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ISSN 2195-3171

Domingo de Ramos, 16.03.2008

Sermón sobre Mateo 21:1-11, por Julio Strauch

¡La gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo sean con todos nosotros, ahora y siempre. Amén.!

El Jesús de Mateo nunca se había presentado a sí mismo como el Mesías, el Señor, hasta este episodio de la entrada a Jerusalén. El habla de si mismo como el Señor que debía entrar en un burrito, para que se cumpliera la profecía de Zacarías como el relato lo dice. Jesucristo el Mesías, el Señor, el rey que viene a traer la paz para los seres humanos entra a Jerusalén montado en un burrito. Que imagen tan humilde, tan sencilla y tan cargada de sentido y contenido en relación a lo que Dios quiere mostrar al mundo. Un Dios que, a partir del pesebre, se ha manifestado a través de lo sencillo, de lo humilde, de lo que no tiene sentido para nuestros "valores mundanos". Un Dios que quiere demostrar que en lo humilde, en lo sencillo se encuentran el amor, la solidaridad, la entrega, la compasión y todo lo que verdaderamente dignifica al ser humano. Sin embargo es esta auto-manifestación de Jesús, como el Mesías, y lo que posteriormente a su entrada a Jerusalén dice y hace, lo que provocaría la ira de los fariseos y sacerdotes hasta llevarlo a la muerte y muerte en la Cruz de los romanos. ¿Cabe la pregunta?... ¿pueden el amor, la compasión, la solidaridad, la entrega, generar tanto odio en los acomodados, en los religiosos, en las "autoridades", en el poder? La respuesta, teniendo en cuenta lo que sucedió, es sí. Porque el amor desestabiliza, la compasión desestructura, la entrega cuestiona, la solidaridad hace peligrar las estructuras de poder. Jesús fue, es y será el Mesías, el Señor. Jesucristo es el que con su mensaje y con su vida de amor, de entrega y compasión nos ha demostrado que todo poder, toda fuerza, toda violencia, toda ambición, toda apariencia, toda superficialidad, nos llevan a la perdición. Jesús es el Mesías que nos trae la salvación de toda esa perdición.

Jesús entra a Jerusalén montado en un burrito para que se cumpliera la profecía. Nosotros hoy día deberíamos rescatar lo humilde, lo sencillo de esta entrada. Deberíamos rescatar y poner en práctica estos valores de la sencillez y la humildad.

Sabemos muy bien lo desprestigiados que están estos valores en nuestras sociedades. Hoy en día parecen tener más valor la fama, la notoriedad, la riqueza, el poder, el prestigio, la autosuficiencia, las apariencias, el engaño, la picardía y todo tipo de valor que nos aleja de Cristo. Sabemos también lo difícil que se hace sostener una actitud verdaderamente humilde y sencilla. Allí justamente está el desafío en este Domingo de Ramos. Nuestro gran desafío como cristianos hoy, es poder ser fieles a nuestro Señor Jesucristo a través de nuestras actitudes, de nuestros actos, de nuestras posibilidades, de nuestras palabras. Ser cristianos hoy es poder sostener una actitud humilde y sencilla en la que puedan manifestarse el amor y la compasión por nosotros y por nuestro prójimo. Si intentamos, si probamos y si conseguimos sostener estas actitudes estaremos diciendo como aquellos que ponían las ramas ante la entrada de Jesús...¡Hosanna al hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Para ello se hace necesario, antes que nada, reconocerlo como nuestro Señor y Salvador. Que Dios nos ilumine, que nos acaricie por medio del Espíritu Santo, para que podamos reconocerlo y podamos actuar en consecuencia. ¡Amén!