Marcos 10:46-52

Marcos 10:46-52

Maestro ¡quiero ver! | 24.10.21 | Marcos 10:46-52 | Estela Andersen | 

 

Reciban ustedes bendiciones y paz de parte de Dios, El que era, es y ha de venir. Amén.

 

El texto de hoy, Vigésimo primer Domingo después de Pentecostés se encuentra en el evangelio de Marcos 10:46-52:

 

“Llegaron a Jericó. Y un día, que Jesús salía de allí acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, coincidió que el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! Te llama.» Él, arrojando su manto, dio un brinco y vino ante Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego respondió: «Rabbuní, ¡quiero ver!» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.” Amén.

 

La ceguera era común en tiempos bíblicos en el Medio Oriente. Es probable que varias enfermedades diferentes la hayan causado, agravadas por la falta de higiene de la gente, el brillo del sol, la blancura del suelo y la abundancia de polvo. Las moscas eran portadoras comunes de estas enfermedades. El tracoma, que es una infección ocular, era muy común en esa época, como todavía lo es hoy en algunas partes. Esta enfermedad provoca ceguera en la infancia y de hecho, hasta el día de hoy es la principal causa de la ceguera infecciosa en el mundo, sobre todo en los lugares en donde no hay un acceso al agua potable y el saneamiento apropiado. La gonorrea en la madre era otra de las razones ya que puede infectar los ojos de los niños al nacer y ocasionar de esa manera ceguera. A veces se consideraba que la ceguera era un castigo de Dios, por eso los ciegos eran discriminados en la sociedad en los tiempos de Jesús, y por eso mismo no les quedaba otra que dedicarse a la mendicidad.

 

La verdad es que a lo largo de los tiempos, sobre todo aquellas personas que nacían ciegas o quedaban ciegas a temprana edad, no ha habido un lugar en la sociedad. Las personas ciegas permanecían dentro de las familias o eran abandonadas, por lo que terminaban igual de Timeo.

Hace relativamente poco tiempo en la historia de la humanidad que las personas ciegas son consideradas personas con derechos, son escolarizadas y pueden llevar una vida independiente, llevando adelante una profesión e incluso destacándose en algunas áreas. Por supuesto que hay mucho por andar todavía, pero mirando hacia atrás, los avances son enormes. El sistema Braile les ha permitido acceder a la lectura de textos, incluso también a la escritura. Hoy, con un sinnúmero de artículos especialmente para las personas ciegas y los avances de la tecnología, pueden acceden a más herramientas que les facilita el moverse en la sociedad.

 

En el relato que hoy compartimos Timeo, el mendigo ciego que se sentaba en el camino para mendigar, escucha que Jesús está pasando cerca de él, y comienza a gritar. Busca llamar la atención, molestar a la gente agolpada alrededor de Jesús para que por fin alguien lo ayude a llegar a él.

La multitud, y los discípulos de Jesús también, buscan callarlo, pero él no se deja vencer, grita más todavía. Son tantas las ganas de encontrarse con Jesús que lucha contra viento y marea para lograr su cometido.

Y lo logra: Jesús lo escucha y pide que lo llamen. De un salto el ciego se acerca a él y tienen un diálogo corto y directo: “¿qué quieres que haga por ti?”, “Maestro ¡quiero ver!”. Jesús lo sana al instante y Timeo lo sigue, se transforma en un discípulo más.

Timeo está ciego pero sabe muy bien quién es Jesús y lo que quiere de él. Llama la atención la certeza que tiene y su determinación. Nada le importa ni lo frena para llegar a él.

 

Es interesante porque Timeo, una vez que puede ver, no se aleja de Jesús y busca integrarse a la sociedad como otras personas sanadas lo hacían, sino que lo sigue por el camino. Esto nos hace sospechar que no buscaba en Jesús a un simple curandero, a un médico que lo sane, que le devuelva la vista solamente. Lo llama Hijo de David y Maestro. Lo reconoce como el Mesías y como aquel que trae la Palabra de Dios, que lo conoce por venir de Él y quien puede enseñarle qué es lo que Dios espera de cada uno de nosotros. Timeo busca mucho más que curarse de la ceguera cuando lo llama a Jesús, y podríamos pensar que en sus simples palabras: Maestro ¡quiero ver!, no se refiere solamente a su vista, a sus ojos, sino ese nuevo reino que Jesús anuncia y proclama.

