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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Tercer Domingo de Pascua, 06.04.2008

Sermón sobre Lucas 24:13-35, por Edgar Moros-Ruano

 

EN EL CAMINO DE EMAÚS

•1.      El encuentro en el camino

Jesús ha sido crucificado, y está muerto y sepultado.  Han pasado tres días desde esos terribles eventos.  Estos discípulos de nuestro pasaje van saliendo de Jerusalén, hablando tristemente sobre lo que ha sucedido.  Van andando hacia EMAÚS una aldea que quedaba como a once kilómetros de Jerusalén. Resalta el hecho de que estaban muy tristes-  El Cristo resucitado se une a ellos en su caminar.  El resucitado es sensible a su tristeza: "¿por qué estáis tan tristes?"  Pero la propia tristeza no les permitía reconocer a aquél que se les unió en el camino. También su estado mental ante la muerte de Jesús-desesperanza, pérdida de sentido de la vida: "nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel"-ahora no hay sino desesperanza.

Pocas expresiones reflejan tanta tristeza como este pretérito imperfecto de la esperanza en boca de los discípulos de Emaús.  En esas pocas palabras reconocen haber esperado con una gran esperanza que ya han perdido.  Una esperanza que había llenado toda su vida.  Porque ellos lo habían dejado todo por seguir a Jesús.  Habían dejado su pueblo, su casa, su familia, su trabajo, sus pocas comodidades..., todo, por una promesa del Nazareno.  Nadie como aquel profeta de Nazaret había movilizado tantas ilusiones, tanta esperanza, tanto entusiasmo.  Ellos habían creído y esperado hasta la muerte.  Incluso más allá de la muerte, habían esperado tres días más por si era verdad lo que no podían creer: que resucitaría al tercer día.  Por eso, al tercer día, sin esperar más, desesperados, quisieron poner tierra de por medio y olvidar para siempre aquel triste y hermoso episodio de su vida.

El camino a Emaús es el camino de la vida. Jesús se acerca, acompaña a sus discípulos en medio de su situación existencial.  Así también el resucitado está con nosotros, camina con nosotros, en medio de nuestras dudas, nuestras tristezas, nuestras angustias, nuestros pensamientos y conversaciones.

  1. Estos caminantes eran discípulos del maestro, conocían a Jesús y sus obras, lo conocían como profeta poderoso.  De estos dos discípulos sabemos el nombre de uno de ellos, Cleofás.  Habían oído de los testimonios sobre la resurrección-las mujeres y algunos de los discípulos, pero evidentemente no les habían creído.  El dolor y la tristeza no les permitían aceptar algo tan sobrenatural, aun cuando Jesús lo hubiera anunciado de antemano.  No podían aceptar tal testimonio ya que no habían tenido la vivencia de la resurrección. 
  2. Jesús les abre las escrituras-interpretación de la ley y los profetas a la luz del

Cristo, cristo-céntrica. 

  1. En Emaús-Jesús hizo como que iba más lejos-le conminan a quedarse con ellos-hospitalidad de la época. Jesús es invitado y rogado: quieren que se quede con ellos.  El que acepta la invitación debe, conforme a la usanza oriental, hacerse de rogar y ser forzado amablemente.
  2. Le reconocen en la fracción del pan-les fueron abiertos los ojos.  Jesús se

sienta a la mesa con los dos discípulos y asume la función que le corresponde como  invitado,  la fracción del pan, gesto propio del padre de familia. Luego Él desaparece. Físicamente ya no es necesario que permanezca con ellos, pero ciertamente se queda con ellos, en sus corazones, en sus vidas ahora definitivamente transformadas.  El encuentro con el resucitado, la experiencia con el resucitado se traduce en testimonio a otros-en seguida regresan, ya de noche a Jerusalén, a contarles a los otros de su experiencia con el resucitado.

  1. Las Escrituras y la Eucaristía aparecen como los elementos indispensables para

el encuentro con el Señor.  En la Eucaristía, el Señor se hace presente, y la interpretación de las Escrituras  lleva a un conocimiento cada vez más profundo del Mesías.

 

QUÉDATE (Florentino Ulibarri)

 

 

Quédate, Señor, que se hace ya tarde

Que el camino es largo y el cansancio, grande.

 

Quédate a decirnos tus vivas palabras

Que aquietan la mente y encienden el alma.

 

Mantén en ascuas nuestro corazón torpe,

Disipa nuestras dudas y temores.

 

Míranos con tus ojos de luz y vida,

Devuélvenos la ilusión perdida.

 

Lava las heridas de estos pies cansados;

Despiértanos vida con gestos humanos.

 

Quédate y límpianos rostro y entrañas;

Quema esta tristeza, danos esperanza.

 

Quédate, Señor, comparte nuestras viandas

Y muéstranos, paciente, tus enseñanzas.

 

Pártenos el pan  de tu compañía;

Ábrenos los ojos de la fe dormida.

 

De tus palabras cuelga lo que buscamos,

Lo hemos visto caminando a tu lado.

 

Quédate y renueva valores y sueños;

Danos tu alegría y tu paz de nuevo.

 

Condúcenos siempre al mundo, a la vida,

Para ver tu rostro en rostros cada día.

Quédate Señor, que se hace ya tarde,

Que el camino es largo y el cansancio, grande.

 



Edgar Moros-Ruano
Mérida, Venezuela
E-Mail: emruano@yahoo.com

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