Ven tú conmigo a jugar

Home / Bibel / Novo Testamento / 06) Romanos / Ven tú conmigo a jugar
Ven tú conmigo a jugar

Romanos 11:25-36 | Pr. Michael Nachtrab |

 

Amado hermano y amada hermana en Cristo:

            quiero invitarte hoy a jugar un juego. Si bien ya tiene alrededor de 2000 años, siempre seguirá siendo un juego nuevo. Un juego que no se parece en nada a aquellos juegos que demasiado bien conocemos y que a esta altura ya nos deberían tener bastante cansados. Hablo de esos juegos en que necesariamente uno tiene que ser yunque para que el otro pueda ser martillo y así forjar uno su suerte a costa del otro. Son esos juegos que jugamos tanto en la familia como en la escuela, tanto en nuestros trabajos como en la iglesia. En todos lados y siempre nadie quiere quedarse abajo, todos quieren ponerse arriba de otro. No crees que es algo ridículo que hemos convertido estos juegos perversos en nuestra vida; que nos manejamos según las reglas de esos juegos tanto en la cama como en la guerra de modo que hasta el amor se ha convertido en un campo de batalla. Cuanta sangre ha de derramarse aún hasta que entendamos que los juegos que jugamos no solamente son demasiado violentos y sangrientos sino también que los hemos tomado demasiado en serio. Son juegos, pero no deberían ser nuestra vida.

            El juego al que te invito es el mismo juego a que Pablo invitó a la comunidad de Roma. Y si me preguntas que tipo de juego es, entonces te puedo decir que efectivamente se parece de cierto modo a aquellos juegos en que se debe escapar de una habitación. Para lograr el escape dentro de un cierto límite de tiempo se necesita de ciertas destrezas mentales, hay que saber “pensar fuera de la caja” y se requiere de una buena comunicación dentro del equipo a la hora de resolver enigmas y armar rompecabezas. Eso es justamente lo emocionante de este tipo de juego: por un lado, hay que dejar de pensar como un jugador atrapado en una caja y pensar más bien como la mente maestra que ideó el juego y la caja; por el otro lado, sin embargo hay que actuar como un buen jugador de equipo y disponerse en cuerpo y mente a los co-atrapados.

            La mente maestra que ideó el juego al que te invito hoy pensó este juego realmente con su corazón. Se que, en principio, esto no nos hace más fácil el juego porque el corazón de otro es algo insondable, incomprensible para nuestra mente. ¡Cuanto más un corazón maestro! Para “pensar fuera de la caja” será necesario pensar con un corazón semejante al corazón que ideó al juego. Pero ¿sabes qué, hermano y hermana? Como la mente maestra pensó el juego con el corazón, efectivamente dejó su corazón en el juego. Sí, hay un corazón semejante al suyo en el juego y encontrarlo significa encontrar la llave para “escaparse de la habitación”.

            Ese corazón, que es clave, se parece a una perla de mucho valor escondido en un campo. Una cosa es saber que necesitamos – a vida o muerte – de esta perla que se encuentra en un determinado campo. Es como tener de parte de la mente maestra misma la promesa que efectivamente dejó su corazón en el juego y que ese corazón ha de tener que ver con la misericordia y la justicia: una misericordia y justicia más grande que la posición más alta que puedas obtener en los viejos y perversos juegos nuestro; una misericordia y una justicia tan profunda que parece ir siempre un metro más allá de los abismos en que caen o son empujados tantos jugadores de nuestros juegos; una misericordia y una justicia más amplía de lo que nosotros jamás podemos imaginar en todas las simulaciones más fantásticas en que buscamos convertir en nuestra vida.

            Pero otra cosa es conocer fehacientemente donde encontrar esa perla de mucho valor. Es como tener un mapa con un gran X que diga, que grite a viva voz: ¡Aquí está lo que buscas y necesitas! En ese caso solo hace falta apostar – todo o nada – a esa ubicación. Jugársela – como se dice en el Cono Sur latinoamericano. Y que fácil que es jugársela si sabes que lo que tienes en tu mano es básicamente el cumplimiento de la promesa de la misericordia y justicia grandísima, profundísima y amplísima.  

            Y hoy es tu día de suerte, porque no solo te invito a jugar sino también te doy el mapa que necesitas. Se llama el Evangelio de Jesucristo. Jesucristo es, en resumen, el sagrado y divino corazón que hemos de buscar y necesitamos encontrar. ¿Porque no decírtelo en sus propias palabras para que me creas?

