AMOR Y ALEGRÍA: DONES …

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AMOR Y ALEGRÍA: DONES …

AMOR Y ALEGRÍA: DONES DEL ESPÍRITU | MENSAJE: San Juan 15:7-17 | 09.05.2021 | Stella Maris Frizs |

Queridas hermanas/queridos hermanos:

Los versículos propuestos para este domingo del Evangelio de Juan, capítulo 15, se enmarcan dentro de un texto mayor donde aparece la imagen de la vid verdadera.

Es imposible no hacer referencia a los versículos previos donde Jesús mismo se identifica con esa vid y donde nosotros todos formaríamos las ramas. La unión de las ramas con la vid es la condición para fructificar.

Este es un texto muy conocido, fácil de comprender. Ninguna rama puede vivir separada del tronco. Por lo tanto, tampoco puede fructificar; como tampoco ningún miembro puede vivir separado del cuerpo y ser fecundo.

 

Quisiera detenerme en un verbo que aparece varias veces y es el verbo PERMANECER. Es necesario permanecer unidos a Cristo, permanecer fieles a sus enseñanzas, permanecer en el amor, permanecer en la alegría…

¿Qué significa permanecer? Parecería que es un verbo estático, inmóvil.

(durar, resistir, aguantar)

Si digo “permanezcan de pie o sentados” es una manera de decir “no se muevan”. ¿Significa entonces que debemos permanecer dónde estamos? ¿Qué nada debemos cambiar? ¿Qué las cosas siempre han sido así? ¿Qué no debemos perder la tradición, las costumbres, las prácticas…?

  1. Todo lo contrario. La imagen de la vid nos muestra, no solo que hay vida, sino movimiento, germinación, brotación /retoño, floración, fructificación.

Ningún día es igual que otro…

Permanecer unidos a Cristo, firmes en nuestro Bautismo, fieles a sus enseñanzas es justamente lo que nos saca de la inercia, de la pereza, del letargo, de la pasividad.

La unión con Cristo, el poder nutrirnos de su savia (o sea su Espíritu) es lo que nos permite crecer, cambiar, transformarnos, aprender, sufrir o alegrarnos como discípulos de  aquel que nos llamó a seguirlo (y fructificar)

Entonces permanecer no es detenerse, sino avanzar, progresar, acompasarnos al ritmo de las transformaciones y los cambios que se van dando en la Iglesia y en la Sociedad (más rápido de lo que imaginamos).

Hace algunos años atrás estábamos muy lejos de la tecnología y las redes sociales que hoy nos conectan al instante. Y cuánto ha servido en un tiempo que prohíbe lo presencial!!!

Qué bueno es poder afirmar que el tronco sigue siempre vivo y que le han crecido muchas ramas y le seguirán creciendo. Qué bueno es poder decir siempre de nuevo: “hemos fructificado”, “hemos sido productivos”…

Tal vez algunas semillas ya cayeron en tierra para que puedan nacer nuevas plantas. Pero esa es la ley de la vida. Lo importante es que la semilla no se pierda.

El permanecer unidos al tronco, alimentándonos de sus enseñanzas, tratando de ser fieles y obedientes a su Palabra, nos hace decir: ¡Cuánto hemos crecido!

¡Cuánto hemos aprendido! No ha sido en vano sostener la adhesión a quien nos nutre de su savia, de su energía, de su amistad…

La unidad, queridos hermanos, nos lleva a pensar en la comunidad. (Lamentablemente esta pandemia nos vuelve individualistas: nos aísla, nos separa, nos encierra y nos impide el contacto). Pero en comunidad renovamos nuestra fe, alimentamos el espíritu, nutrimos nuestra alma a través de la cena, obtenemos el perdón de los pecados, nos sentimos consolados y desafiados por la palabra. …“Amarnos los unos a los otros” es el gran mandamiento y el gran desafío. Y permanecer en ese amor es lo que produce en nosotros y en Jesús profunda alegría.

 

Por eso quiero detenerme en estas dos palabras que aparecen en el texto. Una de ellas es AMOR, don del Espíritu. Permanecer en Cristo es permanecer en el amor.

El amor en la Biblia no se limita a algo puramente sentimental o romántico. No alcanza con ser buenas personas o portarse bien. Es cuidar, defender, proteger, no callar.

