Lucas 12,35–40

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Sernón para el día de fin de año | 31.12.2024 | Lucas 12,35–40 (Leccionario EKD, Serie I) | Federico H. Schäfer |

Estimadas hermanas, estimados hermanos:

Dentro de unas pocas horas pasaremos de un año viejo a un año nuevo. Si bien este hecho responde por un lado a un fenómeno cósmico relacionado con los movimientos de nuestro planeta alrededor del sol, el conteo del mismo es una convención establecida hace muchos siglos atrás en base a la presunta fecha del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. En otras civilizaciones el conteo tiene otros fundamentos históricos por lo que han alcanzado otras cifras y festejan el cambio de año en otras fechas. Sin embargo, el “conteo cristiano” hoy en día es utilizado en todas las operaciones internacionales a nivel planetario. El paso de un año al otro nos lleva invariablemente a realizar un balance de lo actuado y acontecido en el año transcurrido y un sondeo tendiente a descubrir lo que nos  puede deparar el año entrante, más allá de todos los términos ya establecidos en base a una confianza sobreentendida en el futuro de nuestra vida y la existencia y funcionamiento de nuestro planeta.

El recuento del año que está por terminar, más allá de penas y alegrías personales, nos muestra un mundo lleno de conflictos y problemas en todos los órdenes, en lo social, en lo económico, en lo político, en lo ecológico, por lo cual los más pesimistas perciben  un mundo “que va de mal en peor” y alientan presunciones sobre un fin del mundo próximo. Los optimistas confían en sus esfuerzos por “salvar” al mundo de su perdi-     ción. Si muchos de estos últimos lo hacen en base a una esperanza cristiana, es una pregunta abierta. Pero veamos lo que nos dice la palabra de Dios al respecto; hoy a través del testimonio del evangelista Lucas en su evangelio, cap. 12, vers. 35 a 40.

Para entender mejor este pasaje, debemos saber que en aquellos tiempos la gente también vivía con grandes angustias e incertidumbres. Los ejércitos de Julio Cesar habían sojuzgado a todos los pueblos, desde lo que hoy es Paquistán en Oriente hasta el Sur de Alemania e Inglaterra en Occidente. También Israel tenía un gobernador romano, que recaudaba pingües impuestos, que lejos estaban de volver como beneficio al pueblo. Por ello en esos tiempos también se extendían expectativas apocalípticas. De ello nos dan testimonio otros escritos de la época. Por tanto, también los discípulos de Jesús estaban angustiados y se hacían preguntas sobre el fin del mundo.

A esto Jesús responde con una especie de parábola o ejemplo. Él no dice que el fin del mundo no vendrá, pero tampoco dice: “ojo, que el fin vendrá mañana, pasado o dentro de un año”. Él solamente dice: estén alertas y estén debidamente preparados. En su ejemplo, Jesús nos habla de una persona, seguramente de buena posición, –por lo menos tiene personal a su servicio–, que es invitado a una fiesta de casamiento o hasta se podría interpretar que ese protagonista es el propio novio. Estas fiestas solían extenderse eventualmente por varios días. El personal de servicio no podía adivinar cuando exactamente el patrón regresaría. Entre nosotros y en menor escala es así todavía: sabemos cuándo va a comenzar una fiesta, pero no sabemos exactamente cuándo regresaremos de ella, salvo que nos impongamos un horario estricto. Pero en Oriente de aquellos tiempos y para esas ocasiones no había horario que valga. La fiesta tampoco sería a la vuelta de la esquina. El patrón seguramente debía hacer una larga caminata o cabalgata. Entonces su personal, eso era lo que se esperaba, debía estar pronto para recibirlo adecuadamente cuando regresara, sea la hora que fuere, con comida preparada, con la casa iluminada, con agua para lavarse, etc. etc. Para ello el personal debía montar guardia y tener todo en orden y funcionamiento.

En el ejemplo Jesús dice: Dichosos los criados a quienes su patrón encuentre dispuestos y a las órdenes cuando llegue a su casa. Es más, Jesús agrega todavía algo más insólito: Ese patrón, contento de encontrar a su personal despierto y a disposición, invitará a esos sirvientes a sentarse a la mesa y él mismo les servirá a ellos. Abundando en su mensaje, Jesús trae otra parábola más, que es casi como una verdad de perogrullo: Si el dueño de una casa supiera a qué hora ladrones planean asaltarla, tomaría las previsiones del caso, para evitar que los cacos se introduzcan. Pero como no sabe cuándo los delincuentes vendrán a robarle, deberá mantenerse en guardia siempre.

