Romanos 10:9-13

Romanos 10:9-13

Gracia y paz sean con ustedes de parte de Dios, nuestro padre, y del
Señor Jesucristo. Amén

Apreciadas/os hermanas/os:

Hoy es el primer domingo de cuaresma. Cuaresma viene de la palabra
cuarenta. Cuaresma son cuarenta días de preparación para
la pascua de resurrección de Jesucristo. Son cuarenta días “hábiles
para el ayuno”, o sea no incluyen los domingos. Todos sabemos que la última
semana de cuaresma es la llamada Semana Santa que comienza con el domingo
de Ramos, dónde recordamos la entrada de Jesús en Jerusalén.
En Jueves Santo Jesús instituye la Santa Cena. En Viernes Santo
recordamos su muerte en la cruz y en Domingo de Pascua celebramos que
Jesucristo resucitó de entre los muertos. Todos ya sabemos esto.
Pero entonces: ¿para que la preparación? ¿No sabemos
ya todas estas historias harto de memoria?

Lo cierto es que necesitamos de este tiempo de preparación y
de meditación. Lo necesitamos porque cuaresma nos ayuda a adentrarnos
a lo que es el corazón de la fe: la muerte de Jesús en
la cruz y su resurrección.

Creo que el tiempo de cuaresma se parece a como hacemos en casa: todos
los días limpiamos, sin excepción, pero cuando invitamos
a alguien que venga a nuestro hogar, aunque siempre limpiamos, en preparación
para ese día, hacemos una limpieza especial y más profunda.
Justamente lo hacemos porque nos importa y nos interesa la persona que
viene a nuestra casa.

El texto de Romanos nos ayuda a meditar acerca de esta preparación
que hacemos en cuaresma. Podemos marcar tres puntos que nos ayudan a
ello.

En primer lugar, debemos prepararnos con fe. Es interesante, Pablo
dice: “Si con tu boca reconoces a Jesús como el Señor
y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzas
la salvación”
. ¿Qué es esto? Pablo nos está hablando
sobre el doble aspecto que tiene nuestra fe. Nuestra fe tiene un doble
aspecto. Por un lado, externamente la fe cristiana proclama el Señorío
de Jesucristo: este hombre Jesús es Dios. Por otro lado, internamente,
la fe nos da, en nuestro corazón, una profunda adhesión
al mensaje del Evangelio. Es decir, para la Iglesia, la fe no solamente
es hablar y proclamar, también es tener la certeza y el convencimiento
que lo que decimos es cierto. La fe es nuestra respuesta al llamado
que Dios nos hace.

Recuerdo que mientras estaba en la Facultad de Teología tenía
un amigo que decía: “yo tengo fe, a mi me gusta creer que Dios
existe”. Lamentablemente esto no es fe. Tener fe en Jesucristo no significa
repetir las cosas mil veces hasta que al final lo puedo aceptar. La
fe es la certeza en nuestro interior que lo que proclamamos, no es lo
que me gusta creer, o menos aún, lo que necesito creer, sino
que como lo dice la epístola a los Hebreos 11:1 “Tener fe
es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos
de la realidad de cosas que no vemos”.

En segundo lugar debemos meditar y reflexionar sobre el contenido de
nuestra fe. ¿Para qué acontecimiento nos preparamos en
cuaresma? Esto no quiere ser una sutileza más. Esto está ínfimamente
ligado con nuestra idea de Dios y de Jesucristo. ¿A quién
esperamos que venga?

Un ejemplo de una mala interpretación de lo que es la fe en
Jesucristo sería pensar que le hacemos un favor a Él al
tenerle fe. Recuerdo a una señora que siempre hablaba de Jesús
como “mi Jesucito”. Y claro, esta señora tenía
un crucifijo: allí estaba Jesús, lleno de sangre y sudor,
con los clavos, la corona de espinas, el tremendo dolor en las manos
y los pies, la espalda deshecha por los azotes previos a la cruz, claro,
como no creer en este Jesús, “pobrecito” mirá como está! ¿Cómo
no creer en él? Hay que ser un desalmado para no tenerle fe. ¿Este
es el Jesús que esperamos? ¿Para qué nos preparamos
en cuaresma?

Pablo es muy claro: “Si con tu corazón crees que Dios lo resucitó,
alcanzas la salvación. El centro de la fe no es el Jesús
sufriendo, clavado en la cruz. El centro de la predicación cristiana,
por así decirlo, no es el viernes santo, sino la Pascua. No seguimos
a un “Jesús pobrecito” Seguimos al Jesús resucitado, al
Jesús de la victoria, del Jesús que ha vencido a la muerte,
al pecado y a la maldad. En cuaresmas nos preparamos para celebrar la
victoria de Jesucristo. No puedo separar el viernes santo del domingo
de pascua: son dos caras de una misma moneda.

En tercer lugar, Cuaresma es el tiempo para prepararme espiritualmente
para volver a escuchar que el Jesucristo que vive y que reina, sabe
lo que es ser un ser humano; Dios sabe lo que es tener limitaciones,
lo que es llorar, sufrir, tener miedo, etc. Esto es muy importante.
No hay ningún sufrimiento terrenal que podemos decir que Jesús
no conozca. Sufrió dolor físico y psicológico,
más que cualquiera de nosotros, así nosotros nunca podemos
sentirnos solos en nuestros sufrimientos: Jesús siempre puede
entendernos y acompañarnos. Dios lo sabe porque se hizo hombre.
Por eso puedo tener la certeza que el me comprende perfectamente. Por
eso, en cuaresma me preparo para recibir, no al Jesús pobrecito,
sino al Señor de la victoria. Hoy no sigo al Jesús que
vivió, sino AL QUE VIVE hoy con nosotros y camina con al lado
nuestro.

Por esto, en última instancia, en cuaresma nos preparamos, no
para recibir a Dios como un Juez que me condena, sino nos preparamos
para recibir a un Dios que nos ama. Resulta esto por demás de
sabido, casi podríamos decir, trillado, pero, aún con
todo necesitamos escucharlo: no es nuestro esfuerzo lo que trae la salvación,
ya está hecho: para esto vino Jesucristo.

Que Dios nos dé su santo Espíritu para que este tiempo
de cuaresma sea el tiempo para encontrarnos más y mejor con nuestro
Señor Resucitado.

Amén

Sergio Schmidt, pastor
breschischmidt@ciudad.com.ar

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