El amor que Jesús quiere transmitir es el amor hecho acción, que trasciende, que no tiene límites, que no discrimina. Por eso en el versículo 13 dice: “No hay mayor amor que dar la vida por sus amigos”. Un amor hecho entrega, un amor que se da, que se ofrece, que no repara en tiempo y costos…Permanecer en Cristo es también permanecer en su amistad, donde no hay secretos, y sí confianza, confidencia, complicidad…

“Ya no los llamo siervos o esclavos” porque el esclavo no sabía lo que hacía su amo y tampoco podía acercarse a él. Le debían obediencia ciega, sin conocer la razón de las órdenes que daban  sus “señores”.

Permanecer en Cristo nos lleva indefectiblemente al segundo don del Espíritu, la ALEGRÍA. La alegría ya estuvo presente en el momento mismo del nacimiento de Jesús. Aún en medio de circunstancias difíciles, la noticia de los ángeles llenó de alegría a los humildes pastores y no la pudieron contener. Esa es la razón por la que se ponen en camino para vivirla, sentirla, compartirla.

La alegría (que además de ser don del Espíritu) es un estado del alma, es un sentimiento que no se puede contener, ni ocultar porque contagia, desborda. Pero también sana. (Porque se exterioriza/ no como el dolor que a veces disimulamos/ocultamos).

Alguno rápidamente dirá ¿Cómo se hace? ¿Cómo alegrarse en medio del dolor y de tantas muertes? ¿Cómo vencer la tristeza que se apodera de nosotros en este tiempo de pandemia, que nos sumerge en una profunda soledad y depresión?

No hay una fórmula. No hay recetas. No hay respuestas que terminen de convencer.

Pero el ejemplo de algunas personas puede ayudarnos:

-Veamos los profetas (Isaías, Jeremías) y la ingrata tarea de tener siempre que denunciar pero Dios los anima y así Isaías puede anunciar: “Cielo, grita de alegría, tierra llénate de gozo, montañas lancen gritos de felicidad porque el Señor ha consolado a su pueblo”…(49:13)

-La alegría del Reino, donde hay fiesta después de cada pérdida/encuentro (Lc 15)

-Cuando Jesús les comunica su alegría a los discípulos (para que su alegría sea completa) va camino a la cruz.

-El apóstol Pablo cuando escribió a los Filipenses: “Alégrense, repito, alégrense…” estaba preso (cárcel).

-Cuando Bethoven escribe el Himno a la Alegría ya padecía sordera

-Cuando la Madre Teresa de Calcuta dijo: “Tal vez no podamos dar mucho, pero siempre podemos brindar la alegría que brota de un corazón lleno de amor” lo dijo (o escribió) cuando trabajaba en la India con leprosos.

Qué nos muestra esto? Que la alegría está dentro de nosotros.

También es cierto que algunas corrientes pietistas, fundamentalistas han influenciado fuertemente a odiar el cuerpo y cultivar el espíritu, han condenado el baile y reprimido la risa. (Cantos fúnebres o cantos donde solo se esperaba la otra vida: “De este mundo líbrame, de este mundo líbrame”)

No es así que el Culto de Viernes Santo convoca más gente que el de Pascua?

No es así que las noticias trágicas de muertes y asesinatos captan mayor la atención que las buenas noticias?…

La alegría, queridos hermanos y hermanas surge desde adentro. Es esa sensación de paz, bienestar, profunda satisfacción. Es algo grato, indescriptible. Es dicha, es júbilo, es gozo, es plenitud. La alegría no surge espontáneamente. Es una búsqueda, es un trabajo interior que hay que ir madurando, es un camino a recorrer.

Muchas veces esperamos que venga de afuera. Nos dejamos seducir por ofertas, por promesas, por publicidades que nos ofrecen la eterna felicidad.

Pero nada de eso permanece.

Por eso la recomendación final del Evangelio y de Jesús en este domingo es el permanecer en su alegría, esa que dura para siempre.

Que Dios nos permita disfrutar de la alegría, no de la alegría superficial y pasajera, sino de la que permanece en nuestras vidas y de la que somos capaces de compartir.

Que Dios nos ayude a poner en práctica el mandamiento del amor. El amor hecho acción, el que nos proyecta al futuro donde triunfa la vida. Porque solo el amor permanece para siempre. (I Cor 13,8) Amén.

P. Stella Maris Frizs

Basavilbaso- Entre Ríos

Argentina

stellafrizs@hotmail.com

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