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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

17° Domingo después de la Trinidad, 13.10.2019

¿Qué ves cuando me ves?
Sermón sobre Lucas 17:11-19, por Paula Fogel

‘Juan Bautista, desde la cárcel le manda preguntar a Jesús sobre el Mesías: Y Él responde curando cuerpos: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son purificados… Dios gana visibilidad y presencia en el cuerpo de Cristo, en el nacimiento, en los actos, en la muerte y en la resurrección de este cuerpo. 

¿No será legítimo concluir que la manifestación de su presencia se nos presentará como el triunfo del cuerpo?’

(Rubén Alves)

 

Hay algo que llama mi atención cuando comparto las visitas pastorales en hospitales, sanatorios y clínicas: la escasez de espejos. 

No es frecuente que los baños de los sanitarios cuenten con espejos. Es casi imposible que las personas internadas se vean. Esto se profundiza cuando las personas están in-movilizadas en sus camas, con internaciones largas y/o en terapia intensiva. Como si hubiera algo de la enfermedad que fuera necesario ocultar, no-ver.

En estos casos solo es posible ‘verse’ a través de los ojos de los demás. Expresiones como:

- ¡Qué flaca estás desde la última vez que te vi! ¿Por qué no comés tal o cual cosa?

- ¿Qué te pasó en la cara que estás despelechada? ¡Decile al médico que te ponga tal o cual cosa!

- Pobreciiiiitooo! Mirá como estás! 

Son muy frecuentes. Como si la situación de la persona que está internada fuera solamente pasiva y tendría ganas de escuchar aquello que vemos. Ver lo faltante. Y enseguida, sugerir!!! 

¿De qué formas vemos a las personas enfermas? ¿Las vemos? 

 

Aquello que vemos delimita nuestros mundos posibles. En general los espacios que – socialmente- no queremos ver están lejos de donde vivimos. Los cementerios, por ejemplo, suelen estar en las afueras de los pueblos y ciudades. Aquello con lo que no deseamos con-vivir está lejos. De alguna forma invisible. 

¿De qué forma es posible ver el desequilibrio en la salud si solo hay otros que pueden ver? Y más aún ¿De qué forma ver la salud si el desequilibrio no se ve? Si la enfermedad es aveces sentida como vergüenza, y hasta negada por familiares y seres amados. 

Desde la antigüedad se ha intentado ocultar e invisibilizar a las personas que padecen algún tipo de enfermedad.  Hay enfermedades más estigmatizadas que otras históricamente. La lepra es una de ellas. ¿Han visto alguna vez un leprosario?

Los leprosarios fueron antiguos ‘depósitos de aislamiento’ de personas padecientes de lepra. Alejados a varios kilómetros de las ciudades, con muros altos que excluían a las personas de la sociedad. 

En Argentina, la ley de ‘Profilaxis de la Lepra’, conocida como Ley Aberastury (Nº 11.359), reemplazada recién en 1993 disponía del aislamiento hospitalario obligatorio de por vida e incluso con el empleo de la fuerza pública si hubiera resistencia por parte de la persona padeciente.

Según la ley: Imposible Ver a las personas leprosas. 

Imposible Ver la enfermedad.

Frente a la realidad de la enfermedad: Muros. Separación. Exclusión de la sociedad. 

 

Escuchemos y abramos nuestros sentidos para ser interpelados por la Palabra: 

 

El Evangelio según Lucas en el capítulo 17: 11-19 nos relata lo siguiente:

 

‘De camino a Jerusalén, pasó por los confines entre Samaria y Galilea. Al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, les dijo: Id y presentaos a los sacerdotes. Y resulta que mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió alabando a Dios en alta voz, y, postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le dio las gracias. Era un samaritano. Dijo entonces Jesús: ¿No quedaron limpios los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios, sino este extranjero? Y añadió: Levántate y vete, tu fe te ha salvado’.

 

10 hombres que padecían lepra alzan su voz y son vistos por Jesús / En el camino indicado y habitual quedan limpios / Uno de ellos, samaritano, se ve curado y vuelve alzando su voz de gratitud hacia Jesús. 

 

 Fue necesaria una mirada primera. La mirada del encuentro. Del reconocimiento de Jesús en la mirada del prójimo. Para, a través de los ojos del amor, in-cluir. Hacer visible. Ser vistas como personas integras. Incluso cuando la enfermedad habitaba sus cuerpos. Incluso siendo extranjeros. 

