Göttinger Predigten

Choose your language:
deutsch English español
português dansk

Startseite

Aktuelle Predigten

Archiv

Besondere Gelegenheiten

Suche

Links

Konzeption

Unsere Autoren weltweit

Kontakt
ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Navidad, 25.12.2007

Sermón sobre Lucas 2:1-20, por Cristina Inogés

 

Hermanos: ¡Que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros!

 

Es una lástima que al abrir esta página y aparecer esta reflexión sobre la Navidad, no suene música. Sería este tiempo de Navidad un tiempo muy oportuno, un kairós, para hacer sonar, no sólo canciones tradicionales navideñas, o villancicos, sino dejar sonar canciones de cuna. ¿Extraño? No creo si tenemos en cuenta que nace un niño y a los niños se les acuna y se les duerme con canciones de cuna, precisamente.

¿Somos conscientes de que celebramos el nacimiento de un niño? Alguna vez tengo la sensación que nuestra vida viene excesivamente marcada por la liturgia y eso nos obliga a imprimir a ciertos acontecimientos, un ritmo un tanto acelerado. Este año, sin ir más lejos, tocando todavía la Navidad con la mano, llegará la Cuaresma a nuestra vida. Sería bueno, no romper el ritmo litúrgico, pero si vivir esos acontecimientos cruciales de nuestra vida de fe, todo el tiempo necesario para hacerlos nuestros y que dejen poso.

El nacimiento de un niño, por mucho que sea Dios, es el acontecimiento más significativo en la vida de una familia. Nosotros somos la familia de Dios y tendríamos que estar gozosos porque celebramos el nacimiento de un niño, que cambió nuestra vida.

Comprendo que resulte muy difícil que dejemos a Dios ser niño, por lo menos una temporada, porque ponemos nuestros ojos en su vida adulta, pero, ¿no ganaríamos y aprenderíamos mucho para nuestra vida cristiana y, aún humana sin más, si dedicásemos algo de tiempo a jugar con él, mimarle, acariciarle y dormirle?

Jugar con él

¿Por qué no? Para jugar con un niño, hay que ponerse a su altura. A los adultos, si no es para algún beneficio nuestro, nos cuesta mucho agacharnos, abajarnos. Si no lo hacemos, el niño levanta la cabeza pero, nosotros, tenemos que bajarla para mirarlo. Estamos demasiado acostumbrados a mirar desde nuestra altura con cierto aire de superioridad. Es casi un juego entre nosotros el jugar a ser superiores y súbditos. Por eso aprender a jugar con Dios nos llevaría, primero, a salir de nuestra prepotencia y segundo, y más importante todavía, a mirar desde Dios. Dios se puso a nuestra altura ... día tras día le alegraba, y jugaba sin cesar en su presencia; jugaba con el orbe de la tierra, y mi alegría era estar con los hombres (Prov, 8, 30-31).

Mimarle

Los niños son expertos en exigir mimos ¡y resulta tan agradable hacerlo!, pero eso de mimar a Dios, ¿cómo se hace? ...Me criaron con mimos entre pañales (Sab 7, 4). Un gesto, una caricia, una sonrisa. Dios ha tenido muchos con nosotros, mimarlo como a un niño nos daría la oportunidad de ponernos en su piel y sentir lo mismo que él sintió cuando nos mimó, ¿qué cuando lo hizo? Cuando en Adán abandonamos la humanidad para ser como Dios, él no nos abandonó a nuestra suerte. En ese instante Dios abandona su divinidad y nos devuelve la humanidad abandonada. Es el mayor gesto para mimarnos que han podido hacer en nuestra vida. Dios nos miró a los ojos, a la misma altura. ¿Mimamos nosotros a los demás poniéndonos en su situación, en su realidad? ¡Qué fácil es mirar muchas a los ojos y qué difícil es hacerlo otras!

Acariciarle

...Al nacer, también respiré el aire común; y, al caer en la tierra que a todos nos recibe, lo primero que hice, como todos, fue llorar. (Sap 7, 3). Todos necesitamos que nos hagan caso, que nos escuchen, que nos hablen que la gente se de por enterada de que estamos en el mundo. Necesitamos sentirnos queridos y ahí están las caricias. También Dios lo necesita. Nace como un ser indefenso que despierta el amor y la ternura en nosotros. De esa forma tan sencilla, Dios apela a nuestro corazón para ganar nuestra razón y nuestra voluntad.

Un niño necesita seguridad. Dios nos da seguridad ...yo estoy contigo (Ex 4,12). Las caricias no son solamente gestos físicos, son palabras, actitudes, miradas. Si nosotros somos capaces de decir a alguien "yo estoy contigo", lo estaremos acariciando y en él a Dios, lo mismo que él nos acarició en la brisa suave que sintió Elías (I R 19, 12).

Dormirle

Tiene que ser sin música, aunque todos conocemos la sintonía de la canción de cuna de Brahms[1]. Intentemos recordar la música y bajito, repitamos la letra de esa canción, para dormir a Dios niño y disfrutar de él como lo haríamos con cualquiera de nuestros hijos:

Guten Abend, gut Nacht, Buenas noches, buenas noches

Mit Rosen bedacht, obsequiado con rosas,

Mit Näglein besteckt, adornado con claveles

Schlupf unter die Deck': deslízate bajo la manta.

Morgen früh, wenn Gott will, Mañana temprano, cuando Dios quiera,

Wirst du wieder geweckt. de nuevo despertarás

 


Guten Abend, gut Nacht,
Buenas noches, buenas noches

Von Englein bewacht, vigilado por angelitos

Die zeigen im Traum que te muestran en sueños

Dir Christkindleins Baum: el árbol del Niño Jesús.

Schlaf nun selig und süss, Duerme ahora dichosa y dulcemente

Schau im Traum's Paradies mira en el paraíso del sueño.

 

 

Que todos los padres del mundo disfruten de la paz suficiente para poder cantar una nana a sus hijos.

Que todos los hijos del mundo tengan a alguien que les cante una nana.

Que todos tengamos a alguien a quien mirar a los ojos y ser mirados de igual manera.

Que todos tengamos a Dios niño, un tiempo largo en nuestra vida, y nos dejemos interrogar por él.

De verdad, que hoy sea el anuncio de una gran alegría.

 

¡Feliz Navidad!

 



 



Cristina Inogés
Zaragoza. España
E-Mail: crisinog@telefonica.net

Zusätzliche Medien:
foetus.jpg


(zurück zum Seitenanfang)