Göttinger Predigten

Choose your language:
deutsch English español
português dansk

Startseite

Aktuelle Predigten

Archiv

Besondere Gelegenheiten

Suche

Links

Konzeption

Unsere Autoren weltweit

Kontakt
ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

19º Domingo después de Pentecostés, 15.10.2017

Sermón sobre San Mateo 22:1-14, por Miguel Ponsati

Esta parábola comienza diciendo que ‘el reino de los cielos es semejante a’, entonces sabemos que la misma tiene como propósito dar un ejemplo de cómo funcionan las cosas en el reino que Jesús viene anunciando ya desde Mt 1,17. Es decir, la manera de proceder de Dios en este reino. La invitación despreciada de esta historia tenía mucho significado para los oyentes de Jesús. Los invitados del rey, miembros de su círculo habitual de amistades, seguramente de la élite gobernante, desprecian la invitación y el honor que les concede. Prefieren sus actividades cotidianas—labranza, negocios… Y otros sencillamente apedrean y matan a los servidores del rey, insultando y disminuyendo su posición social. Este es un atentado contra la autoridad y renombre del rey.

Pero la autoridad del rey no disminuye con estos insultos. Busca a personas de las capas sociales bajas, que se encuentran en calles y plazas buscando trabajo, a los pobres. Los poderosos quedan humillados y excluidos, sufriendo el rechazo con que ellos mismos recibieron la invitación del rey. El rey prepara una fiesta de casamiento para su hijo. Dios mismo prepara una fiesta. El reino de los cielos es un reino de fiesta. Al Rey le gusta la fiesta. El Rey quiere a todo el mundo en esa fiesta. El Rey no se cansa de distribuir invitaciones y llega al punto de invitar a buenos y malos. En el lugar o en la situación en que Dios es Rey, acontece una fiesta. Y nosotros somos invitados a ella.

I En el reino de los cielos, el Rey prepara una fiesta. Y Él nos invita. No se cansa de invitarnos. Pero nosotros no vamos. Elegimos otras prioridades. Usamos mal cosas que en sí son legítimas. Y Dios nos deja de lado y pasa la invitación adelante, a otros. Ahora colocamos el foco en que el Rey preparó una fiesta de bodas y con muchas otras personas me invita. De gracia, por gracia. Es un privilegio que me obsequia. No por mérito mío. Sin embargo, siento alguna resistencia. Me gana mi orgullo, mi presunción. Puede que considere que mi fe es mejor que la del otro. Que yo sirvo más que el otro en la Iglesia. En definitiva, me gustaría que mis méritos fueran reconocidos. Como cuando invitamos a la gente a nuestras fiestas. Todas las personas que invitamos fueron invitadas por alguna clase de mérito suyo. Pero con Dios es diferente. Si yo quiero mis méritos reconocidos, también he de aceptar que mis "deméritos" sean considerados, que mis pecados sean tenidos en cuenta. Y entonces sólo tengo oportunidad si Dios me invita por gracia, por misericordia. A partir de ahí, puedo vencer mi resistencia y puedo hacer en mí espacio para la gratitud, la confianza y la alegría.

II

En el reino de los cielos, el Rey prepara una fiesta. Y Él nos invita a todos. Y nosotros vamos de todas partes. Pero ¿tenemos la ropa de fiesta?

Aunque hay que estar atento. A continuación me enclaustro, me encierro despreciando la invitación a la fiesta e inventando excusas para eso. Y lo que es peor: muchas veces no me sorprende. Afortunadamente, otras personas me advierten. Otras veces correspondo a la invitación, pero no visto ropas de fiesta. ¿Es que todavía no entendí de qué se trata? A mi fe en Jesucristo le falta el amor por el otro que la muestre activa y auténtica. Si fuera por mí, Dios tendría que descartarme y yo tendría que llorar y crujir los dientes de desesperación. Pero ante esa posibilidad corro el peligro de no reflexionar mucho sobre ella. Y no veo a muchos de mi comunidad haciéndolo. ¿Será que transformamos la gracia salvadora de Dios en gracia barata? ¿Será que banalizamos el juicio? A veces me quejo de mi iglesia tal como es aquí y ahora. Creo que hay razón para ello. Vemos que hay muchos miembros y comunidades que no toman en serio la invitación del Rey. Quieren las ventajas y beneficios del reino, pero no los costos y compromisos que implica. Pero, a pesar de todo, hemos de reconocer que en la Iglesia no puede haber buenos sin malos, ni malos sin buenos. Tampoco parece que sea tan bueno aquél que no quiere sufrir a los malos. ¿Será realmente malo lo que hacen los malos? (No hay mal que por bien no venga … ) Y así será hasta el día final en que aquellos y aquellas que hayan perseverado reciban la corona de la justicia de Cristo. Gracias a Dios, existe también el otro lado. Hay señales del reino en mi iglesia. A pesar de todo, hay algunas personas y comunidades que oyen la invitación y van a la fiesta y visten ropa de fiesta, con mucho entusiasmo, dedicación y fidelidad. A veces pienso que debería prestar más atención a las muchas señales del reino en mi iglesia. Y en las iglesias hermanas también. A veces, corro el peligro de dejarme vencer por el pesimismo o por una manía de quejarme, criticar y reclamar. Donde la palabra es sembrada, siempre hay, en medio de caminos duros, piedras y espinas, suelos y terrenos fértiles que hacen que la semilla traiga frutos. Hasta por aquella promesa de que la palabra del Señor no vuelve a El vacía. La parábola nos muestra al Señor misericordioso haciendo todos los esfuerzos necesarios para llenar de invitados la fiesta. La invitación se dirige a todos los que pasan por los caminos y senderos, principales y secundarios, incluyendo a “buenos y malos”. Porque muchos son llamados: todos los que oyen el evangelio. Pero pocos escogidos: sólo los que no rechazan la invitación y obedecen al evangelio. Muchos escuchan, pocos creen. Dios nos invita noche y día. Si oímos hoy su voz aceptemos, invitemos a otros y vayamos prestos a su encuentro, para llegar a ser parte del banquete de la vida.



Pastor Lic. Miguel Ponsati
Vicente López, Provincia de Buenos Aires, Argentina
E-Mail: mponsatiwilde@gmail.com

(zurück zum Seitenanfang)