 

No es ciego quien no tiene la visión, cuyos ojos están sin vida, sino quienes, aun teniendo vista no pueden ver la grandeza de Dios, ni logran ver quien es Jesús y su importancia en nuestras vidas.

Existen muchos tipos de ceguera:

Quienes no han podido llegar al evangelio, que no han escuchado las palabras de Jesús, su propuesta de vida nueva.

Son ciegas las personas que, habiendo sido criados dentro de la fe, no logran ver el gran mensaje de salvación y de vida plena que propone Jesús.

También están las que conscientemente no quieren verlo, porque están enojadas, porque se sienten defraudadas, porque no les convence ya que exige un compromiso y un cambio de conducta.

Y algunas personas tienen una ceguera intermitente que ven a Jesús y su gran misericordia cuando lo necesitan, pero enseguida quedan ciegas cuando ya no les conviene pertenecer a Cristo, porque es demasiada la responsabilidad que implica.

 

Hay cosas o situaciones que nos empañan la vista o nos encandilan y no nos permiten ver a Jesús y seguirlo. En una sociedad materialista, en donde gana el más fuerte, en donde no importa lo que sucede a los demás, porque el individualismo nos ha ganado, la propuesta de Jesús va en una dirección opuesta. Muchas veces el tener o el ocupar un espacio de poder nos empaña la vista y no logramos ver más allá de nosotros mismos. El correr detrás del dinero, el poder y la fama brillan tanto que nos encandilan, lo que con el tiempo no sólo nos hace perder la dirección de nuestras vidas, sino que la mayor parte de las veces terminamos en la cuneta, medio desvencijados, porque tanto el dinero, el poder y la fama son efímeros.

Vivimos en una sociedad de ciegos, porque no nos damos cuenta de que somos la gran comunidad humana y lo que afecta a uno repercute en todos. Lo mismo ocurre con nuestro planeta, que es redondo y gira. Todo lo que hacemos regresa a nosotros: lo bueno y lo malo. Pero estamos ciegos, y a pesar de que nos está afectando, no lo queremos ver. Somos ciegos por opción, queremos quedar así. Buscamos encandilarnos con la mentira, la ignorancia, el oportunismo y la falta de amor, que es el peor de los males y el primero.

 

Cuando Jesús le pregunta a Timeo “¿qué quieres que haga por ti?”, en el mismo momento responde “Maestro ¡quiero ver!”, dos palabras simples pero precisas. Necesitamos ver, necesitamos seguir a Jesús por el camino. Necesitamos sentirlo nuestro Mesías y buscarlo como Maestro para que nos ayude a transitar por esta vida, que nos cure la ceguera en la que entramos una y otra vez. Que logremos ver las maravillas de Dios y los milagros constantes en un mundo que estamos derrochando, despreciando. Que logremos ver las muchas bendiciones que Dios derrama sobre nosotros que no se pueden contabilizar en billetes, porque la vida no se cotiza, es tan valiosa que es imposible determinar el monto ¡y no se puede acceder a ella a través del dinero!

 

Ver, juzgar y actuar son los tres pasos que nos permiten llevar nuestra vida en un compromiso con Cristo, pero ¿cómo podemos juzgar y actuar sin ver? Por eso hoy te pedimos Jesús ¡quiero ver! Ver, no para un asistencialismo ni para la limosna, sino para una verdadera transformación que camine hacia la construcción del reino de Dios. Ver con amor, para juzgar y actuar en el respeto hacia cada persona, cada realidad, y no seguir mis propios caprichos. Ver para adecuarnos y ser verdaderas herramientas de Dios, siervos y siervas inútiles que sólo hacemos lo que hay que hacer. Ver para darnos cuenta al fin que sólo somos un granito de arena ¡y menos todavía! del maravilloso universo que Dios ha creado. Dios permita que Jesús nos conceda esa capacidad de ver. Amén.

 

Querido Jesús, ¡queremos ver! Queremos tener el espíritu y la convicción de Timeo. Sana nuestros ojos para que al mirar y juzgar no nos quedemos en la comodidad ni nos falte el amor para hacerlo. Permite que no nos quedemos en el activismo, como si eso fuera la diaconía, el servicio, sino que nos involucremos con todo nuestro ser, que no nos ubiquemos por encima de quienes ayudamos, sino que tomemos conciencia de que mañana podemos ser nosotros quienes necesitemos una mano. Te lo pedimos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Estela Andersen

Pastora de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata

al servicio de la Congregación Evangélica Alemana General Alvear – Distrito Entre Ríos – Argentina

mail: dannevirke63@gmail.com

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