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Tomando el fratacho, la…

Tomando el fratacho, la mezcla y los ladrillos | 7º Domingo después de Epifanía: Sermón sobre Mateo 7:15-27, por Estela Andersen |

Queridos hermanos y hermanas:

Reciban ustedes bendiciones y paz de parte de Dios, El que era, es y ha de venir. Amén.

Nunca había pensado demasiado en lo que implica la construcción de una casa hasta que mi hija se casó con un Maestro Mayor de Obras. Hasta ese momento sólo miraba si una casa me parecía linda, cómoda y funcional, pero él me enseñó que lo que vemos de una casa es sólo una parte, que es muy importante que un edificio tenga un buen fundamento. En lugares como la provincia de Entre Ríos, que es en donde vivimos, en donde el suelo es muy poroso y con una gran tendencia a contraerse y dilatarse según la humedad, las casas tienden a partirse cuando no se hace el fundamento adecuado.

Para realizar un buen cimiento se requiere tiempo, trabajo y recursos económicos. Se podría decir que se necesita la misma cantidad de dinero para el fundamento que para la casa propiamente dicha. El tema es que es un trabajo que no se ve a simple vista, que no podemos ver si la casa está bien cimentada o no, solo el paso del tiempo lo pone en evidencia, y entonces ya no tiene remedio, solución ni remiendo.

A la hora de elegir los materiales con los que vamos a construir nuestra casa sucede algo parecido. A la vista es muy probable que, quienes no estamos en el tema, no veamos la diferencia, pero la realidad es que, si utilizamos materiales nobles, de buena calidad, vamos a tener una casa que se mantenga bien con el paso del tiempo. El problema consiste en que, si no sabemos nos pueden engañar, vendiéndonos materiales muy bonitos, pero de mala calidad, lo que lleva a que en poco tiempo nos sorprendamos con un deterioro precoz: ya sea en la pintura, las aberturas, los cerámicos…

Podemos hacer una casa con un buen cimiento, construirla con materiales de buena calidad, pero si no hacemos un mantenimiento adecuado, con el tiempo igualmente se irá deteriorando, incluso si la vamos pintando para que quede bonita a la vista. Si no vamos arreglando las instalaciones en general, incluso lo que no están visibles, lentamente se irá estropeando. Y si hay hormigas u otro tipo de insectos la invaden: ¡combatirlas enseguida!, para que no nos encontremos con la sorpresa del socavado del suelo o la madera apolillada.

Si, son muchas cosas que hay que tener en cuenta en la construcción de una casa y su mantenimiento, si lo que deseamos es tenerla en buenas condiciones durante muchos años.

El texto que hoy compartimos habla de la construcción de una casa y del lugar en donde decidimos levantarla. Es una de las clásicas parábolas que enseñamos en la Escuelita Bíblica: ¿dónde construimos nuestra casa, sobre la arena o sobre la roca?

Antes de esa historia tan conocida, Jesús nos alerta sobre las estafas que podemos sufrir, de falsos profetas que nos “venden” una fe engañosa, que parece atractiva, pero que nos lleva por caminos diferentes a los suyos; y nos aconseja acerca de cómo podemos diferenciar los verdaderos de los falsos profetas.

¿Y cómo lo hacemos? Por sus frutos, lo que distingue a un verdadero profeta y uno falso es su forma de conducirse, por la coherencia entre palabras y obras. Así, quien predica el

Evangelio y lo practica, será alguien en quien podemos confiar, mientras quien no practica lo predica, es lo que Jesús mismo llama “un lobo disfrazado de oveja”.

Ahora, el punto es que no es tan fácil discernir esto si no tenemos un conocimiento de la Palabra, una buena instrucción en la fe. Es entonces que la analogía entre la casa construida sobre un buen fundamento y una vida construida sobre la fe en Cristo cobra sentido: solamente a través de un buen conocimiento es posible que nuestra construcción resista los temporales y las tormentas.

De la misma manera que nos ocupamos y preocupamos porque nuestros hijos e hijas reciban una buena alimentación, variada y nutrida, una buena escolaridad, además de desarrollar todo su potencial a través de actividades extracurriculares (deportes, arte, idiomas, etc.) y tiempos de esparcimiento, desde que llegan al mundo, como cristianos debemos construir, junto con ellos, una buena base para su fe, no sólo con una instrucción bíblica, sino a través de nuestra forma de vivir, fortaleciendo su espiritualidad desde la nuestra, desde el primer momento.

