Pentecostés

Pentecostés

Pentecostés – 31.5.2020 | Juan 14:15-21 (Leccionario Danés) | Joel Nagel |

La promesa de Jesús, de enviarnos el Espíritu consolador/defensor, es una hermosa buena noticia, en medio de una Fiesta de Pentecostés que, al menos en Argentina, nos encuentra en nuestros hogares y no en nuestras comunidades de fe, como acostumbrábamos.

La pandemia del Coronavirus nos ha llevado a replantearnos nuestra vida cotidiana. Y también la forma de ser iglesia en este tiempo tan particular.

Cuántas actividades eclesiales que estaban programadas tuvieron que ser canceladas. Más de dos meses con los bancos de la iglesia y otros espacios vacíos.

En la sociedad hay preocupación, desesperanza, angustia. Y pienso que quizás no haya sido tan diferente para los discípulos hace casi 2000 años atrás.

Jesús se está despidiendo de ellos, pero no quiere dejarlos huérfanos de su amor y presencia. Si aman a Jesús podrán cumplir sus mandamientos, y la promesa del Espíritu en medio de ellos se hará realidad.

Con sus diferencias, sus idas y vueltas, está claro -luego de tanto tiempo- que los discípulos amaron profundamente a Jesús, cumpliendo así sus mandamientos. Y ese amor se materializó en gestos y acciones concretas hacia los demás. Fue un testimonio de su fe en el Resucitado.

En todo esto, estuvo presente el Espíritu, para consolarlos, defenderlos y abogar por ellos. Y así continuó a lo largo de la historia.

Hoy nos toca transitar esta pandemia, que ha sacudido los cimientos donde se asentaba nuestra cotidianeidad.

Esta situación está llevando a re-ver nuestra forma de ser comunidad en la distancia. Las puertas de la iglesia pueden estar cerradas, pero no así las puertas de nuestro corazón. Y tampoco puede quedar encerrada nuestra fe.

A través de internet y otros medios buscamos acercar las distancias, compartir nuestras vidas y seguir dando testimonio del amor de Dios. Y aunque es cierto que lo digital ayuda, pero no suple el encuentro de los hermanos y hermanas, también es cierto que son los medios que utilizamos movidos por el amor y acompañados por el Espíritu.

En esta Fiesta de Pentecostés tan especial, necesitamos la presencia de ese Espíritu que reanime nuestros ánimos alicaídos y que nos defienda sobre toda tentación de querer bajar los brazos.

Porque es en medio de estas necesidades donde el Resucitado se hace presente para no abandonarnos y, a través de su Espíritu, insuflarnos la fortaleza necesaria para seguir amando y compartiendo ese amor con los demás.

Es posible que toda esta crisis nos sirva para recrear una iglesia nueva. Una iglesia que se sienta acompañada por el Espíritu, una iglesia más abierta a otras formas de relacionarnos y dispuesta a arriesgarse a la hora de dar testimonio.

Algo parecido a lo que tuvieron que vivir los discípulos de Jesús hace ya tiempo.

Pero en todo esto, no debemos olvidar lo importante, lo que nos moviliza, lo que nos da la fuerza para ser dinámicos, en medio de una sociedad que se ha detenido: que la promesa del Espíritu se hace presente en estos momentos de incertidumbre y necesidad.

Jesús no nos abandona, a través del Espíritu nos quita nuestra sensación de orfandad, para recordarnos que formamos parte de su cuerpo, de su resurrección, de la vida nueva, eterna y plena.

Este Pentecostés nos recuerda que no estamos solos/as, sino que el Espíritu nos une, salvando así toda distancia física. El Espíritu nos consuela como individuos y como comunidad. El Espíritu viene para recrearnos, sintiendo su presencia en medio de nuestras dudas.

Es cierto, este año celebramos Pentecostés en nuestros hogares, pero nos volvemos iglesia, somos comunidad en el Espíritu que viene a nuestras vidas para fortalecernos y animarnos a redescubrirnos como creyentes.

Y tal como la promesa del Cristo Resucitado se vuelve realidad, en la presencia y acompañamiento del Espíritu, también nosotros y nosotras estamos movidos a dar testimonio de esa presencia, que viene a llenar nuestros corazones con su amor, para vencer nuestros miedos y encierros.

Que en esta Fiesta del Espíritu Santo, podamos renacer como una iglesia nueva, aceptando y encarando los desafíos del presente. Una iglesia que no permanece estática e inmutable frente a la realidad, sino que se reforma y sale al encuentro de lo que le toca vivir.

Una iglesia anclada en el amor al Resucitado, quien libera su poder testimonial, en la seguridad de no estar solos/as, sino acompañados/as por aquél Jesús que, en su amor, nos dio el Espíritu de consuelo y defensa, que nos guía y acompaña, manteniéndonos unidos como hijos e hijas del Dios de la vida, testigos de su amor y salvación que nos recrean.

¡Feliz Pentecostés! Amén.

 

Joel Nagel

Pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata

al servicio de la Iglesia Danesa en Necochea

7630, Necochea, Argentina

joel_nagel1@hotmail.com

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