
¿Es necesario que tu Jesucristo sea el del NT?
12° Domingo después de Pentecostés – 30.8.2020 | Mateo 16:21-28 | Pr. Dr. Sergio A. Schmidt |
Apreciada Comunidad:
Este texto bíblico es sumamente interesante. Jesús comienza a explicarles a sus discipulos todo lo que le ha de suceder en la ciudad de Jerusalén y que, ir a Jerusalén, no era una opción sino que Jesús debía ir, le era necesario ir a dicha ciudad.
Para entender porque Jesús inicia esta explicación necesitamos tener en cuenta lo que se afirma en los vs. 13-20. Aquí el apostol Pedro habia confesado su fe en su Señor. El confiesa: „¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!“. Jesús, escuchando su confesión le dice: „Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos“. Pero, es extraño, pese a que Pedro hubo contestado muy bien, Jesús le dice a Pedro y al resto de los discípulos algo extraño, algo inesperado. El vs 20 lo dice claramente:“ Entonces mandó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Cristo.“
Y surge sola la pregunta: ¿por qué Jesús les dice a sus discípulos que no digan a nadie que Él era el Mesías? ¿No era, acaso, parte de la misión de estos discípulos predicar que Él era el mesías? Si Pedro respondió bien, ¿por qué se le impone el silencio? El texto base de la predicación del presente domingo busca responder a todas estas preguntas.
Jesús, luego de exigirles a sus discípulos el silencio respecto a su persona, comienza a explicarles: „Desde entonces, Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que le era preciso ir a Jerusalén y padecer mucho de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y resucitar al tercer día“.
Pero, fijémonos bien, cual es la reacción de Pedro. Pedro le dice a Jesús: „Señor, ten compasión de ti mismo. ¡Jamás te suceda esto!“. Pedro lleva a parte a Jesús para que su reprimenda sea privada. Pedro reprende a Jesús con el lenguaje más fuerte que se pueda usar. Fijémonos, es sumamente interesante que cuando Pedro reprende a Jesús está usando el mismo lenguaje que usó Jesús cuando reprendió a los vientos y el mar (8:26) y tal como reprenderá a un demonio (17:18). En estos tres pasajes aparece la misma palabra en griego: „epitimao“ que significa reprender. Pedro trata a Jesús cómo a un maestro que ha caído y necesita ayuda para ponerse de pie. Tal vez Pedro piensa que Jesús tuvo un mal día, o que está deprimido. Seguramente esto será un „bajón“ temporal de Jesús.
Pedro dice estas palabras para ayudar a Jesús pero, otra vez, Jesús actúa de forma totalmente inesperada. Jesús reprende a Pedro con palabras muy duras:„¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.“ Pero, podemos preguntarnos: ¿por qué Jesús reacciona así? ¿Cuál era el problema?
Sucede aquí tal como lo reza el viejo refrán: „del dicho al hecho hay mucho trecho“. Este refrán habla de la distancia que hay entre la teoría y la práctica. Pedro, en teoría, sabe quién es Jesús. Él sabe, correctamente, que Jesús es el Cristo. La teoría de Pedro es correcta… el problema pasa por la práctica. Pedro no acepta que Jesús hable de un Mesías sufriente y, menos que menos, que Jesús comience a hablar que Él debería morir en la cruz. Lo que Jesús tenía en mente era algo muy diferente. Pedro esperaba que cuando Jesús llegue a Jerusalén actúe como lo que es: un Mesías victorioso, un Mesías de Poder, Gloria y Conquista. Para Pedro era imposible pensar en un Mesías doliente ¡¿y derrotado?! ¿Quién quiere un Mesías así?!!
La respuesta de Jesús son palabras muy duras. La tentación del apóstol Pedro también. Pero, podemos preguntarnos, ¿qué tentación es esta? Nadie, ni el propio Jesús, desea el sufrimiento y todo lo que era la crucifixión. Será hasta Getsemaní que Jesús tendrá que luchar contra esta tentación. Y, sin quererlo, Pedro le ofrecía un camino distinto que la cruz, tal como ya se lo había propuesto Satanás en la tentación. Pero, en el caso de Pedro, la cosa era peor porque venía de alguien que lo amaba. ¿O podemos decir que Satanás habló por medio del cálido amor – equivocado, claro está – de su apóstol? ¿Qué les parece?
