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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

8º Domingo después de Epifanía, 03.03.2019

Sermón sobre Lucas 6:39-45, por Álvaro Michelin Salomon

SALMO 92:1-2, 12-15

PROVERBIOS 4:18-27

I CORINTIOS 15:54-58

 

LUCAS 6:39-45 – LIDERAZGO, DISCERNIMIENTO Y COMPROMISO ÉTICO

 

INTRODUCCIÓN

 

El Evangelio de Lucas (Ev Lc) tiene en común con el Evangelio de Mateo (Ev Mt) muchas enseñanzas de Jesús contenidas en el Sermón de la Montaña según Mateo, o Sermón de la Llanura según Lucas. Nos toca reflexionar en este domingo sobre la ética cristiana que está basada, en buena medida, en esos textos. No por conocidos estos pasajes se nos vuelven más fáciles de interpretar o actualizar; porque una cosa es la comprensión más o menos literal de un texto y otra es aquello que puede convertirse para nosotros/as en mensaje, es decir, en Palabra de Dios. El Sermón del Monte o Sermón de la Llanura implica siempre, por un lado, un ideal de vida de acuerdo a la concepción del Reino de Dios en Jesús; y por otro lado, el reconocimiento de nuestras faltas y pecados de acción u omisión que nos distancian de ese ideal.

 

El Reino de Dios (o “de los cielos”, según la expresión provista por Mateo) señala una sociedad transformada por la acción de Jesús mediante el discipulado de sus seguidores/as. Para el cristianismo no hay Reino de Dios sin Jesús, pues en definitiva el ministerio de Jesús consistió en anunciar con su presencia, sus palabras y sus acciones poderosas, la forma de vida que Dios quiere que vivamos. Pero al mismo tiempo el Reino de Dios nos involucra directamente si es que tomamos en serio a Jesús. En tal caso no cabe nuestra indiferencia ante el mensaje sino el discipulado, el seguimiento a Jesús, nuestro compromiso en lo más íntimo y en lo más público, en lo personal y en todo ámbito donde desarrollemos nuestra existencia.

 

 

COMENTARIO

 

Lc 5:39 – Se trata del tema del liderazgo: ¿quién guía a quién? ¿quién es líder en la comunidad del seguimiento a Jesús? ¿qué tipos de líderes existían en el tiempo de Jesús? ¿qué clase de liderazgo llama Jesús a practicar entre sus discípulos y seguidores/as?  En Mt 7:15 son mencionados los falsos profetas, quienes “se visten” de ovejas pero son lobos rapaces. Tanto en el tiempo de Jesús como cuando los evangelistas escriben sus libros sobre Jesús había líderes que podían desviar al pueblo de la práctica de la misericordia y la justicia… o que ellos mismos no practicaban ni la una  ni la otra. No por casualidad leemos en Lc 6:37-38 sobre el juicio y la condena, el perdonar y el ser perdonados, la generosidad y la reciprocidad. El ser un guía ciego para una persona ciega (v. 39) alude, entonces, al falso liderazgo de quien intenta asumir una autoridad sobre otras personas que no se corresponde con sus actitudes y acciones.

 

5:40 – Continúa el tema del liderazgo, o bien, la relación entre el discípulo y su maestro. Jesús era el maestro por excelencia para el pueblo necesitado de enseñanza y empoderamiento en el camino del Reino de Dios. Para ser parte de una comunidad hay que aprender a vivir comunitariamente. Para vivir en el perdón, tanto dando como recibiendo perdón; para vivir en la generosidad recíproca; para superar toda condena injusta al prójimo dejando de ponerse cada uno/a en un escalón superior de juicio, es necesario aprender a vivir como nos enseña Jesús. Se puede aprender pero hay que estar dispuesto a ello. Se puede vivir comunitariamente pero ello requiere de un esfuerzo y compromiso que implica una transformación personal que involucra a todo el ser. Podríamos decir en términos seculares que Jesús fue un idealista, pero también debemos reconocer que fue un profundo conocedor de la condición humana, lo que llamamos pecado.

