Juan 6:60-69

Juan 6:60-69

¿También ustedes se quieren ir? | Juan 6:60-69 | 22/08/2021 | Estela Andersen |

Reciban ustedes bendiciones y paz de parte de Dios, El que era, es y ha de venir. Amén.

El texto de hoy, 13° Domingo después de Pentecostés se encuentra en el evangelio de Juan 6:60-69:

“Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» Pero Jesús sospechando que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?…

«El espíritu es el que da vida;

la carne no sirve para nada.

Las palabras que os he dicho

son espíritu y son vida.

«Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» (Es que Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.) Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.» Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él.

Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.»” Amén.

¿También ustedes se quieren ir?

Una pregunta desafiante, palabras que tienen dolor, pero la certeza de que lo que se está emprendiendo es lo correcto, es lo que Dios espera, es el único camino.

Palabras que Jesús dice a su grupo más cercano: los Doce, quienes eligió especialmente para transmitirles todo lo que el Padre le dio. Personas que tendrían la misión de continuar lo que el Maestro comenzó.

Siempre decimos que todo lo que sube baja, y que todo liderazgo, por más bueno que sea, tiene el mismo ciclo de la naturaleza: en un momento se van sumando personas atraídas por el modelo, por el mensaje, luego llega a su plenitud, lo que llamamos la cresta de la ola, y luego la popularidad va decayendo, la gente se va alejando y queda el círculo más cercano. Esto mismo se aplica a los imperios a las diferentes civilizaciones a lo largo de la historia de la humanidad.

Con Jesús no fue diferente, también le pasó, incluso en el capítulo 6 del evangelio según san Juan, pasa por todo el ciclo. La gente lo sigue por su mensaje, pero sobre todo por el milagro del pan, del que todos comieron, pero cuando los enfrenta a todo lo que implica el seguirlo, la gente se vuelve atrás, lo cuestionan, hasta le dicen: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» y deciden dejarlo, ya no andaban con él, dice el texto.

Por eso Jesús enfrenta a sus discípulos y les dice: ¿Ustedes también quieren irse? Porque él sabe que no es fácil, que para hacerlo Dios los tiene que haber atraído, bendecido con la fe.

Puedo imaginarme ese momento, seguramente con bastante tensión, pero también con una mezcla de miedo y tristeza. ¿qué le responderían? No es fácil quedarse solo en un proyecto…

La gente que le da la espalda a Jesús son, en buena parte, personas de poder, que pertenecen al templo y que a partir de ese momento sólo están pensando cómo destruirlo, como acabar con él. Pero también hay curiosos, oportunistas que buscan sacar provecho a los milagros, recibir algo gratis, sin esfuerzo. Por eso, cuando Jesús plantea un compromiso, se retiran sin mucho protocolo, porque nunca se involucraron realmente.

Para los discípulos es un momento duro, pero clave. Él los invitó a sumarse y ahora los encara: ¿qué van a hacer? ¿también me van a dejar? – dice Jesús -¿también se quieren ir?

Entonces Pedro, al igual que en otras ocasiones, responde por todos con otra pregunta: ¿a quién vamos a seguir? ¿para dónde vamos a ir, si en ti, Señor, encontramos palabras de vida eterna, si nosotros ya sabemos que sos el Santo de Dios, el Mesías esperado?

Los discípulos, los Doce, no tienen planes de alejarse de Jesús, él les ha abierto un camino nuevo, les ha presentado una dimensión de la que no quieren volver. En Jesús tienen todo lo que necesitan. Ya no logran imaginarse otra forma de vida.

Han pasado muchos años desde aquel momento clave no sólo en la vida de Jesús, sino en la de los discípulos. Mucha gente dejó de seguirlo, y quedó un grupo reducido, como diríamos hoy, haciendo el aguante.

Hace 2000 años que un grupo de personas, generación tras generación, seguimos a Jesús. Esto es, la Iglesia como cuerpo de Cristo. Los tiempos cambiaron y las formas de proclamar el evangelio y transmitir la Palabra son diferentes a aquel momento.

La Iglesia ha crecido y se ha extendido por todo el mundo. Muchas personas somos cristianas por diversas razones, pero mayormente porque hemos nacido dentro de familias cristianas, que pertenecen a una comunidad de fe, a una Iglesia. En buena parte hemos perdido esta tensión que Jesús presenta en el texto de hoy, en donde enfrenta a la gente que lo sigue porque les cuesta creer en sus palabras y entender que sólo Dios puede darles la fe para que comprendan y acepten su mensaje. Porque nos hemos criado escuchando estas palabras, las repetimos una y otra vez al celebrar la Santa Cena, en los mensajes y devocionales que escuchamos y preparamos. Pero ¿hasta qué punto las comprendemos o creemos en ellas? ¿hasta dónde respondemos con un verdadero compromiso en nuestro seguimiento?

