¿Volver a nacer?

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¿Volver a nacer?

Juan 3,1-17 | Stella Maris Frizs |

Querida comunidad:

Los últimos versículos del capítulo 2 del evangelio de Juan nos introducen en nuestro texto: Jesús y Nicodemo.

Jesús estaba en Jerusalén con motivo de la Pascua. Muchos, al ver las señales milagrosas que hacía, creyeron en él. Sin embargo, Jesús no se confiaba en ellos, tal vez porque él conocía el corazón de la gente.

Es decir, era una fe basada en milagros (hoy diríamos hechos espectaculares), pero lejos estaba de ser una fe auténtica, una fe que salva, una fe que transforma.

Una de esas personas, convencido que Jesús era un maestro venido de Dios por los milagros que hacía, decidió hacerle una visita. Privada.

Ese hombre era Nicodemo, perteneciente a la secta de los fariseos. Era un líder religioso y político, miembro del Sanedrín, o sea, la Junta Suprema de los judíos. Además Jesús dijo de él que era maestro de Israel (v.10)

Podemos concluir que Nicodemo era un hombre preparado, que conocía muy bien la Ley de Moisés y la voluntad de Dios. Al menos, intelectualmente.

No sabemos exactamente que lo llevó a visitar a Jesús:

  • Podía ser fascinación por los milagros que hacía.
  • Podía ser curiosidad por este galileo que, sin formación en las escuelas rabínicas, sorprendía por sus hechos y enseñanzas.
  • Tal vez quería conocer de cerca y personalmente a Jesús ¿quién era? ¿qué buscaba? ¿qué pretendía?
  • Tal vez quería consultarle sobre temas espirituales porque estaba confundido o temas existenciales acerca de su propia vida. ¿Vida de fe?

(Podríamos afirmar que, como Zaqueo, era un hombre rico, pero insatisfecho)

Hay varias teorías de porqué Nicodemo visitó a Jesús de noche:

  • Una visita clandestina. Tal vez no quería ser visto por sus compañeros. No olvidemos que cuando Jesús saca a latigazos a los mercaderes y cambistas del templo, se ganó la enemistad de líderes judíos. Pudo haber tenido precaución.
  • Hay quienes sostienen que el silencio de la noche es el mejor momento para estudiar la Palabra. Y además era el tiempo en que nadie interrumpiría a Jesús, quien era acosado permanentemente por la multitud.
  • Simbólicamente hablando podría estar buscando la Luz en medio de la oscuridad y confusión de su vida.

Sea como fuere, Nicodemo acudió a Jesús ¿con respeto? llamándolo Maestro (Rabi) reconociendo sus obras milagrosas y reconociendo su vínculo con Dios.

Pero la respuesta de Jesús lo deja “descolocado”: “es necesario nacer de nuevo para ver el Reino de Dios” ¿Habrá intuido Jesús una profunda inquietud en aquel fariseo que observaba rigurosamente la Ley, pero dudaba de su salvación?

Jesús va directamente al centro del asunto para hacerle ver a Nicodemo que nadie puede salvarse solo cumpliendo la Ley. Eso era algo puramente externo.

(Como lavarse las manos. Lc 11,38ss)

Era necesario, pues, que se produjera un cambio tan radical en el interior del ser humano, que es como si se tratara de un nuevo nacimiento.

Parece que Nicodemo interpretó el planteamiento de Jesús de manera literal, como si debiera pasar nuevamente por el proceso de la gestación y el parto siendo ya viejo.

Jesús debió explicarle que, si nacía de la misma manera que al principio, todo terminaría siendo igual. Nacería de la “carne” y seguiría marcado por el mismo pecado.

Entonces amplía el concepto. El nacer de nuevo está vinculado al agua y al espíritu. Dos elementos dados y no conquistados que se funden (alían) en el Bautismo.

Pero como el bautismo de Juan era de arrepentimiento y los fariseos creían que por ser descendientes de Abraham ya estaban dentro del Reino, a Nicodemo le debe haber costado aceptar que era pecador y que debía arrepentirse y cambiar su vida. Por otro lado, permitir que Cristo (el que fue levantado en la cruz) obre por medio del espíritu para lograr ese cambio radical, esa profunda transformación, debe haberlo llevado a Nicodemo a una gran resistencia que le impedía comprender y aceptar. Por algo no entiende.