Y esta es la primera cosa que nos marca el texto de hoy. Tal como lo expresa Jesús, debemos poner nuestra mirada en las cosas de Dios, no en las de los hombres. ¿Qué significa esto? Significa resaltar la centralidad que tiene la cruz de Cristo. Significa creer que no podemos salvarnos a nosotros mismos, significa reconocer que verdaderamente Jesús como verdadero Hijo de Dios ha muerto por nosotros en la cruz y que en esta cruz de Cristo Dios mismo estaba dando su vida por nosotros. Y no sólo esto sino que, conjuntamente Jesús ha resucitado histórica, real y objetivamente. Tratar de relativizar esta verdad clara y simple nos lleva a relativizar el mismísimo evangelio. Permítanme un ejemplo claro y simple.
No podemos diluir el mensaje del evangelio como si fuera una jarra con jugo. Muchos piden que se diluya el jugo hasta que sea de la apetencia del auditorio. Se nos pide que diluyamos las exigencias que devienen del evangelio. A todos nos gusta que se nos hable que somos salvos por gracia de Dios, que Dios es un Dios de amor, que se predique que Dios nos acompaña y nos bendice. Pero, no podemos negar ni diluir las exigencias que devienen del Evangelio de Jesucristo. Nuestros cuatro evangelios canónicos constantemente nos hablan de las exigencias que devienen del evangelio. Sin ir más lejos, pensemos en los relatos de llamamiento por parte de Jesús… todos somos llamados a dejar todo y seguir a Jesús. O Jesús es el centro de nuestras vidas o no lo es. O dejamos que Jesucristo sea el Señor de la Iglesia o la Iglesia dejará de ser luz del mundo y la sal de la tierra.
Pero esto no es todo. Los discípulos deberán negarse a sí mismos, cargar con su cruz y seguirle. ¿Del sufrimiento de Jesús al sufrimiento de los cristianos? ¿Se nos vuelve a proponer que el cristiano viene al mundo para sufrir? ¿Qué significan estas palabras? Déjenme preguntarles: ¿Qué cruz debemos llevar en el seguimiento de Jesús? No es mi cruz o tu cruz; es SU cruz, la de Jesús.
Esta es la segunda cosa que nos marca el texto de hoy. En cada momento de nuestra vida debemos tener presente todo lo que nuestro Señor Jesucristo hizo por nosotros. Tomar la cruz de Cristo, cargarla y seguirle es, entonces, tomar conciencia que mi vida no es mía, sino que descansa en Dios y por lo tanto depende de este Gran Otro. Y, como depende de este Gran Otro, soy llamado a comprometer toda mi propia existencia por fidelidad a Dios. Lo puedo hacer porque el propio Gran Otro que es fiel, me da la más absoluta de las garantías que Él puede liberarme de la muerte. Seguir los pasos de Cristo es tener presente todo esto, cada día, cada momento. Y, es así, como esta nuestra pequeña vida terrenal tiene sentido. Ya no me preocupo al ver como mi existencia terrena se me escapa como agua entre los dedos; al saber que mi existencia pre y post muerte depende de Dios, puedo comprender que, como tenemos libertad, debemos “invertir” esta libertad en compromiso. La verdadera libertad, está anclada en el compromiso. La libertad sin compromiso, es libertinaje. Así, cuando pongo mi existencia, toda mi vida, mis fuerzas, mi voluntad a la causa de Cristo con todo lo que esto implica, no pierdo la vida terrera porque no sólo tendrá pleno sentido sino que también, por sobre todas las cosas, ésta no se acaba con la tumba.
Y, finalmente, Jesús les dice a sus discípulos: „Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.“ Jesús está hablando de su segunda venida, cuando Él venga como juez. ¿Es una amenaza? Sí y no. Es lo mismo, exactamente lo mismo que nos dice el aposto en Gálatas 6:7: “ No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.“
Esta es la tercera cosa que nos marca el texto de hoy. Como Iglesias vivimos cosechando lo que sembramos. Constantemente tenemos que confrontarnos con los resultados de nuestras opciones de fe. O Jesucristo es el Señor de la Iglesia o no lo es. Si Jesucristo es el Señor de la Iglesia, entonces todo, todo lo que hace la iglesia deviene de esta nuestra relación personal con este Jesucristo. Pongamos algunos ejemplos…
- Si Jesucristo es el Señor de la Iglesia, dejaremos de hablar de la iglesia que queremos. De nada vale hablar de qué clase de iglesia nos gusta. Lo verdaderamente importante es que clase de iglesia SOMOS LLAMADOS A SER.
- Si Jesucristo es el Señor de la Iglesia, dejaremos de hablar de la misión de la Iglesia como si fuéramos nosotros, la iglesia, los dueños de la misión. A veces es bien difícil escuchar a las iglesias hablar sobre la misión pero teniendo en cuenta que la iglesia, toda iglesia, no tiene misión. No somos dueños de la misión. Somos, meramente, invitados a trabajar en la viña del Señor, PERO NO SOMOS DUEÑOS DE LA VIÑA.
