Göttinger Predigten

Choose your language:
deutsch English español
português dansk

Startseite

Aktuelle Predigten

Archiv

Besondere Gelegenheiten

Suche

Links

Konzeption

Unsere Autoren weltweit

Kontakt
ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

8º dom. después de Epifanía – Estomihi, 26.02.2017

ANSIEDAD, LIBERTAD Y JUSTICIA DEL REINO DE DIOS
Sermón sobre Mateo 6:24-34, por Álvaro Michelin Salomon

Primera parte

No es lo mismo que un pasaje como éste lo lea o escuche un pobre o indigente que un rico. No es lo mismo que prediquemos a una comunidad que vive en un barrio con profundas carencias económicas como la falta de agua potable, de alumbrado público y de viviendas mínimamente seguras, o que lo hagamos en medio de un vecindario rico donde los problemas mayores pueden ser bien diferentes.

¿A quiénes se dirige Jesús con este mensaje? ¿A quiénes tiene enfrente? ¿Sólo a los discípulos varones? ¿A personas de alta condición socio-económica? ¿A los pobres? ¿A artesanos, campesinos y pescadores?

También podríamos preguntar y preguntarnos: ¿a quiénes se dirige el evangelista Mateo? ¿Cómo están constituidas sus comunidades de fe? ¿Quiénes son los destinatarios que reciben en primera instancia este evangelio escrito, el cual es uno, entre otros evangelios, que asume las proyecciones del Evangelio que fue encarnado por Jesús en sus palabras, actitudes, acciones, así como en su muerte y resurrección?

A riesgo de simplificar demasiado me animo a realizar el siguiente planteo a los efectos de ubicarnos un poco en la situación de aquel tiempo: probablemente Jesús, y con Él, el evangelista Mateo que pone por escrito su evangelio, no se está dirigiendo en primer lugar a los pobres e indigentes sino a los trabajadores, a sus discípulos, a las multitudes en general que escuchaban sus mensajes y lo veían sanar y realizar milagros. Es cierto que la gran mayoría de la población era pobre, pero habría sido injusto e irónico que Jesús se dirigiera especialmente a los más pobres e indigentes diciéndoles que no deben preocuparse por la comida, el vestido ni la bebida…

No es que Jesús no pensara en los pobres, en los indigentes y en los desocupados. En Mateo 20 tenemos precisamente una parábola que trata la cuestión de los desocupados o sub-ocupados. Pero en el marco del Sermón del Monte o de la Montaña (capítulos 5 a 7) encontramos enseñanzas de Jesús sobre el ayuno (Mateo 6:6ss), sobre los tesoros en la tierra y los tesoros en el cielo (6:19ss), sobre la limosna (6:2), y sobre los pobres en espíritu (5:3), por poner algunos ejemplos. Jesús no va a enseñar sobre el ayuno ritual a quien ayuna obligatoriamente porque no le alcanza la comida. Tampoco va a enseñar sobre la limosna a quien debe ser el destinatario de la misma. Ni va a dirigirse a los pobres económicos cuando se está refiriendo a la pobreza espiritual como una actitud existencial que debe ser como un estado de indigencia frente a Dios.

Después, en la misión de los Doce, Jesús exhorta a sus discípulos a no llevar oro ni plata ni cobre, ni mochila, ni dos túnicas, etc. (10:5-13). ¡No va a decirle esto a quienes no tenían ni cerca un poquito de oro ni plata ni cobre!

Segunda parte

Jesús puede ser muy drástico en sus afirmaciones del Sermón de la Montaña. En la afirmación sobre los dos amos, entre los cuales se debe obedecer a uno solamente, por lo tanto hay que elegir entre ellos, Jesús exhorta imperativamente a obedecer a Dios desobedeciendo a las riquezas. En otras palabras: debemos superar nuestra ansiedad, compulsión o ambición de buscar las riquezas a toda costa como si allí se jugara toda nuestra existencia, nuestra prioridad, nuestro objetivo supremo.

En los versículos sobre las preocupaciones de la vida cotidiana, Jesús juega con una serie de afirmaciones y preguntas. En sus afirmaciones defiende sus tesis, y muchas preguntas allí formuladas son retóricas, esto es, contienen en sí mismas las respuestas.