 

En Palestina donde Jesús vivió, predicó y sanó, las enfermedades eran consideradas consecuencia del pecado y castigo de Dios. Entre las enfermedades existentes, la lepra era comprendida como la peor forma de impureza que podía afectar a la persona.  Ya en el AT nos es relatada la lepra como una enfermedad mortal. Las leyes y religiosidad de la época consideraban que la persona leprosa era cultualmente impura, por ello debía ser excluída de la comunidad y anunciarse cada vez ante los demás (Lv. 13:45). Debían vivir aisladas y alejadas de las personas y se les prohibía la entrada a Jerusalén. Todo lo que tocaban se volvía impuro. Al igual que a la inversa, tocar a una persona padeciente de lepra incapacitaba a la persona para celebrar el culto a Dios.

 

En el Evangelio de hoy, Jesús viene a transgredir aquello que estaba establecido por la ley. Trasciende las barreras sociales y religiosas que excluían. Y aunque los 10 hombres que padecían lepra, le reconocen y se quedan a distancia de El, como ordenaba la ley, sin poder acercarse. Levantan su voz y reconocen en El a un Maestro (no se anuncian como personas impuras). Le piden compasión.  Y el Evangelio enfatiza que Jesús, les ve.  Luego del encuentro primero, Jesús les sugiere que sigan el camino establecido: ir hacia los sacerdotes, quienes podrían declararlos puros nuevamente para ser in-corporados en la sociedad. 

 

La cultura del silencio se rompe cuando las personas obligadas a la mudez alzan su voz afirma Freire, por ello las curas realizadas por Jesús animan a la necesidad de la cura de la sociedad. Denuncian la alienación de las relaciones sociales y anuncian una forma de vida nueva, basada en la solidaridad y en la inclusión. Las curas son siempre historias de inclusión en medio de realidades injustas.

 

Nueve de los diez hombres que fueron vistos por Jesús y en el camino quedaron limpios, siguen su camino. Solamente uno de ellos vuelve hacia Jesús. 

¿Qué fue lo distinto que aconteció con aquel? ‘Se vió’ nos relata el texto. 

El texto griego trae la misma frase que en Jesús ‘Habiendo visto’ reconoce que ha sido sanado, y vuelve, alzando su voz fuerte dando gloria a Dios. Se reconoce, ya no desde la vergüenza de la enfermedad y desde la in-visibilidad. Sino desde la gratitud, y desde la inclusión. Se ve. Ya no desde lo faltante. Sino desde lo que potencia su ser. 

 

Quien regresa es extranjero. Un samaritano, quien también es movilizado y participa de las señales concretas del Reino de Dios. Tiene fe. Esa fe que anima a la lucha por la dignidad, por la vida, y que no siempre comparte el mismo origen o

nacionalidad. Incluso cuando este accionar y acercamiento de Jesús venga a transgredir las creencias de ayer y de hoy. La ‘exclusividad’ religiosa. El ver de Jesús invita a ver con nuevas lentes. El ver de Jesús es una forma de ver íntegramente a la persona.  

Jesús ve, primero a las personas, no hace distinción entre cuerpos nativos, cuerpos peregrinos y cuerpos extranjeros.. El Evangelio nos anima a ver. Esa mirada primera. Para que luego sea posible, en el equilibrio de la salud, ver-nos, ver-se, levantar la voz y dar gracias. Por sentirnos incluidos - primero- por Jesús. 

Ver en el cuerpo a la persona en su integridad mientras está internada-hospitalizada, no desde lo faltante. 

 

Jesús ve en medio de una sociedad y religiosidad que excluyen y aíslan. Nos anima a ser comunidades de fe inclusivas. Que a través del Ver no avergoncemos a las personas por sus condiciones. Ver con ojos de Jesús. Aquellos ojos que aman y trascienden nacionalidad, desequilibrios de salud, fronteras, etc. Ver y ser vistos desde la inclusión. 

 

Dios nos anime e interpele desde su Palabra a nuestro accionar individual y comunitario en las visitas domiciliarias y hospitalarias, y en nuestros encuentros cotidianos con los diversos tipos de enfermedades que hoy afectan y habitan nuestros cuerpos. Para ser presencias activas que animen a la salud y a nuestras comunidades de fe como espacios de fe, saludables y de sanación. Amén.



Vicaria Paula Fogel
Posadas (Misiones) - Argentina
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