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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

17º Domingo después de Pentecostés, 01.10.2017

Sermón sobre Mateo 21:23-32, por Javier Oscar Gross

Una de las tareas más difíciles que tenemos como cristianos y como parte de la sociedad, es la de ser coherentes con nosotros mismos y con los demás. En realidad es algo que nos cuesta mucho, porque en el fondo la mayoría de nosotros, en mayor o menor medida somos personas contradictorias. La contradicción forma parte de nuestras vidas, es decir muchas veces lo que decimos no se refleja con lo que hacemos, o como dice el dicho popular: “borramos con el codo lo que hemos escrito con la mano.” Y eso nos generan conflictos y malestar en nuestro interior, ya sea con nosotros mismos, o con nuestro entorno y por qué no decirlo, que en muchos momentos estas contradicciones nos dan angustia. Por eso, admiramos tanto a las personas que nos demuestran coherencia.

En el texto de este domingo Jesús nos muestra como la contradicción y el conflicto formaban parte y estaban en medio de la sociedad en la que él se encontraba. Por un lado los fariseos que se creían los dueños de la verdad, ellos pensaban que conocían todo lo referido sobre Dios, como así también que podían decir quiénes eran los salvados, quiénes eran los pecadores y condenados, quiénes podían o no entrar en el Reino de Dios. Pero sus prácticas y enseñanzas mostraban una gran contradicción, porque reflejaban un apego por la ley, pero por una ley que condenaba, una ley que mostraba una gran distancia entre Dios y los seres humanos, y por consiguiente alejaba a las personas del mismo Dios. Una ley que por sus interpretaciones no daba lugar para la conversión o el cambio para que aquellos que escuchaban sus enseñanzas, ya que no podìan sentir que Dios estaba cerca.

La contradicción estaba en que los fariseos con sus prácticas y enseñanzas, se condenaban a si mimos, ellos eran los que decían seguir a Dios, los que eran los salvados, pero le decían a Dios “¡No!” todo el tiempo con sus acciones. Por eso Jesús en este mismo capítulo 21, luego de su entrada triunfal a Jerusalén purifica el templo, mostrando la hipocresía que se manifestaba en las prácticas religiosas de ellos, que se aprovechaban de las necesidades de los otros, que hacían de la religión un comercio y mostrando también, como los fariseos estaban perdidos y alejados de Dios. Lo interesante de todo esto, es que los fariseos, al igual que todos, tuvieron su oportunidad de cambiar, cuando escucharon el mensaje de Juan el bautista como el del mismo Jesús, pero se negaron haciendo oídos sordos.

En todo este marco y contexto mencionados, es que Jesús cuenta esta parábola de los dos hijos, que representan a los dos grupos que estaban en tensión. Por un lado estaban los que escucharon el mensaje y creían que le decían que si a Dios, pero con sus acciones dijeron que no, como los fariseos que no siguieron tras el reino de Dios al cual los llamaba Jesús, y Juan el Bautista como ya lo mencionáramos. Por otro lado estaban los que con su vida le habían dicho que no, pero cuando escucharon a Jesús, fueron tras él haciendo la voluntad de Dios, cambiando su actitud, estos eran los que estaban excluidos (justamente por los fariseos) y los que estaban marginados de la sociedad de la cual formaban parte y obviamente de la salvación. Son los que representan al hijo que va luego de decir que no.

Los publicanos, los pecadores son los que le dijeron que si a Dios con sus actitudes, son los que aceptaron el mensaje de Juan el Bautista y de Jesús, cuando lo escucharon, a ellos que se dejaron transformar por la palabra, Jesús les dice que son los que están en primer lugar, los que van adelante en el Reino de Dios. Esto es en directa relación con el texto del domingo pasado Mateo 20:16, donde encontramos lo siguiente: “así que los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.” Pero lo fuerte del texto es que a los fariseos, Jesús se lo dice en la cara propia, a ellos les muestra cuán lejos están de Dios, que ellos son los que están en ultimo lugar aunque se crean que están en el primer lugar.

