
1° domingo después de Trinidad
1° domingo después de Trinidad | Lucas 12:13-21 (Leccionario Danés) | Joel Nagel
El evangelio de hoy lleva a preguntarnos entorno a qué construimos nuestra vida: ¿cuál es la base de nuestros sueños, proyectos y anhelos?
El dinero es un bien simbólico, es decir, es un material al cual nosotros le damos un determinado valor.
Los billetes no son más que papeles y el oro no es otra cosa que un mineral, al igual que los diamantes u otras piedras preciosas, pero a causa de ellos el ser humano puede ir a la guerra, destruir vidas, lugares, la Creación y a uno mismo.
En la actualidad, cuando hablamos de riqueza, directa o indirectamente nos referimos a lo material.
Y por lo general esas riquezas terminan siendo el objeto de las disputas de poder, egoísmo, mezquindad e individualismo. Incluso más, esas riquezas nos traen preocupaciones, pues mientras más tenemos, más debemos pensar qué hacemos con ellas para mantenerlas o acrecentarlas.
Referido a esto recuerdo un cuento de Luis Landriscina que en resumen versaba así: “Un turista se encuentra con un lugareño, que estaba descansando debajo de un árbol, mientras cuidaba de unas cabras.
Comienzan un diálogo donde el turista plantea los beneficios de vender las cabras y comprar vacas, luego vender algunas vacas y comprar más campo y más vacas, y así sucesivamente. Mientras sucede esto el lugareño pregunta ‘¿para qué?’, a lo que la respuesta del turista es siempre ‘para tener más’.
El diálogo continúa hasta que el turista le dice que después de ir maximizando sus ganancias e ingresos, el lugareño llegará a ser dueño de un emporio cárnico, y no tendrá que trabajar más, dedicándose así a descansar. A lo que el lugareño responde: ‘¡pero si eso es lo que estoy haciendo, descansando!’”.
Para el turista la vida pasaba por cómo generar más riquezas, con el objetivo de, algún día, poder disfrutar de ellas. A la luz del evangelio, el turista no cae en la cuenta que, al final, tal vez no pueda disfrutar de sus riquezas, que le consumieron gran parte de su tiempo vital.
El lugareño, por su parte, tiene sus cabras, puede descansar debajo de un árbol, estar en contacto con la naturaleza y disfrutar su vida, sin que lo material sea la brújula que marque su camino.
Ahora bien, nos preocupamos mucho por las riquezas materiales, por cómo tener más para vivir más cómodamente que, en el entretanto, nos dejamos llevar por una lógica consumista donde ganamos objetos materiales, pero perdemos vida, relaciones, afectos, comunión con otros y otras.
Sin embargo hay otras riquezas. Son aquellas de las que nos habla Jesucristo, cuando hace mención al Reino de Dios.
Las riquezas del Reino son diferentes, porque no se amontonan ni guardan en graneros, cajas fuertes, plazos fijos o paraísos fiscales. Las riquezas del reino se comparten, se viven con otros y otras.
Las riquezas del Reino traen vida, esperanza, compasión. Nos invitan a salir al encuentro de los y las necesitados/as.
La invitación del Evangelio para este domingo, pasa por responder las preguntas del inicio: entorno a qué construimos nuestra vida, nuestros proyectos.
Si lo hacemos teniendo como base las riquezas materiales, nuestra vida será consumida por aquello que sólo tiene un valor simbólico, quitándonos la posibilidad de disfrutar el regalo divino.
Si por el contrario tenemos como base el Reino de Dios y su justicia, su amor, su promesa… sus riquezas, entonces lo que se verá acrecentado será nuestra vida. Una vida que podremos compartirla con nuestros prójimos. Una vida que tendrá sentido, pues será rica en amor y comunión.
Tal vez si quitáramos nuestra mirada del consumismo individualista, podríamos también decir “¿para qué?” ¿Para qué dejamos de lado nuestras relaciones, lo que nos produce alegría, aquello que nos llena verdaderamente el alma? ¿Para qué ponemos todo nuestro tiempo en aquello que nos trae preocupaciones y nervios, pero que también nos aleja como seres humanos, como hijos e hijas de Dios?
Jesús nos invita a que nuestra vida no dependa del hecho de poseer muchas cosas, sino de aquello que llena esa vida y le da sentido: la fe en Dios que siempre sale a nuestro encuentro, porque nos ama y sabe lo que necesitamos. ¡Y qué lindo es construir nuestros proyectos, sueños y anhelos desde aquí! Amén.
Joel Nagel
Pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata
al servicio de la Iglesia Danesa en Necochea
7630, Necochea, Argentina
joel_nagel1@hotmail.com