Jesús nos trae palabras de vida eterna, de vida en abundancia, palabras que nos interpelan y nos enfrentan con nosotros mismos, a la vida que llevamos. ¿Seguimos a Jesús o preferimos quedarnos en la comodidad de una vida sin comprometernos con la realidad que nos rodea?

Jesús es exigente con sus seguidores, no acepta medias tintas. Pretende que quienes lo sigan estén convencidos, por eso es que pregunta a sus discípulos: ¿también ustedes se quieren ir?

¿Y nosotros? ¿estamos dispuestos a seguir a Jesús con todo lo que implica? ¿somos conscientes de que no podemos hacer la vista gorda y aceptar como natural las cosas que suceden a nuestro alrededor?

Hoy quiero enfatizar en un tema bien específico: nuestra mirada de género y qué lugar ocupa la mujer en nuestra sociedad, pero también en nuestras comunidades. Hasta qué punto nos animamos a marcar la diferencia como Jesús lo hizo con palabras de vida, palabras de espíritu, palabras de vida eterna, de vida en abundancia.

Si bien no aparecen las mujeres en el texto explícitamente, ellas están presentes a lo largo del evangelio de Juan. Podemos observar una y otra vez cómo Jesús dignifica a la mujer, la hace protagonista de la historia de la salvación junto a los hombres, volviéndonos al inicio de la creación en donde hombre y mujer fuimos creados a imagen y semejanza de Dios y formados del mismo barro. El rol de la mujer samaritana, de María y Marta, de María Magdalena, entre otras, es muy fuerte e impactante, incluso son las mujeres que lo siguen en todo el proceso del juicio hasta su crucifixión y muerte, no lo abandonan, se preocupan por su cuerpo y en el momento de la resurrección de Jesús las envía para que lo cuenten.

La mujer ha tenido un rol activo a lo largo de la historia de la Iglesia, aunque por mucho tiempo fuimos también relegadas. En el siglo XX las cosas cambiaron, en varias Iglesias Protestantes mujeres han sido ordenadas al ministerio en la misma jerarquía que los hombres. Pero a pesar de estos avances, con preocupación observo que en el mundo hay un retroceso con respecto al lugar de la mujer. Han aumentado las situaciones de violencia contra la mujer y junto con ella, los femicidios, grupos religiosos fanáticos (en donde también hay cristianos) que ubican a la mujer detrás del hombre, sometida a él como voluntad de Dios, y una sociedad de consumo que nos quiere hacer creer que también nosotras, las personas (y sobre todo la mujer) somos bienes de consumo descartables, bajo el título de amor libre, pareja abierta, poliamor (y no lo digo como un puritanismo).

Estamos viviendo un tiempo de retroceso en lo que respecta a la mujer y sus derechos como persona, ¿vamos a quedarnos callados mirando o vamos a comprometernos con la realidad para transformarla?

Hoy Jesús vuelve a preguntarnos sobre nuestro seguimiento también en este tema ¿ustedes también se quieren ir? ¿ustedes tampoco se van a comprometer?

Vivimos tiempos difíciles, impregnados de un individualismo que se ha extremado con la pandemia y los protocolos de cuidado, con el mundo virtual en que ya podemos encontrar todo lo necesario sin salir de casa.

Pero los cristianos somos comunitarios, somos cuerpo que sufre cuando uno de sus miembros se enferma o está dolido o atrofiado.

Este texto que hoy nos acompaña nos muestra esto mismo cuando Jesús les pregunta a sus discípulos si también ellos se van a ir, y ellos responden: ¡De ninguna manera! No nos imaginamos una vida sin vos, sin tus palabras de vida eterna.

También nosotros queremos permanecer junto a Cristo, pero para ello, tenemos que salir de nosotros mismos, y dejar que Dios nos lleve hacia donde él considere que podemos ser herramienta útil, aferrarnos a la fe, a las palabras de vida eterna que Jesús nos trae. Amén.

Querido Jesús, tú nos preguntas si nos queremos ir o seguirte, hoy te decimos que sí, que no podemos imaginarnos una vida sin tus palabras de vida eterna, porque tú eres el Santo de Dios, nuestro Redentor y Salvador. Pero sabemos que al decirlo también lo tenemos que traducir en hechos, en compromiso concreto, ayúdanos a ser tus testigos, a llevar palabras de vida a tanta gente y sobre todo a las muchas mujeres que hoy están con peligro de vida en un mundo desigual. Sabemos que estás a nuestro lado y eso nos da la fuerza y el valor necesario para enfrentar lo que sea necesario, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Estela Andersen

Pastora de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata

al servicio de la Congregación Evangélica Alemana General Alvear – Distrito Entre Ríos – Argentina

mail: dannevirke63@gmail.com

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