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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

20 Domingo después de la Trinidad, 03.11.2019

Dios viene a nuestro encuentro para quedarse
Sermón sobre Lucas 19:1-10, por Raul Müller

Leer el relato del encuentro de Jesús con Zaqueo, me trae recuerdos de mi infancia. Recuerdo que, siendo muy pequeño, una de las historias más comunes que nos enseñaban en la escuelita bíblica era la historia de Zaqueo, aquel hombrecito de baja estatura que tras encontrase con Jesús hace un cambio en su vida. Si bien la historia en muy sencilla y fácil de entender su mensaje, creo que se puede hacer una reflexión más rica aún si se la compara con el relato del capítulo de Lucas 18, en donde se narra el encuentro de Jesús con el hombre rico. En este relato anterior vemos que Jesús se encuentra con un hombre que le pregunta que debe hacer para alcanzar la vida eterna. Tras la respuesta de Jesús, el hombre se pone muy triste porque se da cuenta que no puede hacer lo que Jesús le pide, que es desprenderse de su riqueza. Tanto el relato de Lucas 18, como el relato del encuentro de Jesús con Zaqueo presentan ciertas similitudes. Ambas son personas atrapadas por la acumulación de riquezas. Ambos saben que algo falta en sus vidas.  Sin embargo, el proceder de los dos hombres es diferente.

El rico de la primera historia decide negociar con Jesús su salvación, como una persona que al pasar por un puesto de artesanías pregunta ¿Cuánto cuesta este artículo? ¿Qué debo pagar por ello?

En cambio, Zaqueo representa aquellos que sabiendo que no merecen nada de Dios, hacen lo imposible para que Él los encuentre. En medio de la multitud, Zaqueo quiere ser visto por Jesús. A riesgo de ser insultado, quizás hasta golpeado por ser una persona de mala reputación, busca ser encontrado por Dios. 

Quiero detenerme en un momento intermedio del relato, entre el momento que Jesús entra a Jericó y el momento en que le dice: “—Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que quedarme en tu casa.

 El momento en que Zaqueo camina en medio de la multitud, el momento en el que se sube en el árbol para ser visto. Ese momento es clave para nuestra reflexión, porque es allí donde Zaqueo es encontrado por Dios en el camino. Aun sin saberlo, algo en su interior lo lleva a querer encontrarse con Jesús. ¿Habrá sido consciente de ello? Tal vez no. Tal vez es solo la voluntad de un pecador, que busca ser perdonado, que busca trasformar su vida. Ese momento llega a su plenitud cuando Jesús le dirige la palabra diciéndole:

 “—Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que quedarme en tu casa.” (Lucas 19, 5) En esta afirmación proclamada por Jesús se hace presente la Gracia y la misericordia de Dios, encarnada en palabras humanas. Palabras de amor, de confianza, de aceptación. 

El Dios que llamo a Abraham para salir de Ur de los caldeos en Génesis 12, es el Dios que una y otra vez muestra su rostro empático a un descendiente suyo.  “Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19,10) Es Dios que viene para quedarse en la casa de zaqueo. Para la multitud un corrupto, pecador. Para Jesús un amigo, uno de los suyos. 

Zaqueo hizo un esfuerzo muy grande para encontrarse con Jesús. Su baja estatura, la multitud aglutinada, eran las barreras que le impedían llegar a Él. ¿Cuántas personas como Zaqueo necesitan con urgencia encontrarse con Jesús para que Él habite en su hogar y en

su vida? Quizás sean muchos los que como Zaqueo busquen a Dios. Pero muchos más los que impiden dicho encuentro como la multitud. Como los que se quejan porque Jesús decide quedarse en la casa de un pecador. Son los mismos que miran hacia atrás en los bancos de las iglesias cuando viene alguien desconocido al culto, o incluso peor aun cuando llega alguien que hace mucho que no viene. “- Y este, no vienen nunca y ahora aparece”, “- se atreve a venir a la iglesia, como si no supiéramos la fama que tiene.” Quizás para muchos hermanos y hermanas que lean esta predica estas palabras les resulte conocidas. 

Una vez más la tensión de entre Ley y Evangelio. La Ley que delimita lo que es correcto, lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. El rico de la primera historia que dijo ¿Qué “debo” hacer para alcanzar la vida eterna? (Lucas 18,18) y el obrar de Zaqueo, que voluntariamente busca ser restaurado para poder cumplir la ley nuevamente, no por obligación, sino por convicción, Porque ha sido abrazado por el Evangelio “—Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo; y si le he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más. (Lucas 19, 7) 

Querida hermanos y hermanas. El evangelio viene a cada uno de nosotros en una persona; Jesucristo, el Dios vivo y presente que viene para quedarse y morar en nuestra vida, en nuestro hogar. Y aunque haya muchas barreras que lo impidan, aun con nuestras limitaciones, Él llega a nosotros para que seamos su anfitrión y Él nuestro invitado. 

Querido Dios, Tu que te haces presente una y otra vez, en medio de nuestras limitaciones, de nuestra realidad pecadora, pon en nosotros un corazón humilde, para que con convicción podamos acercarnos a ti como lo hizo Zaqueo. Que tu amor nos abrace, nos renueve y nos transforme en servidores de tu reino. Amén 



Vicario Raul Müller
Hohenau, Paraguay
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