Lo primero que me parece que tenemos hoy para pensar en base al texto, es que Jesús no niega las contradicciones, ni los conflictos que tenemos cada uno de nosotros. Sabe que todos hacemos lo que podemos, como nos sale. Sabe que no siempre somos coherentes. Sabe que muchas veces no alcanza con la voluntad o con decir algo para que se haga o se cumpla. Pero lo importante que tenemos en este texto como llamado, es que debemos saber que si cada uno de nosotros no es consciente y no se reconoce asumiendo cuáles son sus contradicciones es imposible que pueda cambiar, que se pueda transformar por la palabra de Dios. Una cosa es tener contradicciones y conflictos internos, otra cosa muy diferente es ser un negador de la realidad, de que se está equivocado, como lo hacían los fariseos y religiosos de la época de Jesús. Solo cuando asumimos nuestras contradicciones es cuando empezamos a salvarnos, o a cambiar, lo que no se asume no es salvado decía un teólogo.

En segundo lugar, como iglesia en nuestra historia hemos tenido contradicciones y conflictos. Por un lado eso es bueno, porque muestra que hemos cambiado, que hemos crecido, que somos diferentes, a lo que éramos en el pasado, que no nos hemos quedado en el pensamiento único de una época o dejado dominar por los contextos sociales que imponen un ideología. Las sociedades muchas veces cambian, pero las iglesias se quedan en el tiempo, olvidando uno de los lemas de la reforma: “iglesia reformada siempre reformándose”. Porque si en muchas cosas hoy pensamos diferente a comparación de muchos años atrás, es porque se marcó un cambio de rumbo, significa que el mensaje de Dios nos ha interpelado y nos ha hecho reflexionar, para hoy tener otra mirada, quiere decir que nos hemos dejado reformar por la palabra. Muchas veces hemos dicho que no a muchas cosas, pero hoy vamos tras ellas haciendo la voluntad de Dios, diciendo que sì. Pensemos en cualquier tema o problemática que atravesaba a la sociedad, ordenación de la mujer, rol de la mujer, matrimonio igualitario, divorcio, ecología etc. Nuestras posturas fueron diferentes a la que tenemos ahora. Ya que estas problemáticas no estaban en nuestra agenda, o no le dábamos importancia. Hoy en cambio le decimos que si, vamos tras ellas pensando en el la vitalidad que tienen para el Reino de Dios, para la inclusión de muchos, para generar una sociedad mejor y más justa, para traer libertad y dar una buena noticia a muchos que se les dice y sienten que están en el último lugar.

Damos gracias a Dios por nuestros conflictos internos, cuando ellos nos hacen ver nuestras contradicciones, como al primer hijo de la historia de hoy, damos gracias a Dios cuando nos dejamos transformar e interpelar por la palabra de Jesùs, cambiando nuestro no en si, para ir tras su reino. Damos gracias a Dios cuando no dejamos que todo sea hegemonía, y se escuchen otras voces frente a los que buscan imponer discursos uniformes y dominantes sobre distintas problemáticas que nos atraviesan. Damos gracias a Dios cuando encontramos un Dios que no es lejano, ni esta regido por la fría ley, sino que vive en medio nuestro trayéndonos su gracia, es decir su amor gratuito, llamándonos a la conversiòn. Y gracias a Dios porque a 500 años de la reforma protestante y frente a los desafíos que nos trae la sociedad, en cada momento històrico, cuando la realidad golpea nuestras puertas, (así como Lutero golpeaba las puertas de la iglesia de Wittemberg cuando colocó sus 95 tesis), podemos decir Iglesia reformada siempre reformándose. Amén



Pastor Javier Oscar Gross
Buenos Aires
E-Mail: javiergross76@hotmail.com

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