Mateo 24, 1 – 14

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Mateo 24, 1 – 14

Sermón para 2º domingo de Adviento | 10.12.23 | Texto: Ev, según Mateo 24, 1 – 14  (Leccionario EKD, Serie III) | Federico H. Schäfer |

Estimadas hermanas, estimados hermanos:

El Adviento, o sea las cuatro semanas que preceden a la fiesta de Navidad, es un período con el que comienza el nuevo año litúrgico y, a la vez, un período de preparación. Nos prepa-ramos para la venida o el advenimiento del Señor Jesucristo. En el mundo antiguo se preparaba así la visita de un gobernante importante, de un rey. Es casi una perogrullada mencionar que con la fiesta de Navidad celebramos el nacimiento de Jesús. Pero en los tiempos que corremos parece necesario repetirlo. En una encuesta realizada en la principal arteria peatonal de la ciudad de Buenos Aires años atrás y televisada en vivo, se demostró que la gran mayoría de los preguntados no tenían la menor idea de qué es lo que en realidad se festeja en las así llamadas “fiestas tradicionales” de fin de año. Esto en un país en el que la mayoría de su población se autocomprende como cristiana. Sí, en Navidad recordamos que Dios se hizo hombre en ese niño Jesús y que visitó el mundo en el que vivimos, dando comienzo así a su reinado entre nosotros.

Aunque este hecho se consumó ya hace más de dos mil años atrás, es necesario aún hoy prepararnos para recibir dignamente al esperado salvador. Si bien Dios visitó esta tierra, como vimos, lejos estamos de que todo el mundo se haya enterado de su venida y mucho más lejos estamos de que el mundo haya aceptado a Dios, haya recibido a Jesucristo como a su rey, como a su Señor y Salvador. Por otro lado, este mismo Señor Jesucristo, hijo de Dios, prometió volver a visitar en persona a este nuestro mundo para completar, cumplir y dar acabado final al reino por él comenzado y prometido. Nuestra generación se encuentra en medio de este lapso entre el comienzo y la plenitud del reino de Dios. En este ínterin la vida del cristiano, es decir, de quien recibió y aceptó la noticia de lo que Dios hizo a través de Jesucristo al comienzo de nuestra era en el pesebre de Belén y en la Cruz de Gólgota se basa en la fe precisamente en estas cosas y en la esperanza de lo que Dios hará a través de Jesucristo al final de los tiempos.

Nuestra preparación en esta época prenavideña será, pues, en dos sentidos: Por un lado, recibir y reflexionar una vez más con corazón abierto el mensaje de lo que Dios ya hizo en Jesucristo para y por nosotros y aceptar seriamente esta obra de Dios. Por otro lado, el tomar en serio lo que Dios ya hizo por nosotros, nos llevará a prepararnos para lo que Dios hará en el futuro, cuando considere llegado el tiempo de concluir su obra. Con la venida de Jesucristo a nuestro mundo, Dios nos dio el anticipo de lo que será el cumplimiento total y pleno de sus promesas. Si la venida de Jesucristo en pobreza y humildad ya fue una revolución para el mundo, ¿cómo habremos de imaginar la próxima venida de Jesucristo en todo su poder y esplendor?

Mientras tanto, empero, en estos tiempos entre comienzo y cumplimiento pleno del gobierno de Dios, el mundo en que vivimos pasó, pasa y pasará por épocas turbulentas en las que la fe y la esperanza de los seguidores de Jesucristo fue, es y será puesta a prueba. Casi todo lo predicho en esta parte del Evangelio según Mateo fue cumpliéndose y, como estamos viendo y escuchando todos los días por los medios de comunicación, continuará cumpliéndose. Tanto más urgente es, por ello, que nos pongamos en guardia y nos preparemos convenientemente para poder seguir firmes hasta el fin, por lo menos hasta el fin de nuestros propios días. No son solamente las miserias materiales que ponen a prueba nuestra fe y esperanza, sino también las mentiras y engaños que se levantan y provocan el desvío de nuestros pensamientos, las dudas de nuestras conciencias, las intrigas, los odios, las traiciones y finalmente las decisiones equivocadas.

No sabemos el momento en que vendrá Jesucristo a completar y concluir su obra. Esto está reservado sólo a Dios. Es, pues, en vano que nos perdamos en especulaciones a ese respecto. Y son vanidosos e impíos los que quieren prescribir a Dios el momento de su nueva venida, atrapando las consciencias de las gentes crédulas, asegurándoles la venida del Señor para una fecha determinada. Nuestra misión es, pues, estar alerta y preparados para recibir en cualquier momento al Señor —que vendrá imprevistamente, sí, como ladrón en la noche— y resistir a los mentirosos y falsos profetas.

Nuestra preparación consistirá en tomar en serio el mensaje cristiano y ponerlo por obra. Es necesario que vivamos nuestra fe cotidianamente en todos nuestros quehaceres y nos desprendamos de la indiferencia y la comodidad. Nuestra tarea específica en esta época de preparación es la de llevar la noticia de la venida al mundo de Dios a todas partes y a todas las personas, por medio de la palabra como por medio de las acciones prácticas. Y aún, si no nos ha sido confiada la predicación oficial del Evangelio desde el púlpito, tenemos muchísimas posibilidades en la vida diaria de demostrar a las gentes que conviven con nosotros, que tenemos fe en Jesucristo y que esperamos su segunda venida. Daremos así testimonio de Jesucristo y más de uno se convencerá de que es bueno y provechoso aceptar a Jesucristo como el guía de su vida, como su Señor. Hay mucho por hacer en ese sentido. Recién cuando el Evangelio haya alcanzado a todos, se acercará el fin —dice nuestro Señor. Por lo visto, nos da todavía un tiempo, una tregua, un plazo para recibirlo y aceptarlo, para volvernos a él. ¡No desperdiciemos este tiempo!

Gracias a Dios en estos pagos rurales de nuestro país, aparentemente vivimos bastante alejados de las turbulencias graves que acosan otras regiones de este mundo. A pesar de la inflación, la sequía y los incendios, medianamente ha sido posible contener el hambre y la pobreza, no corremos peligro de guerra y todavía cada uno puede decir lo que piensa. Estas bendiciones desafortunadamente nos adormecen y entibian. Cuando nos quejamos, lo hacemos más por costumbre que por verdadera necesidad. De los peligros y necesidades que pasan las personas en otros lugares de este planeta nos enteramos por los medios de comunicación, pero sentados cómodamente en un sillón y no nos afecta mayormente. Pero no tendremos excusa de que no sabíamos o estábamos lejos. Al menos acompañemos con nuestras oraciones a las personas que están pasando mal.

La estación de Adviento, que transitamos todos los años de nuevo, nos quiere llamar la atención sobre estas cosas, quiere recordarnos una vez más, que no debemos dejarnos estar, sino permanecer alerta y bien preparados, abandonar nuestra soberbia y confianza en nosotros mismos y ser más humildes y depositar nuestra confianza en el Señor. Los tiempos pueden cambiar y empeorar rápidamente. Los cristianos que luchan por la verdad, la justicia y que denuncian las maldades pueden ser perseguidos, encarcelados, maltratados. Los descalabros ambientales pueden generar situaciones sociales graves, que nos obligarán a cambios más profundos en el estilo de nuestras vidas, que no serán de nuestro agrado. La salvación, empero, la alcanzarán quienes permanezcan firmes y fieles, luchando hasta el fin con la fe y la esperanza puestas en Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. El nos acompañará en estas luchas y nos dará las fuerzas necesarias para resistir. Amén

Federico H. Schäfer,

E.mail. <federicohugo1943@hotmail.com>

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