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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

1º Domingo después de Epifanía, 08.01.2017

Todos seremos Juan
Sermón sobre Mateo 3:13-17, por Ivan Vivas

Si estuviésemos leyendo el Evangelio de Mateo por primera vez y detuviésemos la lectura en el momento preciso en que Jesús se presenta frente a Juan en el Jordán; no sería extraño pensar que este relato culminaría con Juan bautizado por el mismo Mesías. Es decir que no sería extraño pensar que Jesús, el Cristo, bautizara o ungiera al profeta que lo anunció a través de su predicación y ministerio. Si esto fuera así, el pasaje bíblico en cuestión, sería conocido como “el bautismo del bautista”; como el famoso episodio en que Jesús bautiza a Juan. Sin embargo, la historia que nos relatan los Evangelios, y concretamente Mateo en este caso, tiene otro desenlace.

Jesús se presenta ante Juan para ser bautizado y eso altera nuestros supuestos, incluso modifica nuestras expectativas como lectores de Mateo y como personas que se consideran cristianas frente a un relato de fe inspirador que representa la antesala de todo el ministerio de Cristo. De algún modo, este episodio, también evidencia cuál es nuestra expectativa mesiánica, cuál es nuestra comprensión de la tarea que nosotros y nosotras imaginamos que Jesús debe realizar. En este caso, nuestra mente dispara la idea de un Jesús que llega a ese lugar donde lo han anunciado para decir: “acá estoy, soy yo aquel del que hablan” y acto seguido bautizar a Juan y a todos los presentes. Porque resulta, prácticamente, imposible no pensar que Él es el verdadero bautista. Porque Él es quien nos redime en la cruz. Porque somos hijos e hijas de Dios bautizados en su nombre; porque en síntesis: Él es el bautismo.

Ahora bien, la pregunta en cuestión sería ¿Qué implica que esta lógica no se respete y que Jesús actué de una manera distinta a la que imaginamos, solicitando que Juan lo bautice a él?

El episodio del bautismo de Jesús nos sorprende. No obstante; no debe entristecernos o hacernos pensar que estamos siendo injustos con Juan o con Jesús. De hecho, este pasaje despierta planteos complejos y reflexiones profundas de parte de biblístas y predicadores; los cuales enriquecen las interpretaciones posibles sobre el bautismo de Jesús. Incluso, podemos agregar, sin ánimo de exagerar; que el propio Juan se siente fuera de lugar, sacudido por la petición de Jesús. Detalle que no es menor en un texto apretado y cargado de símbolos mesiánicos.

Tal vez, un ejercicio interesante que podemos hacer es preguntarnos ¿Qué hubiese pasado si Jesús no recibía el bautismo aquel día, a las orillas del Jordán? ¿Y qué pensaríamos de Juan si éste no se hubiese resistido o si no hubiese, al menos, puesto en voz alta sus pensamientos?

El propio texto responde ambas preguntas. Por un lado, el texto cierra con una serie de afirmaciones fuertes sobre Jesús como el hijo de Dios y como portador de ese Espíritu que Dios envía al mundo en el bautismo. Por el otro, Juan no puede sino quedar atónito porque el Mesías apenas se está presentando y ya está enseñándole una valiosa e inesperada enseñanza, al decirle que este bautismo significa cumplir con lo justo. Estas dos cosas sostienen el relato y explican lo que, a simple vista, parecía ilógico o contradictorio. No sólo es importante, sino que es necesario que Juan bautice a Jesús porque esto desemboca en una serie de afirmaciones contundentes para nuestra fe.

A continuación, intentaremos formularlas:

-Si Jesús hubiese bautizado a Juan ¿Qué hubiese significado el ministerio de Juan? Posiblemente, que estaríamos frente a dos bautismos uno de menor importancia que otro. Uno que anuncia a Jesús y otro que nos hace uno con él. El texto nos deja claro que el bautismo es uno solo, el bautismo es aquel que viene de Dios. Mateo nos hace ver que no importa quien bautiza a quien, sino en nombre de quien. Dios es nuestro bautista y en este texto Jesús nos ayuda a entender con su acto humilde que una persona no tiene que ser el mismo Cristo para tener el derecho y el privilegio de ser bautista, sino que sólo hace falta reconocer en la persona que bautiza la voluntad de Dios mismo en ese acto.

-Si Jesús no hubiese recibido el bautismo de parte de Juan ¿Cuándo y dónde se habrían pronunciado las palabras del Espíritu de Dios, al descender la paloma, sobre la predilección del Hijo? Estas palabras son una confirmación del mesianismo de Jesús y una afirmación que resulta más contundente que haber presenciado a Jesús bautizando a Juan. El texto no es inocente en su construcción, la pluma de Mateo no carece de inteligencia discursiva, ya que se encarga de preparar la llegada de esas palabras finales en las que el Espíritu de Dios confirma la elección de Jesús, su importancia y su misión. Al principio Jesús solicita el bautismo, luego Juan se resiste, luego Jesús señala que este hecho implica “cumplir con todo lo que es justo” y luego de ser bautizado el Espíritu de Dios confirma la acción con su voz desde el cielo que se abre. Este recorrido es intencional y nos muestra que la importancia está puesta en la predilección de Dios y no en nuestra expectativa mesiánica.

-Si Jesús no hubiese sido bautizado en aquellas aguas del Jordán como todo aquel o aquella que en esos días se presentaban frente a Juan ¿Cómo sería nuestro bautismo hoy? Los elementos que se presentan en torno a este bautismo de Jesús son signos importantes de la construcción cristológica que ha desarrollado el cristianismo en el sacramento del bautismo, a lo largo de la historia. El elemento del agua que renueva nuestra vida, que baña nuestro ser como un nuevo nacimiento en Cristo y el elemento de la palabra divina como presencia de Dios, que nos llama y nos redime por su gracia y amor, constituyen y representan nuestra más esencial y profunda marca de fe.

-Esos elementos son puestos en escena en el bautismo de Jesús y son puestos en escena en cada bautismo de nuestras iglesias cristianas hoy en día. Esos elementos nos recuerdan que aquella vez, a las orillas del Jordán, Dios se bautizó a sí mismo y de ese modo, bautizó al bautismo: entregando a su Hijo, en un acto único de amor para con la humanidad, como luego lo será de manera definitiva en la cruz, para que en Cristo seamos bautizados de una vez y para siempre, por medio de su entrega y resurrección. De este modo, Juan no bautiza a Dios sino Dios bautiza al bautismo, entregando a su Hijo al mismo y mostrándonos que, a partir de aquel momento, cuando bauticemos en su nombre todos seremos Juan.

Jesús, siempre nos está llamando. Se entregó a sí mismo en el bautismo y en la cruz para nuestra salvación y libertad, por su gracia y amor. Él nos continúa llamando todavía hoy, todos los días, recordándonos que en el bautismo somos hijos e hijas de Dios y que a pesar de interponer (tantas veces) nuestras expectativas por encima de su voluntad, él no deja de entregarse a nosotros y nosotras; mostrándonos que estamos llamados a ser instrumentos en sus manos y a ser testigos del milagro bautismal del Evangelio.

 

Que el bautismo que renueva nuestras vidas en su nombre nos haga hermanos y hermanas en la fe que miran por encima de sus deseos y expectativas para ponerse al servicio del Reino de Dios

Que Cristo Jesús, por medio de su espíritu Santo, no permita sentir el cumplimiento de todo lo que es justo”, ya que sólo su amor no hace justos…

“Y el justo por la fe vivirá”.



Pastot Ivan Vivas
Buenos Aires
E-Mail: ivanvivas.iv@gmail.com

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