Jesús nos llama

Home / Bibel / Novo Testamento / 01) Mateus / Jesús nos llama
Jesús nos llama

1° Domingo después de Trinidad – 14.6.2020 | Mateo 9,35-38; 10,1-4 | Stella Maris Frizs |

Querida comunidad:

nuestro texto nos muestra a un Jesús sensible que une palabra y acción.

Por un lado enseña, anuncia la buena noticia del Reino de Dios; y por otro lado, cura toda clase de enfermedades y dolencias. Es decir, no se limita solo a anunciar el mensaje, sino que lleva a la práctica esas enseñanzas.

Su sensibilidad le permite ver y compadecerse de quienes estaban abatidos, cansados, desorientados. Sin lugar a dudas, la tarea era vasta, amplia; razón por la cual elige a los apóstoles o discípulos quienes serán sus colaboradores en el presente y los continuadores de la misión en el futuro.

 

Pero, ¿qué es lo que realmente ve Jesús?

Ve gente oprimida, confundida, agobiada, desvalida. Los líderes religiosos de aquella época, lejos de ofrecer orientación, consuelo, fuerzas; los cargaban con el yugo insoportable de la ley (ver Mateo 11,28-30).

La fe de aquella gente no era el resultado espontáneo de quien en gratitud responde por el anuncio de la Buena Nueva. Era más bien algo forzado, obligado, vivido como contradictorio: “Haz lo que digo, pero no lo que hago” (“Cuídense de los maestros de la ley…que despojan de sus bienes a las viudas, y para disimularlo hacen largas oraciones…” Marcos 12,38ss).

 

Jesús tenía una mirada amplia, profunda, llena de misericordia, viendo más que simplemente las manos impuras por no haber cumplido con el rito de la purificación (Marcos 7, 1ss).

Jesús ve el corazón de aquellos considerados “pecadores perdidos” por parte de los dirigentes religiosos.

A Jesús siempre lo movió el amor. Un amor que es capaz del sacrificio con tal de salvar a los marginados y despreciados de entonces y del presente.

La palabra “compasión” es más que lástima. Se deriva del sustantivo griego “entrañas”. Es decir, era una compasión entrañable que lo (con)mueve hasta lo más profundo de su ser. Sería como hacer propio el dolor ajeno.

 

Había entonces muchas situaciones de dolor, sufrimiento, tristeza, necesidad, soledad, desamparo, exclusión que “retorcían” las entrañas de Jesús y que lo impulsaban a llevar alivio y contención a aquellos pobres infelices.

 

Su mirada le permite ver una gran necesidad. Una enorme cosecha. Por eso llama a los doce discípulos. ¿Por qué doce? Porque doce eran las tribus de Israel y ahora Jesús está pensando en un nuevo pueblo de Dios, renovado, y viviendo de acuerdo a sus enseñanzas.

Aquellos doce eran simples hombres, trabajadores comunes. No eran intelectuales y tampoco tenían formación académica. No pertenecían a una clase social alta y tampoco eran estrictos cumplidores de la ley. Pero escuchan la palabra de Jesús, creen en él y optan por seguirlo a pesar de los temores y vacilaciones en un principio.

 

¿Para qué los elige? Para que lo acompañaran; para que aprendieran de él; para que fueran sus amigos y sus testigos, embajadores de sus palabras, su vida y sus obras.

 

En verdad, los discípulos eran una buena mezcla. Al menos cuatro eran pescadores, uno era publicano, cobrador de impuestos, otro era cananeo, otro zelote y otro más tarde se convertiría en traidor. Eso muestra que no eran perfectos.

Increíblemente y a pesar de las diferencias pudieron convivir en paz. Una réplica de lo que sucede hoy en nuestras comunidades: cada uno con su historia de vida, con personalidades distintas, pero unidos por el mismo amor hacia aquel que llama y envía.

 

Jesús sigue llamando, convocando, invitando. Pero no obliga. En nosotros está esa libertad de aceptar o rechazar la invitación.

Jesús sigue necesitando discípulos y discípulas, personas de mente abierta y corazón dispuesto, con el deseo de aprender para poder servir.

Jesús nos llama. No por nuestros méritos o porque nos hemos ganado el cargo o título, sino porque tuvo compasión de nosotros y porque envió a otros que nos hablaron de él y de su Reino.

 

Es verdad que a veces nos sentimos como esas ovejas heridas, desorientadas y confundidas, que esperan en Jesús (el Buen Pastor) la ayuda necesaria en nuestra fragilidad y dependencia.