Afirmaciones: “no se preocupen por su vida, ni por qué comerán o qué beberán; ni con qué cubrirán su cuerpo”; “miren las aves del cielo, que no siembran, no cosechan, ni recogen en graneros, y el Padre celestial las alimenta”; “observen cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan, y aun así ni el mismo Salomón, con toda su gloria, se vistió como uno de ellos”; “pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se echa en el horno…”; “por lo tanto, no se preocupen ni se pregunten…”; “porque la gente anda tras todo esto, pero su Padre celestial sabe que ustedes tienen necesidad de todas estas cosas”; “por lo tanto, busquen primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas”; “así que, no se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. ¡Ya bastante tiene cada día con su propio mal! (Versión Reina-Valera Contemporánea).

Preguntas: “¿acaso no vale la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?”; “¿acaso no valen ustedes mucho más que ellas?” [se refiere a las aves del cielo]; “¿y quién de ustedes, por mucho que lo intente, puede añadir medio metro a su estatura?”; “¿y por qué se preocupan por el vestido?”; “¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?” [en comparación con los lirios del campo y la hierba]; “¿qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” (Versión RVC).

Jesús no se ubica en el lugar de quien lo tiene todo en lo material y puede realizar un discurso facilista ante aquellas personas que tienen grandes problemas para sobrevivir cada día. Él mismo fue un ejemplo, junto con su escuela itinerante de discípulos y discípulas, que el ganarse el pan cada día y tener donde dormir podía ser algo bien difícil de lograr. Jesús no habla desde el no-saber ni desde la no-experiencia de vida, sino desde su testimonio personal teniendo como trasfondo el relato de las tentaciones en el desierto (capítulo 4). La tentación de convertir las piedras en pan no era una fantasía de un descolgado de la realidad sino de alguien que seguramente experimentó la dificultad para encontrar el sustento cotidiano. La narración de las tentaciones expresa que esa tentación vino por un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches (Mt 4:1). Como sea, el hecho es que Jesús estuvo expuesto a la tentación de buscarse el pan cotidiano por el medio que fuera. Y es muy probable que dicha tentación, que el evangelista ubica al comienzo del ministerio de Jesús y después de su bautismo, manifestara una debilidad humana que a Jesús lo acompañó durante toda su vida. Al fin de cuentas él era (también) humano y necesitaba alimentarse, vestirse, dormir, descansar… La expresión de Lucas 4:13 es bien gráfica en ese sentido: “cuando el diablo agotó sus intentos de ponerlo a prueba, se apartó de él por algún tiempo”. “Por algún tiempo”: dicho en otras palabras, Jesús no se desprendió de su personalidad humana, la llevó siempre consigo hasta la cruz.

Pero todo lo que hemos dicho recién no invalida aquello que expresamos al principio, es decir, que con mucha probabilidad Jesús se dirigió con ese mensaje (al menos en su intención mayor) mucho más a las personas que no tenían grandes necesidades materiales. Pues los pobres e indigentes que, por su propia situación existencial, tenían la dificultad real de encontrar cada día pan, abrigo y techo para sí mismos y sus familias, no necesitaban que alguien les hablara de la ansiedad y las preocupaciones por las necesidades primarias como si no fueran algo fundamental para su subsistencia.

“Todas estas cosas les serán añadidas”, y agregamos nosotros: a ustedes que pueden dedicarse primeramente al Reino de Dios y su justicia, es decir, a trabajar por la justicia para los semejantes que viven en situaciones de injusticia. Pero quien apenas tiene (o no tiene) para comer, para vestirse, para beber, para dormir, para refugiarse, para educarse, para curarse de una enfermedad, etc., pocas ganas tendrá de dedicarse a trabajar por la justicia para otras personas. Puede haber excepciones, es cierto. En el mensaje integral de Jesús, las excepciones que puede haber al respecto es más fácil y más seguro que se den en torno a un grupo o comunidad. Y surgieron muchas comunidades por seguir a Jesús, quien fue el Caminante en medio de su pueblo que atravesó la cruz y luego continuó su Camino como resucitado en medio de los suyos. Es cierto: ello se dio como el triunfo del “derrotado” de la cruz. Pero mientras tanto, durante el tiempo del ministerio terrenal de Jesús, las circunstancias para que el mensaje de Jesús fuera preciso, contextualizado y con la puntería afinada, imponían las condiciones para hablar a cada quien lo que podía y debía recibir, escuchar y asumir. Para los escribas y fariseos había determinados mensajes; para los pobres, otros; y para quienes podían dedicarse a practicar la justicia de Dios superando los condicionamientos propios de la subsistencia cotidiana, otros mensajes enfocados a sus posibilidades reales.

