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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

2º Domingo de Cuaresma, 04.03.2007

Sermón sobre Lukas 13:31-3, por Cristina Inogés

Hermanos: ¡Que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros!

 

Conozco a una persona que vivió una experiencia de rechazo muy fuerte al poco de iniciar una etapa muy feliz en su vida. Fue un rechazo del que nunca supo la razón ni la causa. Eso la marcó muchísimo porque no sabía qué hacer ni contra qué luchar. Casi siete años más tarde, creyó haber superado esa experiencia y recuperó poco a poco su vida pensando que ya nada le daría miedo, ni la dejaría paralizada.

 

Al poco tiempo, volvió a sufrir otro rechazo del que tampoco supo nunca las razones. Se conformaba con que le dijeran una excusa, una "mentira piadosa". Solo quería no volver a pasar por un rechazo sin saber las causas. No lo consiguió. Sin saberlo, ambas experiencias las cerró en falso. Ingenuamente pensó que el tiempo lo cura todo.

 

Su vida continuó y vivió momentos felices que casi le parecían un sueño, pero el problema de cerrar las heridas en falso es que más bien pronto que tarde, se descubre que jamás han cicatrizado. Y alguien, inconscientemente, devolvió a esta persona a la realidad de averiguar que las heridas seguían siendo eso, heridas. Ningún rechazo fue tan duro, ni tan profundo, ni tan dañino como el primero pero cuando una y otra vez se golpea en el mismo sitio, hay muchas probabilidades de que esa persona termine por romperse.

 

La persona a la que todo esto le pasó, hoy sigue teniendo miedo. Hace lo posible porque las heridas se conviertan en cicatrices pero, algunas veces, el miedo la paraliza. Sabe que Jesús no tuvo miedo como demuestra el texto que leemos hoy; sabe que en la Biblia lo contrario a la fe no es la increencia sino el miedo precisamente; hoy sabe bastantes cosas, pero pese a todo tiene miedo.

 

¿Y qué le podríamos decir a esa persona? Hace muchos años en mi Iglesia cantábamos una canción que decía:

"¿En donde están los profetas,

que en otro tiempo nos dieron

las esperanzas y fuerzas para amar, para amar?

 

En las ciudades, en los campos,

entre nosotros están..."

 

No hay que decirle que se convierta en profeta, eso es algo que sólo Dios le indicará en caso necesario. Hay que decirle que se fije en los profetas que, aunque tuvieron miedo y querían huir en dirección contraria, al final lo vencieron e hicieron aquello para lo que Dios los había elegido, entonces y ahora, estén donde estén. Tiene que ir soltando el lastre del miedo y afrontar la vida como hizo Jesús. El lamento sobre Jerusalén es el lamento sobre la vida, pero no se puede convertir la vida en un lamento. Es verdad que la entrada triunfal en Jerusalén será el único gesto agradable de toda la pasión, pero Jesús no rechazó ese momento por lo que luego sucedería.

 

Esa persona que sigue viviendo con el miedo al rechazo tiene que asumir que el rechazo forma parte de la vida, y no porque fuera parte de la vida de Jesús, sino porque es parte de la condición humana y así, formó parte de la vida de Jesús. Nadie le va a pedir heroicidades ni actos fuera de su capacidad. Lo único que hay que decirle es que siga amando mientras vive porque una vida llena de amor, para sí misma y para los demás, le hará perder el miedo y enfrentarse a su Jerusalén particular. Y que nunca olvide que, por extraño que pueda parecer, tiene una ventaja sobre Jesús de Nazaret y es que los amigos de Jesús por miedo, lo abandonaron y se encerraron. Esta persona sabe que tiene amigos que por su fe son fuertes y le transmiten cada día pequeñas dosis de esa fortaleza en forma de mensajes de móvil, de correos electrónicos, de miradas y sonrisas robadas a otras miradas indiscretas.

 

Tu, que sabes quien eres, ¡no tengas miedo! y entrégate a la vida con la misma pasión que los profetas y que Jesús hicieron. Los momentos felices que experimentaste alguna vez se multiplicarán, y por lo único que te lamentarás será por no haber perdido el miedo antes.

Cristina Inogés
Zaragoza, España
E-Mail: crisinog@telefonica.net

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