
Embajadores (Por paz suspira)
¡Gracia y paz de parte de nuestro Señor Jesucristo, el que era, es y será siempre!
Hermanas, hermanos
La primera estrofa del himno, escrito por Anders Ruuth (Suecia) durante los años de pastorado y docencia en Argentina, dice: “Paz, mis hermanos, paz es lo que necesitamos; /nuestro mundo cansado está, ya es tiempo que aprendamos/ El amor es la gran respuesta. ¿Qué tal si lo probamos?/ El amor es la gran respuesta. ¿Qué tal si lo probamos?”(Cancionero Abierto de ISEDET, Nº 61. Y de esta manera logra formular en un presente continuo el profundo anhelo humano, visualizando la respuesta del Evangelio, que se vuelve cada vez más necesaria y urgente en nuestra actualidad.
En su saludo pascual, dirigido a los “Queridos amigos en todo el mundo , otro ex pastor y docente en el ámbito del Río de la Plata, Ekkehard Heise, sintetizadicha necesidad sentida y expresa lo que deseamos en lo más profundo del corazón, señalando una actitud y un camino de participación posible para los creyentes: “…en estos tiempos difíciles, cuando la angustia se quiere apoderar de nosotros por medio del terror y de la violencia en el mundo, reciban nuestros deseos más sinceros de bendiciones. Qué Dios nos de paz en todo el mundo y que las personas de buena voluntad, quienes en todas las religiones y naciones son la gran mayoría, se tomen de las manos para fortalecerse en la esperanza que el malo y sus agentes nunca vencerán al mundo….”
De esta manera quiero ver actualizado el mensaje de Juan en el contexto de la realidad que estamos viviendo. Pues, me parece que semejante a la época del Evangelio nos encontramos en la actualidad con dos actitudes muy humanas y comprensibles: el miedo y la duda.
En este sentido, por un lado, es extraño que los discípulos “se escondan”, a pesar de lo que algunos de ellos han visto y de lo que María Magdalena les relata sobre su encuentro con el Jesús viviente. Pero, por otra parte, es comprensible que su actitud sea consecuencia del “miedo” por las persecuciones que padecían. (¡El cuarto Evangelio precisamente es escrito y anunciado a las comunidades, que por dar testimonio del Señor de la vida eran acosadas y perseguidas!). ¡Sabemos que el miedo produce retracción, retiro, encierro!
En nuestra actualidad “globalizada” pareciera que no se puede dejar de asociar el miedo con el tema de la “seguridad”, que tanto ocupa y preocupa en muchas partes del mundo. ¡Y existen sobradas razones para ello!
En argentina, el miedo ha favorecido, y sin dudas sigue permitiendo, el flagelo de la “impunidad” en todos los niveles nuestra sociedad. Por ejemplo, cuando las personas que han sido testigos de atentados, raptos, violaciones, asesinatos, robos, no se atreven a declarar ante los tribunales por temor a las represalias de las mafias, que se están demostrando enquistadas en los ámbitos políticos, judiciales, policiales, etc.
El miedo hasta afecta también la tarea misionera de la Iglesia. Así por ejemplo, aun cuando les gustaría abrir sus hogares para realizar Estudios Bíblicos, muchas familias en los barrios de Buenos Aires no permiten dar a conocer públicamente la dirección, el día y la hora de los encuentros en sus casas, por temor a los asaltos. ¡Es “más seguro” permanecer en el pequeño grupo de personas conocidas y que tienen comunicación entre sí!
Pero el atrincheramiento detrás de las cuatro paredes también parece ser el argumento de muchos cristianos para no enfrentarse con el Jesús resucitado que con su palabra desafía a cambiar ellos mismos de actitud y aceptar el envío de ir al mundo como sus testigos, con todas las consecuencias que ello implica.
Es sorprendente que sea así, a pesar que desde siempre hemos escuchado el mensaje de la Resurrección de Jesús y acerca del poder de Dios que supera todos los límites y fronteras imaginables, poder con el cual él ha prometido acompañarnos.
Pedro no puede creer la noticia traída por las mujeres sobre el encuentro con el Señor resucitado, el mismo Señor, al que habían crucificado. El sufrimiento y la muerte de Jesús, y de cada persona, torturada y asesinada, impresionan y afectan los sentimientos de Pedro, y los nuestros. ¡Pedro seguramente siente que el proyecto del Señor, a quién había seguido con entusiasmo, fue un fracaso y que todo había llegado a su fin! Así también siempre de nuevo nos confrontamos con la falta de fe y con la desesperanza.
Pero Pedro no puede reconocer de otra manera a Jesús que palpando las marcas de la violencia, las cicatrices de la crucifixión. ¿Tampoco nosotros?
Sin embargo, a pesar de sus dudas, Jesús lo comprende, nos comprende y nos busca allí donde podemos llegar a redescubrirlo. Permite tocar el signo de la muerte, el signo de su identificación con los motivos de nuestras heridas emocionales, por el hambre, la humillación, el maltrato, la , culpa; …del dolor por las pérdidas de vidas a manos del odio, la venganza, la represalia, la estupidez humana… en Buenos Aires, en Atocha, en Bagdad, en …
Allí alcanza Jesús a sus discípulos, nos alcanza a nosotros, y a todos, aunque estemos atrincherados detrás de muros, de blindajes, de puertas cerradas, de corazones frustrados, desesperados y endurecido, y transmite su paz, quiebra el temor, transformándolo en alegría…
Por eso algunos, como Pedro, lo reconocen por las señales del sufrimiento solidario y vuelven a tener confianza en él y a reconocerlo como su Señor y Dios (V. 28). Otros, como María Magdalena, lo descubren y vuelven a tener esperanza en su presencia viva cuando los nombra por su nombre, los valora y dignifica.
Pero en esta historia queda claro que no es la irrupción poderosa, espectacular, mágica, a través de la puerta blindada con cerrojos y candados, sino que es la presencia viva del Señor, conocido por ellos como el crucificado, lo que supera el temor y la angustia de quienes están escondidos. Así les abre una nueva y verdadera perspectiva de futuro, porque esa presencia del Señor viviente también encierra en sí misma una tarea para ellos, una razón y un sentido para seguir viviendo (V. 21).
Yo no podría expresarlo mejor de lo que lo hace el argentino Obispo metodista Federico Pagura, cuando en su canto llama a los enviados de Dios sus “Embajadores”:
“Por paz suspira el corazón humano: la paz, -no simple ausencia de la guerra -,
la paz, -no mudo ambiente de sepulcro -, la paz, – no mera fuga de la tierra.
Por paz, que es calidez, de amor fraterno; por paz, que es bienestar y es alegría;
por paz, que es de justicia el rico fruto y tiene en Dios sustento y garantía.”
“Esa es la paz que trae al mundo Cristo echando abajo muros y fronteras,
abriéndonos caminos de esperanza y renovándonos la vida entera.
Esa es la paz que hoy somos convocados a proclamar a cada continente:
embajadores de una nueva raza en nombre de Jesús, Señor viviente.”
“Es nuestro campo de batalla, el mundo: el interior, de cada ser humano,
y el de gobiernos, pueblos, sociedades que a dioses sirven y a valores vanos.
Habremos de luchar contra la guerra y los demonios que a su sombra crecen;
habremos de luchar por la justicia y la verdad, que en libertad florecen.”
Amén.
Rodolfo Roberto Reinich,
Pastor en la Parroquia Olivos de la Congregación Evangélica Alemana Buenos Aires
E-Mail: reinich@ciudad.com.ar