Tercera parte

Debemos reconocer, por otra parte, que tanto la ansiedad como la angustia e inclusive la ambición, son motivaciones y conflictos humanos que cualquier persona puede tener, más allá de sus pocas o muchas posesiones materiales. Es cierto que habrá seguramente muchísimas variantes de acuerdo a cada persona y situación: un rico podrá estar ansioso por el mantenimiento de su capital de aquí a diez, veinte o treinta años; mientras que un pobre o indigente tendrá la ansiedad del día de hoy por encontrar algo que comer. Un rico podrá sufrir la angustia de no haber aprovechado suficientemente bien las oportunidades para invertir su capital, y esto puede ser un factor para complicarle seriamente la salud mental, la salud espiritual… y hasta la salud física. Y una madre pobre puede estar angustiada porque no sabe qué le dará de comer a sus hijos/as, o porque no tienen suficiente ropa o porque donde viven se inunda cuando llueve mucho. Una persona que es jugadora compulsiva vive de la ambición por querer ganar siempre, y cada vez más; mientras que una persona desocupada tendrá la sana ambición (el justo deseo, para decirlo mejor) de encontrar un trabajo más o menos seguro que le permita gozar de una mínima estabilidad económica, al menos por un tiempo…

Jesús, con su mensaje sobre la ansiedad, la angustia y la ambición, invita a sus oyentes a superar la ansiedad existencial, es decir, a no dejarse dominar por aquello que nos puede atar de manera enfermiza. Si sus oyentes tenían alimento, vestido y bebida para cada día, entonces no debían poner como prioridad extrema esas necesidades cotidianas. Todos/as las tenemos. Pero “el Padre celestial sabe que ustedes tienen necesidad de todas estas cosas”. O sea: Dios no es indiferente a nuestras necesidades. Pero Jesús llama a buscar “primeramente el Reino de Dios y su justicia”. El Reino de Dios y su justicia no son “mi reino y mi justicia propia”, sino el Reino de Dios para toda persona, esté en la situación que esté, y la justicia de Dios que debe llegar también a toda persona, familia, barrio, localidad o región.

¿Cuáles son los motivos de mi ansiedad, de mi angustia, de mi ambición? ¿Son motivos estrictamente individuales? ¿Son conflictos personales vinculados con mi simple afán de poseer más de lo que tengo porque nunca voy a estar satisfecho? ¿Me dejo sorprender y convencer por las propagandas que me bombardean con un montón de información que no puedo asimilar ni terminar de comprender? ¿Soy, en definitiva, un esclavo de mis circunstancias, tanto las de mi interioridad como las de mi exterioridad?

¿O los motivos de mi preocupación fundamental son la búsqueda del Reino de Dios y su justicia? ¿Me preocupo demasiado por el día de mañana de tal modo que no puedo vivir tranquilo el día de hoy?

Jesús nos llama a vivir liberados de aquello que nos oprime y que, de paso, puede oprimir a los demás al no disponer nosotros/as del suficiente tiempo, voluntad, compromiso y acción para el desarrollo de una justicia comunitaria. Jesús nos llama a superar la ansiedad, la angustia y la ambición que solamente consiguen enredarnos en nuestras preocupaciones individualistas. Jesús nos llama a ser libres para crear espacio para la justicia de Dios en nuestro pueblo. Si no somos auténticamente libres nos costará mucho esfuerzo vislumbrar por dónde pasa la justicia del Reino de Dios. Pero si hemos encontrado la libertad de Jesús podremos caminar con el horizonte más claro y la vista más adecuada para salir al encuentro de aquellas personas que, o bien tienen problemas para encontrar el alimento de cada día, el vestido y el techo, o bien están superadas por motivos de ansiedad, afán, angustia o ambición.

Todos/as podemos ser víctimas de alguno de estos males. Pero también, siguiendo a Jesús, podemos ser ayudados y ayudar para encontrar juntos/as libertad y justicia. En el lapso de las 24 horas del día de hoy podemos comenzar a caminar por esa senda.



Pastor Dr. Álvaro Michelin Salomon
Buenos Aires
E-Mail: alvaro.michelin.salomon@gmail.com

(zurück zum Seitenanfang)