Nuestro pastor es Jesús

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Nuestro pastor es Jesús

25 Abril 2021 | Juan 10:11-18 | Estela Andersen |

Reciban ustedes bendiciones y paz de parte de Dios, El que era, es y ha de venir. Amén.

El texto de hoy, Cuarto Domingo de Pascua – Jubilate – Buen Pastor se encuentra en el evangelio de Juan 10:11-18:

“Yo soy el buen pastor.

El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, que no es propietario de las ovejas, abandona las ovejas y huye, cuando ve venir al lobo; y el lobo hace presa en ellas y las dispersa.

Cuando es asalariado, no le importan nada las ovejas.

Yo soy el buen pastor; conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí; del mismo modo, el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, y doy mi vida por las ovejas.

También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas debo conducir: escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, bajo un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida para recobrarla de nuevo.

Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla; ésa es la orden que he recibido de mi Padre.” Amén.

No es lo mismo ser dueño de un negocio o emprendimiento que ser empleado.

Un empleado, por más que le guste su trabajo o se mantenga en el puesto durante años, trabaja por la paga y la espera. Espera ser recompensado por su trabajo y si no le alcanza, protesta. No le preocupa si cierran o no los números. Su responsabilidad, por mucha que sea, es limitada. Sigue las órdenes del dueño, si bien en algunos trabajos se permite una flexibilidad en ese aspecto o que el empleado use su creatividad para ciertas tareas. El empleado se retira, se va a su casa, y lo que queda de su trabajo no es su problema, si se incendia el lugar o sufre un robo, puede lamentarlo, pero no pierde ningún patrimonio. Si el negocio crece es bueno para él, si bien también significará, sin duda alguna, más trabajo.

El dueño ama su negocio, su emprendimiento. Puede haber crecido dentro de él y heredado o puede haber cumplido su sueño. Es su proyecto de vida, algo que construyó con dedicación, a través de él lleva su vocación adelante y más que un trabajo, una forma de ganarse el pan: es su vida. El dueño puso de su tiempo, esfuerzo y dinero para que crezca y le interesa que se expanda, pero también corre con el riesgo en caso de crisis económica, de algún siniestro o robo. Un mal negocio puede significar perderlo todo y junto con su emprendimiento, sus sueños de independencia, de autonomía, de ser quien decide cómo y de qué manera quiere que sea el proyecto.

En el texto de hoy Jesús compara al pastor de ovejas con un asalariado.

El asalariado trabaja cuidando ovejas ajenas: no es pastor, en caso de que un lobo venga a atacarlas, las abandona, huye, porque no le importan nada las ovejas. Antepone su vida a la de ellas.

Mientras que el pastor ama a sus ovejas, es capaz de dar su vida por ellas, para defenderlas de cualquier peligro. Él las conoce y ellas lo conocen a él, las conduce a lugar seguro y ellas escuchan su voz. Su voz las tranquiliza y confían plenamente en él.

Jesús, en el texto de hoy deja claro que no es lo mismo el pastor que el asalariado, el que trabaja por la paga.

Jesús dice: yo soy el buen pastor. Así designan al Mesías en las profecías del Antiguo Testamento, como Jeremías y Ezequiel. Así aparece Dios en muchos Salmos, como el Salmo 23: “El Señor es mi Pastor”.

Jesús es el buen pastor porque cumple la promesa de Dios de enviar un Mesías, de enviar a su hijo. Por eso lo conoce y su hijo lo conoce a él: el buen pastor.

Jesús deja claro que no es lo mismo el pastor, el dueño de las ovejas, que el asalariado, que trabaja por la paga.

Pero ¿por qué es tan importante marcar esa diferencia? ¿qué nos quiere decir con eso?

Está claro que no está presentando una categorización del trabajo, ni desvalorizar a quien trabaja en relación de dependencia. A través de un ejemplo claro, de la vida cotidiana, busca explicar su relación con nosotros.

Nosotros somos las ovejas, su rebaño, y él es nuestro pastor: nuestro dueño. Por eso no duda en dar su vida por nosotros, y aclara que la da y no se la quitan. No es un accidente ni un atentado ni un asesinato: es un sacrificio, una entrega de sí mismo, por propia voluntad por nosotros.

Si Jesús es nuestro dueño y nosotros, su proyecto, su sueño cumplido, pensándolo desde una perspectiva actual, podemos tener la certeza de que nos va a cuidar, nos va a proteger, va a realizar el inventario o buscar al que se perdió o quedó arrumbado en un rincón, olvidado. Él nos encuentra y nos restaura, porque cada uno de nosotros es importante, y porque nos ama.

Pero ¿qué implicancia tiene para nosotros el pertenecer a Jesús?

Justamente no buscar otros dueños, no aferrarnos a quienes no les importa nada de nosotros y que a la hora del peligro desaparecen.

Una de las cosas a las que nos aferramos es el dinero, lo material. Nos pasa como un doble juego porque creemos tenerlo, pero nos domina y por aferrarnos a él, lo peor de nosotros aflora. Pero al ser algo material, creado por el ser humano, así como llega, se esfuma, se deteriora, pierde valor.

Cuando anteponemos lo material en nuestras vidas, nos ponemos nosotros en manos de un asalariado, que no va a hacer nada por nosotros, que desaparece cuando estamos con problemas de salud, cuando pasamos por una crisis. Aferrarnos al dinero, el que todos quieren por necesitarlo o por codicia, vamos por la vida a la deriva, perdemos el rumbo, los objetivos, porque en lo único que pensamos es en tener más y más dinero.

Mientras que si nos aferramos a Jesús, él nos bendice y nos proporciona todo lo necesario para nuestras vidas, nos alivia en los momentos de dolor, nos consuela cuando estamos tristes y nos levanta y da fuerzas cuando caemos. Él nos ama, lo que se transforma en nosotros en amor. Escuchamos su voz y se nos ilumina la vida.

Sin duda alguna el pertenecer a Jesús, el saber que es dueño de nuestras vidas también nos permite vivir en libertad, construyendo un mundo mejor para todos, porque él se ocupa de que no nos falte nada material.

¿No es maravilloso? Amen.

Querido Jesús, nuestro buen pastor, ¡qué bueno es saber que te pertenecemos y que cuidas de nosotros en todo momento! ¡Qué bueno es saber que nos alejas de los peligros y nos llevas en tus brazos cuando estamos heridos o cansados! Te pedimos que nos ayudes a aferrarnos siempre a ti y no buscar falsos dueños, que en el peor de los momentos nos dejan solos y abandonados. Te lo pedimos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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Estela Andersen

Pastora de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata

al servicio de la Congregación Evangélica Alemana General Alvear – Distrito Entre Ríos – Argentina

mail: dannevirke63@gmail.com

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