            Jesús conoció su Biblia (nuestro Antiguo Testamento) y también conoció a su pueblo pues caminó en medio de él, observando cómo vivían, cómo sufrían, qué expectativas tenían y de cuáles carencias existenciales profundas adolecían. Entonces Él pudo formarse tanto en la sabiduría de las Escrituras como en la sabiduría de las relaciones humanas; fue una persona de profunda fe y oración, y además un maestro del encuentro, de la percepción de las angustias y anhelos de su gente. Y se dio cuenta de la injusticia que existía por la separación de muchos líderes religiosos con respecto a la mayoría del pueblo pobre, analfabeto y con mucho menor conocimiento de la Toráh, la Ley hebrea. El conocimiento y la práctica religiosa de una élite contrastaba con la forma de vida de la mayoría de la población. Aunque los escribas y fariseos fueran admirados por el pueblo debido a su compromiso cotidiano con las prescripciones religiosas, Jesús se va a enfrentar repetidas veces con ellos debido a esas separaciones producidas por un sentido de autoridad que puede llevar a la vanidad y al sentimiento de superioridad.

 

5:41-42 – En relación con la parábola de la ceguera agrega Jesús aquí la parábola de la paja en el ojo ajeno, más precisamente “de tu hermano”. La predisposición a prejuzgar y juzgar al prójimo sin realizar un autoexamen lleva a la hipocresía (v. 42). Si uno/a no se conoce a sí mismo/a y pretende conocer a su prójimo con la intención de corregirlo, criticarlo y evaluarlo desde una posición de autoridad moral sin la más mínima autocrítica, las relaciones humanas se tornan difíciles y, en el peor de los casos, intolerables. Jesús apela a la actitud personal de ubicarse primeramente en el lugar de pecador. En su tiempo y sociedad era frecuente dividir a las personas entre justas y pecadoras. La persona justa podía ser identificada con la practicante de la religión; mientras que el registro de pecados incluía tanto las cuestiones de impureza ritual (suciedad corporal, determinadas comidas, contacto con cadáveres, etc.) como las laborales y sociales (discriminación por trabajos considerados impuros como la cría de cerdos en Transjordania), así como enfermedades y discapacidades que, al ser imperfecciones del cuerpo, la mente y el alma, iban asociadas al pecado (la lepra, las discapacidades motoras, las enfermedades mentales). Con una sociedad así estratificada, los líderes religiosos entraban en la tentación de considerarse intocables en sus doctrinas, prácticas y juicios hacia los demás que no obraban como ellos.

            Entonces Jesús asume y propone otra forma de vida y de relaciones sociales por la cual el pueblo humilde, sencillo, pobre y sin mucha formación cultural ni religiosa, tiene el derecho de ser protagonista tanto como sus líderes. Es cierto que hay maestros y discípulos, y que se necesitan autoridades humanas para gobernar cualquier sociedad, incluyendo a Israel… y a la iglesia. Pero la cuestión es ver qué tipo de autoridad se ejerce y cómo son las relaciones entre unos/as y otros/as.

 

5:43-45 – Estas palabras de Jesús relacionan la naturaleza vegetal con la naturaleza humana: “cada árbol se conoce por su fruto”, y cada persona también. Y Jesús con ello nos está indicando que debemos cuidar los frutos que damos porque éstos son la consecuencia de nuestra vida interior. Lo exterior que manifestamos a los demás da cuenta de lo que pensamos y sentimos de nosotros/as mismos/as, de las demás personas, de Dios y de la vida en general. Aquí no hay casualidades sino causalidades; no se trata de distracciones sino de proyecciones concientes o subconscientes que emanan de nuestro más íntimo ser. Entonces la práctica de la justicia no puede identificarse meramente con ritos externos ni apariencias  ni manifestaciones grandilocuentes que intenten tapar nuestra auténtica personalidad.

            La vida a la cual Jesús nos desafía no es fácil sino llena de obstáculos, los cuales son tanto externos y corresponden a la sociedad, como internos referentes a nuestra manera de ser y actuar. Podemos ser difamados, despreciados, odiados y marginados, como lo advierte Jesús en sus bienaventuranzas (Lc 6:22-23; Mt 5:10-12). Podemos tener enemigos, como también Él mismo lo expresa (Lc  6:27-30, Mt 5:38-48). Pero si anhelamos seguir a Jesús y tomarlo en serio deberemos afirmar nuestra voluntad y nuestro convencimiento, a fin de lidiar con nuestras comodidades y privilegios frente a otras personas y grupos sociales (Lc 6:24-26). Si nuestra vida no tiene algo de extraordinario (Lc 6:31-36) difícilmente podamos entusiasmar a otras personas para que también se identifiquen con Jesús y la presencia y acción de su Reino.  Querer sólo a quienes nos quieren, tratar bien a quienes nos tratan bien, prestar a quienes nos pueden retribuir, son acciones que cualquiera puede hacer. Pero las acciones de respetar a quienes no nos respetan y tomarlos en cuenta como prójimos al menos en potencia, deseándoles el bien y orando por un cambio de actitud, inclusive prestándoles la otra mejilla si nos golpean o permitiendo que se lleven nuestra túnica, no sólo la capa (Lc 6:27-30), son algo extraordinario que exige, evidentemente, una gran dosis de paciencia, perseverancia, resistencia y entereza espiritual.

