Introducción
¡Queridos/as hermanos/as!
Pocas cosas despiertan tanto interés en los niños como el anuncio de algún hecho importante. Sea un viaje, un festejo, la visita de algún familiar o el nacimiento de un/a hermanita/o. El interés y la ansiedad por la llegada de ese momento se sienten a flor de piel. En muchas ocasiones se hace difícil para los pequeños poder aguantar y tener la paciencia necesaria hasta que llega el día, la hora, y hasta el minuto del hecho anunciado. Sumado a eso hay muchas expectativas. Como desean que sea el festejo, que habrá de suceder y tantas otras cosas más que despiertan la imaginación.
Pero siendo sinceros, no es solo una característica de los niños. También los adultos tenemos que aprender a manejar nuestra ansiedad y queremos que aquello que esperamos suceda "ya" y "ahora".
(Aquí se puede compartir un historia personal breve)
Pero, si bien la espera es en algunos momentos "difícil", el momento en que sucede se lleva todos los "flashes" (toda la atención), como se suele decir en la jerga popular. El cumplimiento o realización de algo que se anhelaba se carga de emociones y una alegría indescriptible. Los corazones laten rápido y las emociones se perciben en todo el ambiente.
Cuando leí por primera vez el texto del Evangelio de este Domingo, pensé en todas estas expectativas y emociones tan características para nosotras/os. ¡Cuánto más cuando se refieren al milagro de la Navidad, del nacimiento de Jesús! Escuchemos lo que sucede poco tiempo después del nacimiento de Jesús...
Lectura del texto: Mateo 2,1-12
Jesús nació en Belén, un pueblo de la región de Judea, en el tiempo en que Herodes era rey del país. Llegaron por entonces a Jerusalén unos sabios del Oriente que se dedicaban al estudio de las estrellas, 2 y preguntaron:
—¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos salir su estrella y hemos venido a adorarlo.
3 El rey Herodes se inquietó mucho al oír esto, y lo mismo les pasó a todos los habitantes de Jerusalén. 4 Mandó el rey llamar a todos los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley, y les preguntó dónde había de nacer el Mesías.
5 Ellos le dijeron:
—En Belén de Judea; porque así lo escribió el profeta: 6 “En cuanto a ti, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre las principales ciudades de esa tierra; porque de ti saldrá un gobernante que guiará a mi pueblo Israel.”
7 Entonces Herodes llamó en secreto a los sabios, y se informó por ellos del tiempo exacto en que había aparecido la estrella. 8 Luego los mandó a Belén, y les dijo:
—Vayan allá, y averigüen todo lo que puedan acerca de ese niño; y cuando lo encuentren, avísenme, para que yo también vaya a rendirle homenaje.
9 Con estas indicaciones del rey, los sabios se fueron. Y la estrella que habían visto salir iba delante de ellos, hasta que por fin se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. 10 Cuando los sabios vieron la estrella, se alegraron mucho. 11 Luego entraron en la casa, y vieron al niño con María, su madre; y arrodillándose le rindieron homenaje. Abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra. 12 Después, advertidos en sueños de que no debían volver a donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Hasta aquí la lectura del Evangelio, les invito a reflexionar sobre este texto teniendo en cuenta, por un lado lo expresado antes de la lectura; pero a su vez también les invito a descubrir el sentido de este mensaje que hasta el día de hoy sigue siendo actual.
Desarrollo
Quiero limitarme a 5 aspectos presentes en este texto del Nuevo Testamento:
Si bien había diversas expectativas de cómo sería esa venida, es importante resaltar que este texto refleja la historia del cumplimiento de esa promesa. Es el nacimiento de un nuevo Rey, con características muy peculiares. Un Rey que nace en la sencillez y la pobreza, que nace absolutamente frágil y falto de cualquier tipo de poder. Un establo, un niño, un pesebre. Una promesa, una expectativa, una llegada. Emanuel: Dios con nosotros.
Es justamente ese cumplimiento de la promesa lo que trae gran alegría.
Pero ellos se dan cuenta, reconocer a Dios allí presente de manera única y especial, y ese reconocimiento -se cumple la promesa- les llena los corazones de alegría. Alegría como la de los/as niños/as o como la nuestra cuando algo tan anhelado y esperado sucede.
Conclusiones
Querida comunidad:
Tan solo pocos días atrás recordábamos nuevamente el nacimiento de Jesús. En diversas Iglesias, a lo largo de todo el mundo, se han encontrado comunidades para realizar pesebres vivientes o teatros para redescubrir el mensaje de ese nacimiento. ¿Qué significa ese nacimiento? ¿Qué implicancias tiene la afirmación "Emanuel" - Dios con nosotros? Ese nacimiento hizo historia si pensamos que aquí estamos ya más de 2.000 años después recordándolo.
No solamente se trata de un nacimiento que abre la posibilidad de redescubrir a Dios, su mensaje de vida, la buena noticia de su presencia y cercanía.
Se trata también del deseo de Dios de compartir con toda claridad un mensaje transformador de la vida. Dios demuestra que supera todas las barreras para caminar junto a su pueblo. Que supera todas las barreras para compartir aquello que es su identidad: estar cerca de quienes sufren, caminar junto a los que no la pasan bien en la vida, compartir con quienes son excluidos, y tantas otras enseñanzas que nos ha dejado Jesús con su testimonio.
Es justamente lo que nos recuerda este Domingo de Epifanía: Dios se ha manifestado, se ha mostrado tal cuál es. ¿Querés saber cómo es Dios y cuál es su deseo para nuestras vidas? Entonces hace como los sabios del oriente, acercate y admirá. En Jesús se cumple una promesa que quiere llenar nuestra vida de alegría: Dios no se queda lejos mirando cómo nos va en la vida, no; Dios se acerca en Jesús a nosotras/os para mostrarnos que quiere estar a nuestro lado. Pero el nacimiento de Jesús es también un gran desafío a repensar la manera en que nos relacionamos, en que compartimos. Es invitación a redescubrir nuestra fe. Pero es también repensar nuestras estructuras sociales y políticas.
El nacimiento de Jesús, el mensaje de la Navidad, Dios presente en este mundo, no es un mensaje que quiere quedarse encerrado en los templos (en la Iglesia), es un mensaje que quiere trascender las fronteras para ayudar a construir una sociedad más justas, sin opresores y oprimidos. Con personas libres de ataduras que impidan amar, y superar barreras, así como Dios mismo lo hizo.
La alegría es completa, porque toda la vida está incluida en el cumplimiento de la promesa. La salvación no es solo un aspecto de fe, Dios quiere ocuparse de toda nuestra vida. De nuestras relaciones. De nuestro compartir. De la forma en que convivimos. Es una invitación y un llamado que le quiere dar una identidad nueva a nuestra fe, a nuestra vida y a nuestra sociedad.
Que Dios nos ayude a comprender ese mensaje hoy y nos guíe a lo largo de todo este nuevo año que tenemos ante nosotros para poder sentir su presencia y para que podamos dejarnos transformar por ella. Que así sea. Amén.
Bendecido 2019.