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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

14º Domingo Después de Pentecostés , 10.09.2017

Sermón sobre Mateo 18:15-20, por Estela Andersen

Mateo 18:15-20: "«Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. «Yo les aseguro: todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. «Les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»"

Es interesante ver cómo desde el primer momento Jesús hizo hincapié en el valor de la comunidad para sus seguidores. Ni bien comenzó su vida pública, llamó a distintas personas para que lo acompañaran en la misión que Dios le había encomendado. Con ese grupo de personas, elegidas, no por nada especial, sino por aceptar su invitación, formó su comunidad, con quien compartió su vida en la tierra. No reunió a ese grupo de personas sólo para prepararlas para así seguir la tarea que él había comenzado, sino que compartió su vida con ellos/as, fueron su comunidad, su familia elegida. Con ellos/as vivió, caminó, visitó lugares y gente, enseñó, reflexionó y compartió todo tipo de experiencias. Él era el Maestro, eso está claro, pero también formaba parte de la comunidad de los elegidos/as como uno más.

En el texto de este domingo justamente Jesús habla acerca del significado de la comunidad, como funciona, qué cuidados hay que tener, pero también de su fuerza. Es un texto muy rico en varios sentidos, y a la vez, casi un manual de la comunidad cristiana.

Lo curioso es que en general leemos este texto en dos partes: la llamada “corrección fraterna”, y la que dice: “donde dos o tres están reunidos en Su nombre”; cuando en realidad son dos partes de un mismo tema, qué es y cómo funciona una comunidad.

La primera parte del texto tiene como finalidad ayudar a quien, en su conducta, se aleja de las enseñanzas de Jesús. Aparece la palabra “pecar” para no hablar de un hecho concreto. Seguramente no está relacionado a un puritanismo, como tantas veces se hizo, sino con una vida en consonancia con el evangelio, si se tiene en cuenta el concepto hebreo de pecado como alejarse de Dios. Como decía, el texto no especifica de qué se trata, por lo que claramente lo más importante no es el hecho en sí, el “pecado”, sino la actitud que se espera de quienes forman la comunidad.

Ante un problema con un miembro de la comunidad, primeramente debe haber una charla íntima y personal, podríamos llamarla, pastoral. Si esta charla íntima no tiene un resultado positivo, se busca la ayuda de dos o tres personas, que de alguna manera pueda servir para que la persona “pecadora” reaccione. Es curioso porque el número de personas que Jesús propone en este momento del proceso, es el mismo que más adelante es el mínimo para ser considerada comunidad. Finalmente, si no se llega a un entendimiento, pasa a ser tema de asamblea, y allí se termina definiendo. Si ahi tampoco hay un cambio, ya la comunidad se desliga, y deja de ser miembro, es libre para hacer la vida que quiera. Es importante observar que aún en esa instancia la persona no es despreciada como persona, pero no puede ser considerada cristiana. No hay una connotación negativa, simplemente se deja claro que no pertenece al movimiento de Jesús, que tiene exigencias a las que se debe estar dispuestos/as a obedecer.

Jesús presenta tres instancias en donde se busca llegar a un entendimiento entre las partes. Por un lado podemos observar un cuidado hacia la persona que “peca”, hay una búsqueda de no exponerla, de no estigmatizarla, y por el otro, también un cuidado hacia la comunidad, para que no termine con un mensaje distorsionado por miedo a perder miembros, alejándose así del mensaje de Cristo.

La segunda parte tiene que ver con la fuerza de la comunidad, por más pequeña que sea: “donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”, tiene valor y autoridad para decidir.

Si leemos ambos textos como uno solo (que lo es), Jesús da una autoridad a la comunidad siempre y cuando se reúna en su nombre. Desde ahí toda decisión, por más dura que sea, estará inspirada por Dios. Por eso es tan importante que, cuando los cristianos y cristianas nos reunimos para tomar decisiones en la Iglesia, invoquemos a Dios y recordemos en nombre de quien nos reunimos. Con esto Jesús empodera a la comunidad, no sin antes dejar claro los pasos cuidadosos a seguir. En cada decisión, la comunidad debe ponerlas en sus manos.