Como padres y madres, nos toca construir el cimiento de la fe de nuestros hijos e hijas, así como nuestros padres y madres lo hicieron con nosotros. No como una imposición, sino como un trabajo interactivo, en donde ellos son parte activa, porque se trata de sus propias vidas y su formación espiritual, que es nuestra responsabilidad. Siguiendo la analogía de una edificación, habrá momentos de cavar, de apuntalar, de construir y de dejar fraguar, para que todo lo recibido se asiente. No hay tiempos ni es una carrera, porque cada persona tiene sus tiempos, sus procesos; es muy importante no exigir, apurar, ni imponernos sobre ellos; pero al mismo tiempo, no dejar de lado la tarea de tutorear, de guiarles, para que finalmente no sean confundidos y atrapados por los “falsos profetas”.

Una vez que el fundamento de la casa está listo, esto es, el inicio del camino en la fe, comienza la construcción de la casa propiamente dicha. Éste es el momento en donde la persona comienza a decidir por sí misma y va eligiendo cómo quiere que sea su casa, y hasta dónde cree que la puede construir… con esto me refiero a no aventurarse a comenzar algo que no va a poder terminar. Así que la recomendación es: mejor algo pequeño pero terminado, con un techo sin filtraciones para que las tormentas pasen y no la afecten.

Cada persona construye su casa a la medida de sus necesidades y de cuanto está dispuesta a gastar; qué materiales quiere usar: calidad, color, estilo y diseño. Cada persona decide hasta qué punto desea comprometerse en esa fe que comenzó junto a sus padres, que no va a ser igual a la de ellos, y va a ser como ella quiera y pueda. Está claro también que cuanto mayor sea el compromiso asumido, mayor será la responsabilidad, pero también la alegría y los frutos resultado de una vida en la fe.

Lo interesante es que, en la vida en la fe, así como ocurre en una casa, el trabajo nunca se acaba, porque una vez que la obra está finalizada, tenemos que hacerle el mantenimiento, para que no se vaya deteriorando. Cuanto antes empecemos esa tarea, menor será el riesgo de que se estropee. Si seguimos con la analogía de la casa y nuestra vida en la fe: de bebés somos bautizados, luego vamos a la Escuelita Bíblica, después seguimos con la doctrina y la confirmación. En ese momento asumimos nuestra fe como adultos independientes de nuestros padres, pero nunca nos recibimos de cristianos. La confirmación es la casa terminada. Pero después tenemos que hacerle un mantenimiento para que se mantenga en

buen estado. Podemos hacerle reformas, ampliaciones, pero nunca dejar de hacerle el mantenimiento, que, siguiendo la analogía, no es otra cosa que nuestras oraciones diarias en soledad o en familia, la lectura de la Biblia en nuestras casas, la participación en los cultos, de diferentes actividades de la iglesia y todo lo que alimente nuestra fe y nos permita escuchar la Palabra y llevarla a la práctica en nuestra vida cotidiana.

Pero están las hormigas, las polillas y otros bichos que van corroyendo la construcción. En nuestra analogía serían aquellas personas que buscan confundirnos o alejarnos de nuestra vida de fe, ya sea como “falsos profetas”, que predican un evangelio lejos de Cristo, o cuestionando la existencia de Dios o el poder de Jesús, alejándonos de nuestra vida en la fe. Así como lo hacemos en nuestras casas, es importante que los alejemos de nosotros lo antes posible antes que nos socaven y apolillen nuestro espíritu.

Como vemos, no se trata sólo de construir nuestra casa sobre la roca, sino de un largo proceso que comienza en nuestro hogar, en donde recibimos el evangelio junto a la leche materna, hasta que nos toca a nosotros cumplir con el rol de transmisores, pasando por nuestra propia decisión de recibir a Jesús en nuestras vidas para que nos ayude a construirla en la fe, y así, llevar a la práctica sus Palabras.

Querido Jesús, sabemos que la vida en la fe es un proceso en el cual pasamos por muchas situaciones y etapas, y que al igual que una casa no puede ser construida de la noche a la mañana, nosotros también necesitamos de tiempo, esfuerzo, buenas elecciones, buenos consejos. Ayúdanos y acompáñanos para que nada nos impida oírte y seguirte. Permite que seamos un reflejo tuyo en todo lo que hagamos para que las personas te conozcan a través nuestro. Que puedan ver edificaciones sólidas, bien construidas y cuidadas, con mucho espacio para recibir y servir en el amor que viene de ti. Te lo pedimos a ti, que junto a Dios Padre/Madre y el Espíritu Santo reinas por toda la eternidad. Amén.

Pra. Estela Andersen
Gral. Alvear (Entre Rios) – Argentina
E-Mail: dannevirke63@gmail.com
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