Quédate, que hay lugar en la mesa

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Quédate, que hay lugar en la mesa

Pentecostés Ocho – 28.6.2020 | Mateo 10:40-42 | Estela Andersen |

 

Reciban ustedes bendiciones y paz de parte de Dios, El que era, es y ha de venir. Amén.

 

El texto de hoy, cuarto domingo después de Pentecostés de encuentra en el evangelio según Mateo 10:40-42 y dice así:

«Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa.» Amén.

Entre mis mejores recuerdos están los momentos en donde he recibido huéspedes en mi casa o he sido recibida como huésped; y no estoy hablando de la familia o de amigos, sino de personas desconocidas que por una u otra razón han necesitado alojamiento, al menos por una noche, o me han recibido a mí en su casa.

Es muy interesante observar la dinámica anfitrión-huésped. Para ser un anfitrión es necesario que el huésped se comporte como tal. Un buen anfitrión recibe a una persona generosamente, disponiendo a disposición su casa para que se sienta a gusto, que pueda moverse con libertad, sin sentir todo el tiempo que tiene que pedir permiso o agradecer por todo. Al mismo tiempo, un buen huésped debe moverse con familiaridad en todos los espacios sin ser atrevido ni abusivo, para que el anfitrión no se sienta invadido por la visita. Es muy importante que el huésped se demuestre agradecido y no le exija al anfitrión una atención constante. Y por supuesto: al despedirse, es fundamental que el huésped invite al anfitrión a su casa, como una forma de demostrar su agradecimiento.

Si buscamos en el mundo bíblico vamos a ver que la hospitalidad propia del pueblo hebreo tiene su origen en el tiempo en que era nómade. En ese tiempo era impensable no ser hospitalario porque era una forma de demostrar su fidelidad a Dios. Era muy posible que ese huésped que era recibido fuera un ángel enviado por Dios o Dios mismo. Al mismo tiempo, no hospedar a un viajero era una ofensa a Dios. Un modelo de hospitalidad es el relato de en donde Abraham recibe a tres extraños y que se conoce como “La teofanía de Mambré”.

¿Cómo se recibía a una persona?

Al menos se le proporcionaba pan y agua, como lo mínimo para subsistir, pero era de buen anfitrión lavar los pies del viajero e incluso ungirle la cabeza con aceite. Generalmente se le brindaban los mejores alimentos de la casa, como por ejemplo carne, manteca, leche; que en muchas ocasiones eran especiales para quienes vivían en la casa. También se atendían y proporcionaba agua y alimento a los animales que venían junto con el huésped.

A partir del N.T., a todas estas atenciones se sumó el beso de bienvenida y sentarlo a la mesa con el resto de la familia. Otra particularidad que se sumó fue que junto con la hospitalidad se le predicaba el evangelio, como parte del recibimiento.

Las persecuciones a los cristianos y los predicadores itinerantes aumentaron la hospitalidad entre las familias cristianas, pero no recibían a nadie que no viniera con una carta de recomendación. Si bien eran muy hospitalarios no recibían a personas paganas o no cristianas.

En las comunidades de la Iglesia Primitiva la hospitalidad era una obligación, debían satisfacer las necesidades del huésped, debía ser gratuita y sin críticas hacia la persona hospedada, sin discriminarla. La hospitalidad era la demostración concreta del Espíritu de amor fraternal y un agradecimiento a Dios, que nos da todo sin exigir otra cosa que nuestra fe en Él.

Cada vez es más raro que abramos las puertas de nuestras casas a personas extrañas, que las recibamos para que pasen una noche o varios días, o que nos reciban en otras casas. Una muestra importante de esto es cuando realizamos encuentros de muchas personas y de más de un día en nuestras congregaciones. Es difícil encontrar los lugares que necesitamos.

También es cada vez más común que las personas prefieran alojarse en un hotel en vez de una casa de familia. Por un lado, porque no desean importunar, pero por el otro, porque no quieren hacer el esfuerzo que implica el involucrarse con personas nuevas con las que tal vez no tengan cosas en común, o tengan que intentar tener una charla y contar de su vida y demás.

La realidad es que vivimos en una sociedad cada vez más individualista, en donde no estamos dispuestos a abrirnos, a compartir nuestra intimidad, a dejarnos sorprender por lo que una visita desconocida pueda darnos.

También es verdad que no hace tantos años no viajábamos tanto, no teníamos tantas reuniones ni actividades, y a veces necesitamos más bien estar con nosotros mismos más que seguir esforzándonos por relacionarnos con otras personas más.

Seguramente es un poco de cada cosa… igualmente yo prefiero apostar a la sorpresa de la oportunidad de que Dios me visite a través de esa persona que alojo en mi casa, de que sea ese ángel que estoy esperando para que ilumine mi vida un poco más, pero también, a través de ese gesto tan simple de acondicionar una cama, poner un plato más en la mesa, agradecer a Dios por lo mucho que me ha dado y me sigue dando en esta vida.

Es hermoso recibir y ser recibido en la sencillez, sin ostentaciones ni apariencias, y animarnos al desafío del encuentro. Darnos la oportunidad de sumar buenas experiencias, buenos amigos y amigas en esta vida que Dios nos ha dado, en donde el único tesoro realmente valioso es el amor en lo concreto. Amén.

 

Querido Jesús, vos viniste al mundo y te animaste a ser nuestro huésped, a vivir en un hogar humano. Ahí pudiste disfrutar de las pequeñas cosas de la vida y las compartiste luego con tus amigos y amigas, formando una nueva familia, una familia que siempre tenía lugar para alguien más. Así nos enseñaste la importancia de la hospitalidad, lo bueno que es recibir y ser recibido. Ayúdanos a no olvidarnos de eso y a no perdernos esa maravillosa experiencia. En estos tiempos de desconfianza permite que nos animemos a recibir y a ser recibidos con lo mucho o lo poco que tengamos. Sabemos que lo que se comparte siempre crece y hay de sobra, ¡Gracias por ayudarnos a entender esto! en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Estela Andersen

Pastora de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata

Congregación Evangélica Alemana General Alvear – Distrito Entre Ríos – Argentina

mail: dannevirke63@gmail.com

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