Muchas veces escucho personas que dicen: “Creo en Dios, pero no en la Iglesia”. Critican a la Iglesia por las personas que la conformamos, porque nos equivocamos, porque no existe la comunidad perfecta. Por eso viven su fe en la soledad, de manera individual, aún teniendo comunidades cerca. Si bien es verdad que la fe es personal, al mismo tiempo el cristiano/a no se concibe sin la vida comunitaria. Desde el principio el movimiento de Jesús fue comunitario, como ya hemos visto. Así lo pensó Jesús, y así ha sobrevivido a través de los tiempos.

Es curioso que quienes procedemos de un movimiento comunitario, como lo es la fe cristiana, estemos en un tiempo en donde varios de nosotros consideramos innecesaria la comunidad, con la excusa de que quienes la conforman no son ningún ejemplo, sino más bien todo lo contrario. Al mismo tiempo, apoyamos y creemos en la efectividad de los grupos de autoayuda, con Alcohólicos Anónimos a la cabeza. En ese sentido hay una contradicción en nosotros.

Los grupos de autoayuda son comunidades conformadas por personas que necesitan del grupo para salir del alcohol o la droga, o del dolor de la muerte de un hijo/a, etc.; personas reunidas por su debilidad, compartiendo se fortalecen… ¿no es lo mismo que Jesús nos ha propuesto? ¿no es lo mismo que nos propone el texto de este domingo? ¿no somos los cristianos/as también personas débiles y vulnerables que necesitamos reunirnos en la fe para fortalecernos y así afrontar un mundo con principios muy distintos a los que Jesús nos propone?

Vivimos en un tiempo de un individualismo exacerbado, del “sálvese quien pueda”, y eso se refleja en nuestras comunidades de fe. Pero a la vez hay mucha gente con una necesidad enorme de compartir, nada más basta con ver la cantidad de personas que exponen en las redes los sentimientos más íntimos, para lograr la mayor cantidad de “me gusta”, para así sentirse amado/a, valorado/a, contenido/a.

Es como que hay muchas personas necesitando la contención de una comunidad, buscando un lugar, y al mismo tiempo, están nuestras comunidades cristianas, varias de ellas pequeñas, con el gran potencial del mensaje de Amor de Cristo, en donde toda persona tiene su lugar… pero la necesidad y la “oferta” no se cruzan, no se encuentran…

Es entonces que nos toca mirarnos en el espejo y preguntarnos con toda sinceridad: ¿Será que no tiene que ver con que por mucho tiempo hemos utilizado este texto para estigmatizar y excluir a un grupo de personas, por un puritanismo que nada tiene que ver con el mensaje de Jesús? ¿No será que nos hemos confundido en esto de ser la comunidad de los elegidos/as considerándonos mejores que las demás personas que no pertenecen a la Iglesia? ¿No será que hemos abusado de la autoridad que Jesús ha dado a la comunidad, tomándonos atribuciones que sólo le corresponden a Dios?

Igualmente ¿no será que los cristianos/as nos excusamos en estas malas experiencias para justificar nuestra falta de compromiso y dedicación? Porque la vida comunitaria insume tiempo, tiempo que tal vez no estamos dispuestos a dar…

Tenemos mucho por hacer… hay mucha gente necesitando del mensaje de Amor de Cristo, mucho por “desatar en la tierra” para que “quede desatado en el cielo”. Porque esa es la misión de la comunidad cristiana: que cada vez más personas puedan encontrar su lugar en ellas y de esa manera no sólo acompañarnos mutuamente y mejorarnos unos a otros, sino también para hacer de este mundo un lugar mejor, colaborando para que se vaya acercando el fin de los tiempos, en donde ya no existan las guerras, el hambre y tanta violencia de todo tipo, que justamente son el producto del pecado, de la desobediencia a Dios por parte de la humanidad. Amén.



Pastora Estela Andersen
Bahía Blanca, Buenos Aires
E-Mail: dannevirke63@gmail.com

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