            No todas las personas poseen tal grado de aguante ni es deseable aplicar esto como si fuera un reglamento fijo para cada circunstancia. Hay demasiadas mujeres que sufren violencia en sus casas y no saben cuánto más podrán aguantar: ello es una caricatura de la enseñanza de Jesús, no una aplicación sabia de dicha norma general de conducta. Muchísimas de ellas han cumplido con creces y por demasiados años ese sufrimiento agotador de la explotación, el desprecio y el machismo. En tales casos no se está aplicando, por parte de los dominadores, la otra máxima de Jesús que dice: “traten a los demás como ustedes quieran ser tratados.” (Lc 6:31; cf. Mt 7:12). Quienes cometen esas acciones violentas e injustas de violencia doméstica, tanto de manera verbal como física, se ponen del lado de los enemigos pero situados dentro de la propia casa o de la estructura familiar y de vínculos cercanos (aunque el lazo de pareja ya no exista más). Ello no corresponde a la vida de relaciones comunitarias del Reino de Dios y su justicia que Jesús tanto enfatizó y por el cual dio su vida en la cruz.

            En todo caso, si hay que soportar temporalmente agravios, malestar, persecución o abusos, que no sean del ámbito familiar o inmediato sino de terceros que nada tienen que ver con la vida personal, familiar y eclesial. Y que una situación límite como esa no sea permanente sino algo circunstancial y a término porque se han tomado las medidas legales correspondientes para frenar toda injusticia. No hay que confundir cristianismo con masoquismo. Al fin de cuentas Jesús nos enseña a orar pidiendo a Dios, buscándolo, llamándolo (Lc 11:9-10; Mt 7:7-11). ¿Para qué? Para pedirle cosas buenas como el Espíritu Santo (Lc 11:13).  No hay necesidad de insistir hasta el cansancio cuando una relación con los demás no funciona bien, como lo dice Jesús al preparar a sus discípulos para una práctica misionera por los pueblos de su país (Lc  9:1-6; 10:1-12;  cf. Mt  10:5-15). Y aquí el Maestro se está refiriendo a los vínculos de sus discípulos con los vecinos de los pueblos y ciudades en las casas de familia.

            Lucas nos cuenta en su libro de Hechos de los Apóstoles que el apóstol Pedro fue milagrosamente liberado de la cárcel en Jerusalén (Hch 12:1-19). También narra el encarcelamiento de Pablo, Silas y Timoteo con otra misteriosa liberación en Filipos (Hch 16:13-40). Es cierto que el apóstol Pablo escribirá algunas cartas desde otras prisiones (Efesios 3:1; Filipenses 1:13-14;  Filemón 1:1; cf. Colosenses 1:24 y II Corintios 11:23-33). Pero estas circunstancias no se refieren al ámbito familiar sino al socio-político de enemistad para con la iglesia naciente. No fue algo deseado por los apóstoles sino una consecuencia injusta de su predicación.

            Por todo ello es fundamental realizar un sano discernimiento de cada situación en la vida personal, familiar, grupal, eclesial y social. No se debe aplicar de manera automática una enseñanza de Jesús sin previamente considerar qué está pasando en la familia, en el grupo, en la comunidad y en cada persona que los componen. Porque podríamos promover más injusticia, opresión y justificación de las diversas formas de violencia, en lugar de allanar el camino para la salida a la luz de los problemas reales que acosan, particularmente, a las mujeres y a los menores de edad.

 

CONCLUSIÓN

Finalizamos con la cita del apóstol Pablo en I Corintios 15:58, que dice:

            “Así, que, amados hermanos míos, manténganse firmes y constantes, y siempre creciendo en la obra del Señor, seguros de que el trabajo de ustedes en el Señor no carece de sentido.” (Versión Reina-Valera Contemporánea).

            Que así sea.



Pastor Álvaro Michelin Salomon
Buenos Aires, Argentina
E-Mail: alvaro.michelin.salomon@gmail.com

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