corazón, así como sabemos que la única riqueza que no será comida por la polilla es la que atesoramos en el cielo. Pero a pesar de lo que ya sabemos, siempre estamos en riesgo de suponer que la riqueza puede ser un fin en sí mismo, convirtiéndola así en el norte de nuestra vida, sin lugar ni tiempo para dejarnos orientar por el Reino de Dios, porque lo que organiza nuestra vida es la riqueza o el deseo de tenerla.

En este punto el problema no se resuelve con la pobreza, ni estoy libre del Mamón por no tener. Si mi esperanza está puesta en el dinero, no está puesta en Dios. Si imagino mi felicidad ligada a las cosas que podría tener, entonces olvidé que sólo Dios nos puede saciar.

Cabe aquí la aclaración de que no estamos hablando de desatender las necesidades básicas de alguien, ni del esfuerzo que tienen que hacer millones de personas para subsistir con sueldos de hambre que los obligan a trabajar sin descanso. Estas personas, a las que la riqueza trata como si fueran nadie, muchas veces han comprado la promesa de la mágica prosperidad, han creído que se puede amar a Dios y al Dinero sin ningún tipo de conflicto… Pero el poder económico los desecha como cosas viejas luego de usarlos sostenidos por promesas vacías.

La riqueza injusta es el salario no pagado a los trabajadores que claman a Dios en Isaías, es el lujo y la ostentación pagado con el hambre y la necesidad de los empleados, es la esclavitud encubierta del deudor cuando los intereses son usurarios y el acreedor sabe que no hay forma de pagar esa deuda.

Si Dios es nuestro Sur, nuestro sostén y su Reino nuestro mayor anhelo, entonces el dinero ocupará un lugar secundario, será instrumento de justicia en un salario digno, será ayuda en un préstamo con intereses que posibiliten su cancelación, será bendición cuando sea fruto del trabajo honesto y vivido como un regalo de Dios, no por merecerlo sino por gracia.

Que el Dios de la vida nos sostenga en nuestra lucha contra Mamón! Que nos recuerde que la vida en abundancia, es la vida en Cristo, el Cristo Resucitado, primicia del Reino de Dios. Amen.

 



Pastor Peter Rochon
Buenos Aires
E-Mail: rochon.p@gmail.com

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