EN EL CAMINO DE EMAÚS
•1. El encuentro en el camino
Jesús ha sido crucificado, y está muerto y sepultado. Han pasado tres días desde esos terribles eventos. Estos discípulos de nuestro pasaje van saliendo de Jerusalén, hablando tristemente sobre lo que ha sucedido. Van andando hacia EMAÚS una aldea que quedaba como a once kilómetros de Jerusalén. Resalta el hecho de que estaban muy tristes- El Cristo resucitado se une a ellos en su caminar. El resucitado es sensible a su tristeza: "¿por qué estáis tan tristes?" Pero la propia tristeza no les permitía reconocer a aquél que se les unió en el camino. También su estado mental ante la muerte de Jesús-desesperanza, pérdida de sentido de la vida: "nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel"-ahora no hay sino desesperanza.
Pocas expresiones reflejan tanta tristeza como este pretérito imperfecto de la esperanza en boca de los discípulos de Emaús. En esas pocas palabras reconocen haber esperado con una gran esperanza que ya han perdido. Una esperanza que había llenado toda su vida. Porque ellos lo habían dejado todo por seguir a Jesús. Habían dejado su pueblo, su casa, su familia, su trabajo, sus pocas comodidades..., todo, por una promesa del Nazareno. Nadie como aquel profeta de Nazaret había movilizado tantas ilusiones, tanta esperanza, tanto entusiasmo. Ellos habían creído y esperado hasta la muerte. Incluso más allá de la muerte, habían esperado tres días más por si era verdad lo que no podían creer: que resucitaría al tercer día. Por eso, al tercer día, sin esperar más, desesperados, quisieron poner tierra de por medio y olvidar para siempre aquel triste y hermoso episodio de su vida.
El camino a Emaús es el camino de la vida. Jesús se acerca, acompaña a sus discípulos en medio de su situación existencial. Así también el resucitado está con nosotros, camina con nosotros, en medio de nuestras dudas, nuestras tristezas, nuestras angustias, nuestros pensamientos y conversaciones.
Cristo, cristo-céntrica.
sienta a la mesa con los dos discípulos y asume la función que le corresponde como invitado, la fracción del pan, gesto propio del padre de familia. Luego Él desaparece. Físicamente ya no es necesario que permanezca con ellos, pero ciertamente se queda con ellos, en sus corazones, en sus vidas ahora definitivamente transformadas. El encuentro con el resucitado, la experiencia con el resucitado se traduce en testimonio a otros-en seguida regresan, ya de noche a Jerusalén, a contarles a los otros de su experiencia con el resucitado.
el encuentro con el Señor. En la Eucaristía, el Señor se hace presente, y la interpretación de las Escrituras lleva a un conocimiento cada vez más profundo del Mesías.
Quédate, Señor, que se hace ya tarde
Que el camino es largo y el cansancio, grande.
Quédate a decirnos tus vivas palabras
Que aquietan la mente y encienden el alma.
Mantén en ascuas nuestro corazón torpe,
Disipa nuestras dudas y temores.
Míranos con tus ojos de luz y vida,
Devuélvenos la ilusión perdida.
Lava las heridas de estos pies cansados;
Despiértanos vida con gestos humanos.
Quédate y límpianos rostro y entrañas;
Quema esta tristeza, danos esperanza.
Quédate, Señor, comparte nuestras viandas
Y muéstranos, paciente, tus enseñanzas.
Pártenos el pan de tu compañía;
Ábrenos los ojos de la fe dormida.
De tus palabras cuelga lo que buscamos,
Lo hemos visto caminando a tu lado.
Quédate y renueva valores y sueños;
Danos tu alegría y tu paz de nuevo.
Condúcenos siempre al mundo, a la vida,
Para ver tu rostro en rostros cada día.
Quédate Señor, que se hace ya tarde,
Que el camino es largo y el cansancio, grande.