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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

5º Domingo después de Epifanía, 10.02.2019

Sermón sobre Lucas 5:1-11, por Miguel A. Ponsati

Evangelio según San Lucas 5,1-11 “Debes amar la arcilla que va en tus manos debes amar su arena hasta la locura y si no, no la emprendas que será en vano sólo el amor alumbra lo que perdura sólo el amor convierte en milagro el barro sólo el amor alumbra lo que perdura sólo el amor convierte en milagro el barro.

Debes amar el tiempo de los intentos debes amar la hora que nunca brilla y si no, no pretendas tocar los yertos sólo el amor engendra la maravilla sólo el amor consigue encender lo muerto sólo el amor engendra la maravilla sólo el amor consigue encender lo muerto.” (Silvio Rodríguez) El texto del evangelio nos lleva al tema de la radicalidad de la vocación, del llamado a seguir a Cristo. La pesca sobreabundante de peces es la imagen usada por Lucas. No podemos olvidar, sin embargo, que todo sucedió con la presencia de Cristo. Los milagros no se entienden ni se explican sin esa presencia. También para que exista la vocación necesitamos la presencia de Cristo. Y necesitamos mucho más de su presencia para ejercer la misión que él nos ha confiado, pues es una misión dura, difícil, espinosa y llena de peligros. I Al contemplar las dolorosas injusticias del mundo, el sufrimiento humano, la propia condición pecadora, las personas humanas, en especial los discípulos de Cristo, tienden a rechazar por temor la presencia de Dios(Is 6,5). También debemos reconocer nuestra incapacidad y nuestra condición de seres humanos pecadores. Sin la ayuda de Cristo nada podemos hacer, reconocernos pecadores pero no por eso retiramos sino que aceptar la misión que Dios nos ubica, no poniendo nuestra confianza en nosotros mismos para llevarla a cabo sino en el Señor. II ¿Qué lleva al discípulo a caminar en la presencia de Dios, a pesar de su pecaminosidad? Es la fuerza restauradora del evangelio, he ahí la gracia de Dios que se revela en Jesucristo. Jesús revela su gracia al responder con misericordia: “No temas, (...)” son palabras repetidas varias veces (Mt 1,20, 14,27, 28,5; Lc 1,13, 2,10). Somos llamadas y llamados a dejarnos "usar" por Dios para esta tarea. Y, para ello, hay que luchar diariamente contra la necesidad de querer tener poder, de querer figurar, de obtener vanagloria, de ser, de tener y tener más cada vez. Al contrario, ¡se trata de despojamiento diario y constante! El llamado que el Señor nos hace no es para nuestra honra ni honores, sino a servir a las personas que están cerca de nosotros. También me parece que es necesario decir que la vocación o llamamiento que hace el Señor lo hace sin necesariamente realizar un prodigio visible y palpable. Si tenemos algunas capacidades y dones eso es el milagro, porque los dones son dados por Dios para multiplicar lo que Él ha puesto en nosotros, como en la Parábola de los Talentos, para multiplicarlos, pero siempre teniendo en mente la edificación de la comunidad.

III El hecho de Cristo dar tareas a los discípulos – “De ahora en adelante, serás pescadores de hombres” - es prueba de que Dios confía en la capacidad del ser humano. Dios nos creó y llamó dotados de posibilidades. Somos valiosos para Dios. Él nos revela eso poniendo en nuestras manos ocasiones de servicio y vocacionándonos para ser constructores de un nuevo ser humano y una nueva sociedad. Eso sí, ser llamada/o - como sucedió en la vida de Pedro – implica una crisis, demarca un antes y un después. El llamado que recibe Pedro es para toda la vida y demanda, por sobre toda otra consideración, una entrega absoluta para seguir a Jesús. Jesús ya no actuará más, de ahora en adelante, de manera directa y personal, sino por medio de quienes escuchan y practican su Palabra (echan las redes en el lago en su nombre). Todo discípulo es un enviado de Jesús: es fundamental para toda la Iglesia -para todo cristiano- reavivar la conciencia de su propia misión y de la ayuda incesante del Espíritu. Parece que Jesús envía a sus discípulos a un lago de aguas malas (sin peces), pero precisamente la obediencia a su voz vence a la apariencia contraria. ¿Por qué, entonces, somos a menudo tan cobardes e inseguros, respetuosos y prudentes hasta la mezquindad? Nosotros, que somos Iglesia en la fuerza del Espíritu Santo, a la que le fue confiada la energía redentora del anuncio del Evangelio, llevamos a los seres humanos eso que necesitan de una manera espasmódica, aunque con frecuencia inconsciente: el sentido de la vida, la certeza de poder ser perdonados, la experiencia de la pertenencia a un lugar, la posibilidad de vencer la catástrofe de la muerte.  Dios quiere que seamos colaboradores suyos, como instrumentos de la salvación. Nosotros, claro está, no vamos a salvar a nadie por nosotros mismos, pero si actuamos como herramientas útiles podremos ser una pequeña ayuda para aquellos que nos necesiten. Y siempre hay alguien que nos necesita. No por lo capaz y maravillosos que somos sino porque Dios quiere que a través de nosotros se proclame su Palabra y si nadie la proclama, ¿quién creerá? Porque la fe viene del oír. Somos mendigos tan muertos de hambre como aquellos que nos necesitan, y no nos necesitan porque nosotros tengamos la comida que saciará su hambre, sino porque el cristiano es un mendigo ante el Señor, pero que conoce donde está el pan y puede así ayudar al otro indicándole dónde lo puede encontrar. Y para eso Dios nos usa: para ayudar al otro a encontrar el lugar en donde se encuentra la comida que necesita, en donde podrá encontrar la Palabra del Señor. Amén.



Pastor Miguel A. Ponsati
Vicente López, Buenos Aires, Argentina
E-Mail: mponsatiwilde@gmail.com

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