Filipenses 4,1-9

Filipenses 4,1-9

Filipenses 4,1-9 | Stella Maris Frizs |                                           

El apóstol Pablo escribió esta carta estando en prisión. Y lo hace con el fin de agradecer una ayuda económica que los filipenses le habían hecho llegar por medio de un cristiano llamado Epafrodito (4,10-20)

Pero aprovecha también para dar algunas instrucciones a esta comunidad que tanto estimaba. Entre otras exhortaciones les dice que los cristianos deben vivir de acuerdo con el evangelio. Les recomienda vivir en armonía y humildad. En ese sentido, nuestro texto no tiene desperdicio. Es una porción de una carta llena de advertencias, consejos, sugerencias, pedidos…

Habla de la unión, de la alegría, de la bondad, de la oración, de la paz.

El primer versículo ya nos hace ver el grado de relación que había entre Pablo y los filipenses. “Queridos hermanos”, “amados míos”, “ustedes son mi alegría y mi premio”. “Deseo tanto ir a verlos”. Son palabras cariñosas que reflejan el profundo afecto que Pablo siente por los cristianos filipenses. Decir que son su “premio” (corona) es una manera de expresar su completa satisfacción por el resultado de un trabajo bien hecho. Por el testimonio eficaz de su ministerio. “Sigan firmes en el Señor”.

Luego debemos distinguir entre recomendaciones particulares y generales.

Dos mujeres que habían luchado junto a Pablo, Clemente y otros en el anuncio del evangelio, estaban teniendo problemas. Así que Pablo le pide a su fiel compañero de trabajo que intervenga y ayude a estas hermanas que tanto habían colaborado en la difusión de la buena noticia.

(No sabemos quién era este fiel compañero. Hay muchas suposiciones: ¿Epafrodito?, ¿Timoteo?, ¿Silas?, ¿Lucas?, ¿o algún dirigente o ministro fiel de la Iglesia de Filipos?)

El pedido de Pablo suena a súplica. Les ruega a estas dos mujeres que dejen atrás su conflicto para poder ver las cosas de la misma manera y trabajar en armonía. Es evidente que Evodia y Síntique no sienten lo mismo. Así que deberán enfrentar el dilema (con la ayuda del fiel referente de Pablo) de manera tal que puedan trabajar juntas en la obra del Señor. Era necesario restaurar los vínculos no solo para seguir creciendo en lo personal, sino también para seguir siendo un buen ejemplo para los demás.

En las recomendaciones generales hay un doble llamado a la alegría o al gozo. La palabra alegría se repite con frecuencia y aquí, al pronunciarlo dos veces es para enfatizar la importancia de ese don, fruto del Espíritu (Gal 5,22). La alegría es una disposición del alma, motivada por la obra que Dios hizo en Cristo. Así que, independientemente de las circunstancias adversas que se pueda estar viviendo (cárcel), la presencia del Cristo vivo debe generar siempre ese sentimiento en la vida de todo cristiano.

Luego, Pablo habla de la cercanía del Señor. Puede tener un sentido escatológico ya que en I Tes 5, 2 dice: “Ustedes saben muy bien que el día del regreso del Señor llegará cuando menos se lo espere, como un ladrón que llega de noche”. O puede referirse a un Señor que está presente para ayudarles a los filipenses en sus adversidades.

“No se aflijan (angustien) por nada”. Jesús ya había hecho alusión al respecto (Mt 6,25ss). Tanto para Pablo como para Jesús las aflicciones son consecuencia de la falta de confianza en Dios. No significa que no hemos de preocuparnos por las cosas esenciales de la vida (comida, bebida, ropa…). Sino que hemos de ocuparnos de cultivar, por un lado, el sentido de responsabilidad para una justa distribución de todo lo necesario para vivir esa vida abundante que Jesús vino a ofrecer. Pero, por otro lado, cultivar una vida espiritual que nos posibilite vivir más tranquilos y en paz.

Aquí es donde la oración juega un papel importante. Pedir y agradecer.

La oración nos ayuda a descargar el peso de nuestras aflicciones. Nos ayuda a entender que no necesitamos pre-ocuparnos tanto, si confiados le presentamos todas nuestras inquietudes a Dios. No somos autosuficientes. Dependemos de nuestro Creador, a quien también le debemos gratitud por todo lo que ha hecho, por todo lo que somos y por todo lo que tenemos.

Y eso genera paz. Una paz que el mundo no conoce. Una paz que la da Dios como un don y que también es fruto del Espíritu.

Paz que va más allá de la ausencia de conflictos. Paz que es bálsamo porque alivia el sufrimiento, cura las heridas, armoniza las relaciones.

Paz que nos alcanza en lo más profundo, que nos reconcilia con nosotros y nos hace capaces de amar cuando nos amamos.

Paz que nos hace llevar una vida ética y nos hace ordenar nuestros pensamientos y buscar lo que es verdadero, lo que es digno de respeto, lo recto, lo puro, lo agradable, lo que tiene buena fama. Y tantas virtudes más.

Finalmente el apóstol pone su propia vida como ejemplo de lo que debería ser la vida de un cristiano. Pablo no está proponiendo que lo imiten como ejemplo de lo que es perfecto, sino como alguien que está en la búsqueda.

“No quiero decir que ya lo haya conseguido todo, ni que ya sea perfecto; pero sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo…” (3,12)

Si estamos unidos a Cristo, si hay unión, si hay alegría, si hay bondad, si hay oración, es hora de actuar.

Es una gran deuda que tenemos. El hacer no siempre va acompañado del decir (enseñar).

Querida comunidad:

El apóstol Pablo nos deja por medio de esta carta una gran enseñanza:

Si hay situaciones conflictivas que resolver, buscar un referente conocedor del problema para mediar y buscar la reconciliación. Para que la obra evangelizadora no se detenga, hay que deponer egoísmos, aunar criterios, trabajar juntos, acompañar los procesos de restauración a fin de construir una iglesia que siga propagando la buena noticia.

Si hay roces y contiendas, faltará la alegría. La alegría es una nota característica del Reino (ver parábolas de Lc 15). Cuando hay arrepentimiento y regreso, cuando lo perdido es encontrado, cuando lo que parecía muerto, vuelve a vivir: hay alegría en el Reino de Dios.

Un Reino por el que debemos seguir orando para que todos esos valores que menciona Pablo (verdad, respeto, rectitud, paz…) sean una realidad.

Debemos seguir orando por aquello que hoy tanto nos aflige y desconcierta.

Por la soledad que ya no pesa, porque duele. Por los miedos que inmovilizan, paralizan y obsesionan….

Pero sin dejar de agradecer por quienes arriesgan su propia vida para salvar la de otros. Por quienes ponen una cuota de optimismo y esperanza en medio de la incertidumbre y la confusión…

Y finalmente, si somos capaces de llevar a la práctica todas las enseñanzas bíblicas, el Dios de paz estará con nosotros, y esa paz cuidará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús. Amén.

P. Stella Maris Frizs

Basavilbaso – Entre Ríos

stellafrizs@hotmail.com

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