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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Día de Nochebuena, 24.12.2007

Sermón sobre Mateo 1:18-25, por Pedro Zamora

 

¡Nochebuena! ¡Qué imágenes más bellas y cálidas nos evoca ese día! Cena familiar, reencuentro con algunos familiares o amigos que hacía tiempo no veíamos, el calor de la compañía y del hogar al abrigo de un tiempo frío (esto, claro está, si no estamos cerca del ecuador ...). En fin, una bella y cálida estampa que a pesar del consumismo prevalece en nuestra mente.

Algunas aristas del texto

Sin embargo, la lectura bíblica de este día está llena de aristas. Para empezar, María sólo aparece tangencialmente en Mateo, a pesar de ser la madre del Salvador. El ángel habla con José, porque le preocupa su reacción ante el embarazo de María, pero de ésta no se nos dice nada. Si lo comparamos con Lucas 1,26-56, nos daremos cuenta de que allí María es el interlocutor del ángel, que es lo más lógico. ¿Por qué a Mateo le preocupa la reacción de José y no se inquieta por las extrañas sensaciones que María tuvo que experimentar ante su embarazo?

Es más, hay que hacerse otra pregunta: dado el peso que pone Mateo sobre el cumplimiento de las Escrituras (v.22: «Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta [...]»), y su aparente indiferencia por los sentimientos de María, ¿no parecería estar describiendo un frío cuadro de cumplimiento de planes ajenos a los propios protagonistas?

Por otro lado, nos choca esta preocupación del narrador por José, cuando a la vez pone buen cuidado en dejar claro que José «no conoció» a María, o sea, no tuvo contacto sexual con ella, «hasta que dio a luz a su hijo primogénito» (v.25). Dicho de otro modo, José no tuvo nada que ver ni con la fecundación ni con la gestación de Jesús en el seno materno. Todo lo contrario, el mismo narrador hace hincapié en la fecundación de María por el Espíritu Santo: «antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo [...] lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es» (vv.18.20). Por cierto, según la Ley, incurren en adulterio el hombre y la joven o doncella desposada que mantienen relaciones sexuales ajenas al desposorio (Dt 22,23-24: «Si hubiere una muchacha virgen desposada con alguno, y alguno la hallare en la ciudad, y se acostare con ella;  24 entonces los sacaréis a ambos a la puerta de la ciudad, y los apedrearéis, y morirán»).

En fin, esto es tanto más chocante cuando consideramos que Mt 1,1-17 es una lista genealógica que ‘demuestra' la ascendencia abrahámica y davídica de Jesús, ¡por línea paterna! (o sea, por José ...).

¿Qué nos dicen estas aristas?

Lo primero es señalar que este cuadro ‘milagroso' no sirve para demostrar nada ni para acallar preguntas, ya que un somero análisis del mismo plantea más preguntas que respuestas. Por tanto, podemos fácilmente concluir que el evangelista no pretende ‘resolver' o contestar, sino afirmar o, mejor dicho, ‘confesar'.

En efecto, las aristas que hemos descubierto nos ayudan a entender que el evangelista no se ha propuesto ofrecer una explicación razonable del nacimiento del Mesías, sino que tiene principalmente en mente afirmar o confesar que Jesús es el anunciado (y por eso, también el esperado) desde antaño, y que su naturaleza es verdaderamente humana (genealogía de José) y divina (concepción del Espíritu Santo). Y confiesa también que por esto mismo se trata de Jesús, o sea, del Salvador (v.21), y de Emmanuel, Dios con nosotros (v.23).

Lo segundo que puede señalarse, es que el evangelista ha renunciado a explicar su confesión de fe desde conceptos o doctrinas, ya sean teológicos, filosóficos o científicos. Por el contrario, ofrece una confesión narrada, esto es, enmarcada en la historia humana de un nacimiento. Y como todo nacimiento humano, verdaderamente humano, se abren con él muchas incógnitas que sólo a lo largo de la vida del recién nacido podrán ser despejadas definitivamente.

Por esta razón, yo me atrevería a decir que la confesión de Mateo sobre el nacimiento de Jesús, es una ‘confesión abierta' o una ‘confesión provisional', a la espera de que la propia vida de Jesús despeje todas las incógnitas. Por ejemplo, si volvemos a las ‘aristas' del principio, la confesión de Mateo deja pendientes las siguientes incógnitas:

• ¿será la vida del Mesías algo así como su nacimiento, que parece el cumplimiento maquinal de un plan superior?

• Es decir, ¿será el Mesías alguien que dejará de lado a las personas por el cumplimiento perfecto del plan?  

• ¿Qué significa venir de una genealogía humana y a la vez ser engendrado por el mismo Espíritu Santo? ¿Qué tipo de persona será el Mesías? ¿Será acaso un ser humano con poderes especiales o se trata de un ser divino con apariencia humana? (Recuérdese que el mensaje del ángel a José parece destinado a ‘guardar las apariencias' ante la sociedad)

• ¿Será un ser que pueda morir o no?

• En definitiva, la ‘confesión de Mateo' plantea una gran pregunta: ¿cómo será el Mesías y cómo vivirá y llevará a cabo su misión?

Sin duda, el nacimiento de Jesús confiesa y a la vez, como toda confesión, plantea muchas preguntas que sólo encontrarán respuestas con una vida fiel a esa misma confesión. Y un ejemplo de que habrá que esperar a respuestas a lo largo de la vida de Jesús, o sea, a lo largo de la narración evangélica, es que sólo con el bautismo de Jesús -o sea, treinta años más tarde- Dios le declara hijo suyo (v.gr. Mt 3,17). Y así, progresivamente la narración evangélica nos irá desvelando más sobre la ‘confesión provisional' de Mateo, e iremos descubriendo que, efectivamente, la obra del Mesías no es una labor maquinalmente planificada y ejecutada, sino una labor vivida personalmente por Jesús en amor a su prójimo. Y descubriremos con sorpresa que el verdadero Mesías, verdadero hijo de José y del Espíritu Santo a la vez, muere, y muere por amor a su pueblo y a la humanidad.

Conclusión

Celebrar el nacimiento del Mesías es acoger a un ser lleno de sorpresas; no es acoger a un dulce e inocuo niño. Celebrar la Natividad del Salvador es acoger el misterio del Dios con nosotros, o sea, del verdadero Dios hecho carne. Y esto está abierto a grandes posibilidades y sorpresas, que sólo con una vida dispuesta a seguir la historia personal de Jesús, podrá descubrir el verdadero significado de este nacimiento. Por tanto, la pregunta es: ¿estamos dispuestos a acompañar a un Jesús que nos va a llevar de sorpresa en sorpresa?

 



Pedro Zamora
SEUT - El Escorial
E-Mail: pedro.zamora@centroseut.org

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