Pero por otro lado, Jesús nos desafía a ser esos trabajadores que salen al encuentro de los sufridos y dolidos. Tarea permanente. Tarea que no acaba. Porque impartir fe y anunciar el Reino en toda su plenitud, no tiene fin.

Por eso debemos pedir (orar) para que el dueño de la cosecha envíe siempre y de nuevo más trabajadores.

Si Jesús caminara hoy por pueblos y aldeas experimentaría la misma compasión. Miles se debaten en el hambre, la enfermedad, la violencia y buscan algún “pastor” caritativo que les de alimento, refugio, esperanza mientras lobos rapaces disfrazados de corderos miran con codicia y ambición o se disputan vidas carentes de lo más básico.

 

Este debe ser un ruego permanente de la iglesia. Porque la multitud, la pobreza, la marginación sigue creciendo en las grandes ciudades y en los pueblos pequeños también. Gente cansada y abatida que necesita contención, consuelo y solidaridad.

La misión de la iglesia es actual. Aunque las circunstancias no son las mismas que en tiempo de Jesús, debemos hacerlo a su manera, siguiendo su estrategia.

Él busca, él llama, él enseña, él capacita, él anuncia la buena noticia, él cura, él envía.

Aquellas personas cansadas y desalentadas, sometidas por los gobiernos de turno, empobrecidas como ovejas que deambulan buscando mejor alimento, agua potable y mejores condiciones de vida, son las mismas dos mil años más tarde.

El desborde de Jesús, también es el nuestro. Hay situaciones que nos superan.

Por eso urge la convocatoria a más trabajadores.

Y así como Jesús preparó cuidadosamente a sus colaboradores inculcando principios éticos para responder a las enormes demandas, también hoy se hace imprescindible descubrir y realzar dones y capacidades para ponerlos al servicio del Reino siguiendo el ejemplo del maestro.

La misión de la iglesia es enseñar, vivir y servir a la manera de Jesús, donde el diferente tiene lugar, donde los desesperanzados encuentran esperanza, donde virtudes como el amor, la paz y la justicia prevalecen sobre el odio, la injusticia y la violencia.

Dios nos ayude a ser buenos y eficientes obreros en su viña. Amén.

 

Señor, dueño de la cosecha: danos valor y sensibilidad para hacer bien el trabajo. Danos entendimiento y habilidad para descubrir donde hay necesidad. Danos fortaleza y confianza para acompañar a los cansados. Afina nuestros oídos para escuchar el clamor de los que ya no pueden soportar el peso del dolor. Ayúdanos a ser justos en nuestros juicios para no condenar. Ilumina a muchos para que vengan a trabajar en tu obra y disfruten de esta hermosa pero desafiante tarea que tú pones en nuestras manos. Amén.

 

 

Recurso que puede ser útil:

 

APÓSTOL (Miguel Ortega)

 

“Ven y sígueme”, te ha dicho el Señor.

“Quiero hacerte pescador de hombres”.

Agradece sinceramente su llamado

y responde con generosidad a su invitación.

No tengas miedo de dejar tu barca

y empezar a caminar con Él.

No te llama para la angustia,

ni para la soledad ni la frustración.

No quiere Él, seguidores amargados

o discípulos de rostro triste.

Te invita a una aventura inmensa

y a ser para siempre un ser enamorado.

Te llama a gozar de su intimidad

y a participar de su confidencia.

Te invita a servir al mundo

y a luchar por la dignidad del ser humano.

Tienes un testimonio que muchos esperan

y una palabra que es urgente pronunciar.

Nada temas: ni el dolor, ni el fracaso,

ni la persecución, ni el llanto.

Él va contigo hasta el final.

Sus palabras están puestas en tus labios.

Déjate llevar por Él.

No te canses pensando qué vas a decir.

Recuerda que no te ha elegido por tu simpatía,

ni por tu bondad, ni por tu belleza o inteligencia.

Es al revés: te ha elegido por tu debilidad

para que seas capaz de manifestar su fuerza.

No lo olvides: por pura misericordia se fijó en ti.

Para que le entregues tu mirada, tu sonrisa,

tu cuerpo y tu vida.

Síguelo. La cosecha apura a los operarios.

 

Pra. Stella Maris Frizs

Basavilbaso – Entre Ríos

stellafrizs@hotmail.com

pt_BRPortuguês do Brasil