Aunque apariciones posteriores, por ejemplo en la muerte de Jesús (Jn19,39ss) donde se lo ubica junto a José de Arimatea llevando perfume para ungir y perfumar el cuerpo, lo muestran como alguien que se dejó transformar para convertirse en un auténtico seguidor de Jesucristo.

Querida comunidad:

Hemos sido bautizados. En agua y en espíritu.

En el momento del bautismo hemos renacido como hijas e hijos de Dios. No por mérito nuestro, porque el bautismo es un regalo, un don, una dádiva que se recibe.

Hay cosas que no se ganan por más esfuerzo que hagamos. No alcanza con un poco de ética, un poco de moral, un poco de disciplina. Algunos lo intentan.

Nicodemo pensaba que la salvación era algo que se podía conseguir por medio de sus buenas obras. Creía que para ver el Reino de Dios (o ser parte de él) bastaba con ser descendiente de… Algunos creen que por pertenecer a una determinada denominación ya tienen garantizada la salvación.

Hemos sido bautizados. En agua y en espíritu.

El agua en el cual Jesús mismo fue bautizado, el que nos purifica y nos limpia del mal que anida en nosotros desde la creación. En el Catecismo Menor de Lutero dice que cada día debemos ahogar el viejo Adán, que cada día debemos morir al pecado y resurgir como personas nuevas llenas de la gracia de Dios.

Hemos sido bautizados. En agua y en espíritu.

Los cimientos han sido puestos y no por nuestra voluntad o decisión, sino porque Dios y nuestros padres así lo han querido y lo han deseado. El ser humano es absolutamente incapaz de llegar a Dios “por su propia razón o fuerza” (Lutero)

Lo que hagamos después con el bautismo es algo nuestro. Lo podemos ignorar, olvidar, podemos renegar de él, pero jamás borrar, porque hemos sido sellados con el Espíritu Santo y hemos quedado unidos a Cristo (Rom 6)

Tampoco al Espíritu lo podemos manipular, forzar, presionar. Me sorprende ver cómo en algunas iglesias se obliga al espíritu a obrar.

Jesús deja claro que el espíritu es como el viento. No lo podemos controlar.

Pero sí está en nosotros darle un lugar o no.

Podemos cerrarnos o resistirnos como Nicodemo o tener una actitud de apertura, de dejarnos transformar en personas nuevas.

Así como el viento, así también irrumpe el espíritu de Dios y solo puede ser identificado por los resultados. Cuando una persona comienza a vivir, a actuar, a moverse de una manera diferente…amando, respetando, tolerando, perdonando….es señal de un nuevo renacer.

Ese es el sentido de renacer.

El renacer no es una exigencia o una imposición, sino un ofrecimiento de Dios que amó tanto al mundo que ofreció a su Hijo para que todo aquel que en él crea, tenga vida eterna.

Cada día es una oportunidad para renovar el bautismo y recordar el enorme regalo que nos hace Dios, el de mostrar su amor aun cuando todavía no éramos conscientes de ello.

Cada día es una oportunidad para activar aquella fe latente en el momento del bautismo y obrar en consecuencia.

Cada día es una oportunidad para revertir actitudes soberbias, arrogantes y prepotentes para volvernos como niños y ser partícipes del Reino. (Mc 10)

Cada día es una oportunidad para abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestros sentidos para que el Espíritu de Dios pueda vivir y obrar en nuestras vidas y a través de nuestras vidas.

Cada día es una buena ocasión para elevar nuestra mirada a la cruz y descubrir que de ahí viene nuestra salvación. Amén.

Señor, que este tiempo de Cuaresma nos ayude a revisar nuestra vida. Que el agua del bautismo nos ayude a purificar lo viejo y ruin que anida en nosotros. Y que tu Espíritu sople siempre de nuevo y nos permita vivir en paz, en alegría, con esperanza buscando siempre la reconciliación. Amén.

 P. Stella Maris Frizs

Basavilbaso – Entre Ríos – Argentina

stellafrizs@hotmail.com

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