            “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos y vista             a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año         agradable del Señor.” (Lucas 4:18-19)

            Y es precisamente lo que hizo este ungido con el mismísimo Espíritu de la mente maestra. Sanó enfermos, dio la vista a los ciegos, con su vida proclamó libertad a los cautivos y en cada mesa que compartió hizo habitar en familia a los solitarios de modo que en comunión puedan gozar de la bonanza celestial.

            Ahora bien, la mente maestra nos hace jugar con otro equipo – de cierta forma contrincante. Y ese otro equipo es obligado a jugar este juego al que yo te invito por una sola razón: el otro equipo conocía la promesa del corazón semejante al corazón maestro pero cuando se presentó ante ellos el cumplimiento de esa promesa, no se lo jugaron, no apostaron – todo o nada – a ese sagrado y divino corazón de Jesús. Simplemente no pudieron, no quisieron creer que toda la misericordia y justicia en su grandeza y poder podía presentarse en ese Jesús que era considerado comilón y bebedor de vino por gozarse en la comunión de la mesa y encima con gente de mala fama. Ni siquiera lo creyeron cuando vieron en la cruz, a través del costado abierto por la lanza romana y con sus propios ojos el corazón derramando sangre y llorando agua del “varón de dolores”.

            He aquí el meollo de todo el juego: si no crees que el sagrado corazón de Jesús es el corazón de la mente maestra, que es la clave para entender lo insondable e incomprensible del corazón maestro, entonces de nada vale saber que necesitamos de ese corazón y como habrá de ser ese corazón. Incluso simulando tener la fe más grande que algún día has de encontrar ese corazón, de nada te va a servir. En fin, sería caer otra vez en las reglas de nuestros viejos juegos estúpidos. Esos juegos que inocentemente jugamos de niños y luego ya como verdaderos idiotas como adultos y que tratan únicamente de quien la o lo tiene más grande – no importa que: sea el auto, la familia, el cariño de la gente, la casa o incluso la fe.

            No, mi querido hermano y mi querida hermana: en este juego jugársela, apostar todo o nada no se trata de tener la fe más grande que los demás. Se trata única, exclusivamente de creer que toda la grandeza, profundidad e inmensidad de la justicia y misericordia del corazón maestro está escondido en el corazón de Jesús. Una fe poderosa no es aquella que se pone por encima de los demás sino que se apoya en toda su debilidad sobre el poder del cumplimiento de lo prometido. De ese modo el sagrado corazón, que es semejante al corazón maestro, se vuelva tu propio corazón. Así podrás pensar fuera de la caja, más allá la habitación en que te encuentras.

            Y es ahí donde comprenderás, pensando con el corazón, que es igual al sagrado corazón, que es igual al corazón de aquel que ideó el juego, que es precisamente al revés del mundo que hemos creado en nuestros juegos: la lógica y estrategia del juego consiste ponerse debajo de los demás, no por encima. Porque la mente maestra de este juego no es una mente sádica que se goza en ver como sufrimos una y otra vez en la lucha incansable por ser martillos, convirtiendo a los demás en nuestros yunques. La mente maestra de este juego es un corazón que quiere tener misericordia de todos y por ello demostró su poder jugándosela por pocos: los pobres, los mancos, los ciegos y los cojos.

            ¿Y, te animas a jugar este juego? El premio es grande, mi hermano y mi hermana. Es todo lo que anhela tu corazón humano: la libertad, la felicidad, la salud y la vida misma. Sí, de hecho espero con todo mi corazón que ojala haga de este juego tu vida. Porque este juego es la vida como el creador de toda la vida lo quiere para todos los seres vivientes. Y eso se debe a que el Creador de todo es al mismo tiempo la mente maestra de este juego.

            Déjate bautizar y ven, entra a la rueda con todos. Ven a la mesa del Señor, allí donde no hay menor o mayor y donde los enfermos son sanados, donde es anunciado la buena nueva a los pobres, donde es proclamado la libertad y celebrado la bonanza celestial en comunión. Ven a la mesa a jugar; a jugártela a vida o muerte, a apostar a todo o nada que el corazón sagrado de Jesús es igual al corazón insondablemente poderoso del Creador. Juégatela, hermano y hermana, que aquí hay escape de todos los juegos perversos en que la alegría de unos pocos es dolor de muchos otros. Aquí tanto el dolor como la alegría de unos pocos es dolor y alegría de muchos. Así le agrada a la mente maestra, de quién, por medio de quién y para quién son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.

 

Pr. Michael Nachtrab

Hohenau, Paraguay

famnachtrab@hotmail.com

pt_BRPortuguês do Brasil