¿Ver para creer o…

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¿Ver para creer o…

¿Ver para creer o creer para ver? | Domingo de Resurrección 12.4.2020 | Juan 20:1-10 | P. Stella Maris Frizs |

Querida comunidad:

este es un texto conocido. Lo hemos escuchado muchas veces y otras tanto lo hemos predicado. Y siempre una nueva enseñanza quiere dejarnos.

Es un texto que generó desconcierto en aquellos frágiles discípulos, pero que a nosotros nos llena de alegría y esperanza.

¡Jesús ya no está en el sepulcro!

Y esa buena noticia es suficiente para que podamos fortalecer nuestra fe, renovar nuestra esperanza y celebrar la vida.

Hoy somos invitados a revisar nuestra vida de fe. Sobre todo porque la resurrección no es un hecho histórico cualquiera, que se puede demostrar a través de la ciencia, la religión, el conocimiento, la imaginación, ni siquiera la buena voluntad. La resurrección es un hecho al que solo se puede acceder desde la fe.

Los protagonistas de este relato eran personas de fe. Habían acompañado a Jesús, fueron testigos de infinidad de buenas acciones, se beneficiaron con ellas, aprendieron con sus enseñanzas, se dejaron transformar cuando los llamó por su nombre y se convirtieron en grandes colaboradores.

Pero ahora estaban sumidos en una profunda tristeza, en un gran dolor e incertidumbre. Tal vez decepción. Lo habían dejado todo para seguirlo y de repente se encontraron solos, sin su maestro, sin su guía. Y sintieron miedo. La negación de Pedro y el abandono del resto es prueba de que el miedo se había apoderado de ellos.

Por otro lado, María Magdalena, una de las mujeres a quienes Jesús habría librado de los malos espíritus y enfermedades y que habría seguido y servido a Jesús con sus bienes (Lc 8,2), ahora estaba desconsolada.

Esa es la razón por la cual en aquella mañana de domingo, muy temprano, cuando aún estaba oscuro, va al sepulcro. (Probablemente no fue sola. Los demás evangelistas coinciden en que eran por lo menos dos (Mt), o tres (Mc) y más (Lc).  Incluso llama la atención en el versículo 2 cuando María Magdalena informa a los discípulos de lo sucedido dice: “¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!”)

Sea como fuere, ella va al sepulcro. Quizás para ofrecer a Jesús lo único que estaba a su alcance: algunas esencias aromáticas. Quizás para realizar el último gesto de amor hacia quien tanto le había ayudado. O tal vez para comenzar a despedirse y empezar a elaborar el duelo. No olvidemos que todo fue muy repentino y las mujeres que habían seguido a Jesús y que lo habían ayudado, entre ellas María Magdalena, miraban de lejos. (Mt 27,55-56)

Entonces, el protagonismo de María Magdalena, de Pedro y del otro discípulo (Juan) nos muestra que la fe es algo dinámico y que en este relato se describe acertadamente como una corrida. Que tiene movimiento y que contagia a otros.

Por eso nos preguntamos hasta qué punto esa caminada, ese ir y venir, ese detenerse para avanzar, ese dudar para verificar ¿no es el camino de la fe?

El crecer en la fe es algo progresivo, que va en ascenso, que tiene sus crisis, sus altibajos, sus dudas, sus sospechas y desconfianzas. Pero que al final, logra afirmarse.

Eso es lo que pasó con Tomás. Cuando pudo verificar que Jesús estaba vivo, hizo una verdadera confesión de fe: “¡Mi Señor y mi Dios!” (Jn 20,28)

¿Ver para creer o creer para ver?

Los comentaristas hacen una clara diferenciación del verbo ver:

Ver en el sentido de presuponer. Como María Magdalena que al ver la piedra movida, supuso un robo.

Ver en el sentido material. Superficial. Asomarse para echar un vistazo. (Juan se agachó, miró y vio las vendas. Pero no entró)

Ver en el sentido de contemplar. Detenerse y observar. (Pedro vio además de las vendas, la tela que envolvió la cabeza de Jesús, arrollada y puesta aparte)

Ver en el sentido de entender, constatar y creer. (Juan entró y vio lo que había pasado y creyó)

Juan (el otro discípulo) no necesitó ver a Jesús para creer. Las pruebas que estaban a la vista eran más que evidentes. Cuando creemos es más fácil porque se abre no solo la razón, sino también el corazón. La fe nos hace mirar con otros ojos aquello que la mente no siempre logra explicar.

Por el momento el texto nada dice sobre la fe de Pedro. Eso ocurriría más adelante cuando en la casa de Cornelio también él haría una verdadera confesión de fe. (Hech 10,34-43)

Incluso más tarde, todos acabarían creyendo cuando Jesús, el resucitado comienza a revelarse explicando las escrituras, infundiendo paz, soplando el Espíritu Santo, animándolos a dar testimonio y prometiéndoles estar con ellos siempre.

Querida comunidad:

Hoy celebramos Pascua: el paso de la muerte a la vida.

Hoy podemos decir junto con el apóstol Pablo “que si Cristo no hubiera resucitado el mensaje que predicamos no vale para nada, ni tampoco vale para nada la fe que tenemos.” (I cor 15,14.17)

Hoy el Cristo resucitado viene a nuestro encuentro y nos ofrece su amistad, su compañía, su paz…

El poder crecer en la fe equivale a caminar de manera progresiva buscando asimilar nuestra vida a la vida de ese Jesús. Una vida movida por el amor, la misericordia, la compasión, el perdón.

Muchas veces en nuestra vida de fe seremos sacudidos, amenazados, zarandeados. Pero el resucitado sale a nuestro encuentro para sostenernos, tranquilizarnos, ofrecernos confianza e interceder por nosotros. En medio de una difícil situación Jesús se dirige a Pedro y le dice: “He rogado por ti, para que no te falte la fe” (Lc 22,32)

Hoy, el mundo entero está en vilo. Expectantes, intranquilos, confundidos, amedrentados. La presencia de un virus amenaza nuestras frágiles vidas. Eso genera pánico, temor, angustia, desconcierto.

Pero no es ocasión para generar más miedo. No es ocasión para sacar a relucir nuestros desvíos y nuestras contradicciones. (Siempre hubo guerras, calamidades, pestes, desastres de la naturaleza. Pero también siempre el sol volvió a salir y en cada primavera todo volvió a florecer)

Sí es una oportunidad para cambios profundos y transformaciones en todos los órdenes de la vida. Es un tiempo propicio para valorar aquellas cosas verdaderamente importantes y desechar las superfluas.

Es tiempo de conectarnos nuevamente con el Dios de la vida que no quiere la muerte de sus hijos, sino la vida eterna y la salvación. (Jn 3,16ss)

Creer es la consigna. Tener la certeza en que nada dura para siempre.

Orar y ser solidarios es la consigna. Cada buena acción será recompensada.

Dios nos ayude en este tiempo a acrecentar nuestra fe, a confiar en su amor, a renovar la esperanza, porque el resucitado, el que venció a la muerte hoy nos dice: “No tengan miedo. Voy a estar con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Amén.

P. Stella Maris Frizs

Basavilbaso – Entre Ríos – Argentina

stellafrizs@hotmail.com

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