Finalmente para resumir y aplicar su ejemplo, Jesús dice a sus discípulos: Uds., así como los criados que no saben cuándo volverá su patrón, pero saben qué vendrá y quiere ser bien recibido, y así como el patrón que no sabe cuándo le vendrán a robar, pero sabe que la posibilidad de que lo asalten existe, deben estar siempre alerta y bien preparados. Uds. también estén siempre despiertos y vigilantes, pues el Hijo del Hombre vendrá cuando menos lo esperen.

En realidad, con este mensaje, Jesús no nos quita la angustia por el porvenir. Pero quizás sea bueno que permanezca este aguijón en nuestra carne, justamente para que nos mantengamos en estado de vigilancia y debidamente preparados y no nos durmamos en nuestra comodidad e indiferencia. Queda entonces claro: un fin va a haber. Pero cuándo se producirá ese fin, ni aun el propio Jesús lo sabía. Solo Dios lo sabe. Pero ese fin acontecerá cuándo Dios envíe nuevamente a su Hijo a este mundo para restaurarlo plenamente. Para entonces debemos estar convenientemente preparados; puede ocurrir mañana, dentro de un mes, en cien años –no lo sabemos. Pero no podemos decirnos: “dale que va”, el Señor vendrá recién dentro de mil años; hasta tanto falta aún tanto tiempo, olvidémonos del asunto. Mientras tanto hagamos la nuestra, que se arreglen quienes nos sucedan

No podemos simplemente negar, que todas las preocupaciones que tenemos a propósito de nuestro futuro, no son fruto también de nuestro pasado; no me refiero solamente al pasado individual de cada uno, sino de toda nuestra sociedad. Si nuestra preocupación para los próximos tiempos es la inseguridad personal y la violencia, pues entonces, cada uno desde su lugar decida y haga solo o en conjunto con otros todo lo que esté a su alcance para luchar contra la violencia y sus causas.

El llamado de Jesús a estar preparados es como un llamado a nuestra responsabilidad. No podemos dejar correr el mundo a nuestro lado como que no tuviéramos nada que ver con él, pero angustiarnos y quejarnos de sus males y echarle la responsabilidad y la culpa a otros por todas sus falencias: al gobierno de turno, a la iglesia, o a Dios mismo.

Aunque lo que logremos sea incompleto y parcial, será parte, aunque más no sea una minúscula piecita en el gran rompecabezas que el Señor está armando con nosotros, ese nuevo mundo que todos deseamos. Y no nos angustiemos, si no nos es dado conocer inmediatamente los resultados de nuestra acción o nuestra oración; si no nos es dado ver el puzzle armado integralmente. Lo principal es que con buena disposición estemos siempre al servicio de nuestro Señor. Ojalá cuando el venga nos encuentre “con las manos en la masa”. En ese contexto no importa, si el mundo finaliza dentro de un año o en mil años. Debemos aprovechar el tiempo que tenemos a disposición. No nos olvidemos que la tierra puede continuar existiendo por muchos miles de años más, pero nuestra vida es acotada y puede terminar mañana o en apenas unos años más.

Pero el tiempo que tenemos a disposición, especialmente durante el año que tenemos por delante, lo podemos aprovechar, porque el Señor no se va lejos, no nos deja solos por largo tiempo. Él nos acompaña y nos apoya con su Espíritu siempre, aunque no lo veamos. Él vino al mundo no a ser servido, sino a servirnos y nos hizo el mejor servicio que nos podía hacer: se entregó por nosotros en la cruz y venció al mundo al resucitar para nosotros y asegurarnos la vida. Sepamos que este nuevo año que tenemos por delante, sea como fuera, está en sus manos. Él es el Señor de la historia pasada, presente y futura. Visto así es indistinto si marcamos el año 2025 o el año 2030. Es, como vimos más arriba, apenas una convención humana, que nada tiene que ver con los tiempos de Dios. Así, hermanas y hermanos, vayamos de frente y sin miedo hacia el próximo año en la esperanza del cumplimiento del Reino de Dios! Amén


Federico H. Schäfer,

Pastor emérito, Iglesia Evangélica del Río de la Plata

E.mail: federicohugo1943@hotmail.com