Vayamos, pues, con Jesús

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Vayamos, pues, con Jesús

Hebreos 13:12-14 | Pr. Christian Stephan |

Que la gracia y la paz de nuestro Señor esté con cada uno/a de ustedes. Amén.

 

Querida comunidad:

no sé si en algún momento ya se percataron o se dieron cuenta que como cristianos/as pertenecemos a una tradición de peregrinos/as. Desde sus orígenes el pueblo de Dios (en sus orígenes Israel) ha estado peregrinando sin cesar. Siempre en búsqueda de la tierra prometida. Siempre dejando atrás aquellas ataduras que le impedían vivir una vida en plenitud, emprendiendo camino hacia un futuro prometedor.

Esa búsqueda, si bien relacionada a un destino geográfico, encontró su razón de ser en lo que la Escritura describe de forma tan linda: el lugar en el que fluyen la leche y la miel. Es el sueño y en anhelo de una vida en plenitud.

También nosotros/as somos peregrinos/as. Es parte de nuestra tradición Judeo-cristiana: estamos en camino, seguimos en movimiento. Quizás la palabra que mejor describe esto es “talante”. El talante es la manera en que realizamos las cosas y lo que a su vez nos motiva. El talante es el deseo que nos inspira y lo que nos dispone a hacer una u otra cosa. Como cristianos nuestro talante es: estar en camino, en movimiento, en constante peregrinación siguiendo los pasos de Jesús. No es posible un ser cristiano en una posición estática. Los cristianos fueron y son aún hoy conocidos como “los del camino”.

Habiendo compartido esto, quiero leer y compartir con ustedes las palabras del texto bíblico Hebreos 13,12-14 que dice así:

 

“12 Así también, Jesús sufrió la muerte fuera de la ciudad, para consagrar al pueblo por medio de su propia sangre.

13 Vayamos, pues, con Jesús, fuera del campamento, y suframos la misma deshonra que él sufrió.

14 Pues en este mundo no tenemos una ciudad que permanezca para siempre, sino que vamos en busca de la ciudad futura”.

 

Queridos hermanos y hermanas:

hoy no podemos reunirnos en comunidad para celebrar juntos/as la fe. Pero cad uno/a de nosotros/as puede en su hogar, en el lugar en el que se encuentre, celebrar la presencia y compañía del Dios de la vida que nos ha convocado a peregrinar junto con Él cada día. Este tiempo extraño pasará y volveremos a encontrarnos para continuar nuestro peregrinar en comunidad camino a la “ciudad futura”. Una ciudad futura que no está presente solamente en un futuro lejano sino, muy por el contrario, que nos inspira a emprender una búsqueda en la que deseamos que esa ciudad futura se haga presente y real hoy, aquí en medio nuestro. Es un peregrinar con un profundo sentido y una búsqueda que lo inspira, camino a la tierra sin mal, al lugar en el que fluyen la leche y la miel, o en la que todas las cosas son hechas nuevas. Una ciudad en la cual vivir la plenitud de la vida.

A lo largo de la historia se ha interpretada a la ciudad futura solo como el hogar celestial o la morada después de la muerte. Pero quiero animarles a descubrir la riqueza de comprender que la ciudad futura también se remite al deseo y el anhelo de poder vivir hoy en plenitud la realidad del Reino de Dios. Ese fue el mensaje profundamente evangélico de Jesús.

El sale a peregrinar por fuera de la ciudad y se acerca allí a quienes eran considerados como un remanente, una sobra, unos “parías” de la sociedad y eran menospreciados en su valor como hijos e hijas de Dios. Y es allí donde Jesús sufre su muerte, en los márgenes, en las “afueras”. Jesús sufre su muerte paradójicamente sufriendo con los sufrientes. Cargando con su dolor.

Allí compartió un mensaje transformador que realmente cambiaba la vida de las personas, reconociéndolas en su dignidad, abrazándolas en su dolor, fortaleciéndolas en medio de la debilidad, la enfermedad y la discriminación.

Ese era el peregrinar de Jesús, que hacía presente en su tiempo la ciudad futura, anunciando y mostrando en gestos concretos como habría de ser en su concreción total aquella ciudad tan anhelada.

 

“Vayamos, pues, con Jesús”, nos dice la escritura. Y ¡qué gran desafío!

Quién haya escrito estas palabras en el libro de los Hebreos pensó en un llamado claro y un mandato desafiante para la vida de fe como personas y como comunidades.

Es un llamado a emprender y peregrinar por esos caminos que Jesús anduvo. Por fuera de las comodidades de nuestra zona de confort, por fuera de los límites de nuestra “ciudad” y nuestro “campamento” donde ya conocemos todo e incluso a todos/as.

Emprender un camino de fe con convicción inevitablemente nos llevará a transitar nuevos caminos. La inspiración nacida del evangelio anunciado por Jesús expresada en el anhelo de la realización plena del Reino de Dios en medio nuestro es un motor que nos pone en movimiento constante. Emprender ese camino con Jesús es salir a recorrer los caminos en las periferias, en los márgenes de nuestros barrios, pueblos y ciudades.

Pero en todo tiempo debemos mantener la conciencia de que nuestro norte es esa ciudad futura, a la que anhelamos llegar, pero a la que también queremos ver hecha presente y real en medio nuestro.

El anhelo de la ciudad futura no nos deja paralizados, o viviendo en una pasividad conformista al estilo de “este mundo no tiene solución, sentémonos a esperar a ver su final”.

No, muy por el contrario, ese anhelo inspira nuestro peregrinar, recorriendo junto con Jesús y al igual que Él lo hiciera, nuevos caminos.

 

Somos llamados y desafiados a salir, a ir, a emprender camino para llegar al lugar en el que se encuentran hermanos y hermanas que en su dolor no tienen consuelo, en su tristeza no encuentran palabras que los reconforten, que en su enfermedad no tienen quien vende sus heridas (Salmo 147,3)

Somos desafiados a ir como lo hizo Jesús al encuentro de quienes están por fuera del sistema, a los que fueron marginados por su condición o situación de vida.

Somos desafiados queridos hermanos y queridas hermanas a hacer presente, viva y real esa ciudad futura, viviendo en función del Reino que Jesús anunció e hizo presente. En ese Reino todos y todas tienen un lugar. Esa ciudad futura hacia la que peregrinamos, es inspiración para dar sentido a nuestro actuar y obrar hoy, aun cuando eso pueda significar que nos desprecien o nos juzguen, e incluso como en muchos casos a lo largo de la historia “suframos la misma deshonra que él –Jesús- sufrió”.

“Vayamos, pues, con Jesús” y asumamos el desafío de anunciar un evangelio vivo y transformador, peregrinando los mismos caminos que él anduvo. Dando a nuestra vida el mismo espíritu y talante.

También en este tiempo presente debemos prestar atención a quienes necesitan de nosotros/as, de nuestras palabras, de nuestra presencia orante, y de nuestros gestos que acercan y comparten en medio de la necesidad, el sufrimiento y el dolor.

 

¿Recuerdan? Somos parte de una tradición de peregrinantes. Hoy seguimos y en el futuro seguiremos peregrinando. Dios nos permita encontrarnos prontamente de nuevo en ese camino, y en el mientras tanto, Dios los sostenga en la palma de su mano. Que así sea. Amén.

Pr. Christian Stephan

Asunción-Paraguay

ruedachata@gmx.net

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