- Si Jesucristo es el Señor de la Iglesia, dejaremos de ver a la predicación cristiana como una arenga politicoide. La iglesia es llamada a predicar la Buena Nueva de Jesucristo. Muchas veces, demasiadas veces, la predicación cristiana no es más que predicación de filantropía.
- Si Jesucristo es el Señor de la Iglesia, dejaremos de ver a la diaconía como el comienzo de la fe sino que, por el contrario, todo servicio de amor al prójimo SERÁ UNA CONSECUENCIA DE LA FE EN JESUCRISTO, no su inicio.
- Si Jesucristo es el Señor de la Iglesia, dejaremos como iglesia de repetir y transmitir lo que está teológicamente de moda o lo se considera políticamente correcto. SOMOS LLAMADOS A SER INSTRUMENTOS EN LAS MANOS DE JESUCRISTO, NO DILUIR AL EVANGELIO A LO QUE A LAS MULTITUDES DE GUSTA ESCUCHAR.
- Si Jesucristo es el Señor de la Iglesia, dejaremos de identificar al Reino de Dios con determinadas utopías devenidas de meras ideologías filosóficas o políticas.
- Si Jesucristo es verdaderamente el Señor de la Iglesia, finalmente, veremos que, muchísimas veces, el antídoto que usan las iglesias es el veneno que las está matando. Piénsalo.
Para finalizar, volvamos a las palabras de Jesús a Pedro: „¡Quítate de delante de mí, Satanás!“ Me eres tropiezo porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres“. Pedro tuvo que aprender de dejar la tentación de un mesianismo que veía a Jesús como un nuevo y mejorado Rey David. Fijémonos como sigue el texto. Jesús comienza a enseñarles a los suyos por dónde pasa el verdadero Mesías: sufrimiento, pasión y muerte. Al tercer día resucitar. ¡Eso no entraba en el concepto de Pedro! Tampoco en el de los demás. Pedro, un poco sorprendido, reprende a Jesús para sacarle “esas ideas”.Pobre Pedro: se gana el título de Satanás. Sin quererlo, Pedro tienta a Jesús para que tome un camino más fácil y evitar el tema de la cruz, la pasión, el sufrimiento y todas esas cosas.
Permítanme preguntarles hoy. ¿Qué queremos decir cuando afirmamos que Jesús es el Cristo? ¿Lo decimos al modo de Dios? ¿Qué idea de Iglesia tenemos? ¿Cuáles son las bases de nuestra fe? ¿En qué Cristo creo? Te pregunto: ¿Qué estás afirmando cuando decís que Jesús es el Cristo? No somos nosotros los que podemos elegir, de entre todos los “Jesús es el Cristo” que nos vende el “mercado teológico”, cual me apetece más; cual me cae mejor a mi paladar. La cosa no funciona así. Por supuesto, cada uno puede tener la idea teológica que más le guste o prefiera, somos personas libres y podemos optar y elegir. Pero no es mirando “Discovery Channel” como vamos a saber más acerca de Jesús. ¿Por dónde empezar?
Les pregunto otra vez: ¿Por dónde empezar, entonces? Por el testimonio de aquellas personas que sí lo conocieron. Este testimonio no es la revelación, pero nos indica por dónde tenemos que buscar: tenemos que ir a la Biblia. El testimonio neotestamentario es claro: sólo hay una forma de entender que “Jesús es el Cristo”, el que murió en la cruz por nuestros pecados y que resucitó. Es este Jesucristo resucitado el que nos llama a ser Iglesia y El que nos indica cómo tiene que ser nuestra Iglesia, nuestra congregación, nuestra familia, tú y yo. Es este Jesús resucitado el que nos indica cómo debemos vivir la fe. Pero la tentación siempre está allí… Recorran la Biblia desde el Génesis al Apocalipsis y verán que siempre Satanás propone, aparentemente, un camino mejor al de Dios. ¡Lean Génesis 3, sin ir más lejos! Satanás nos tienta con preguntas así:
- ¿Para qué ser tan fieles?
- ¿Son necesarios los dogmas?
- ¿No es más fácil amar, luchar por la paz, la libertad, la igualdad, los derechos humanos, etc, que preocuparse por los dogmas?
- ¿No alcanza con que seamos como iglesia una buena ONG?
- ¿Es necesario que “tu Cristo” sea el del NT?
- En fin de cuentas, ¿qué cambia?
¿Lo ven? Se nos propone buscar de entre las especulaciones cristológicas del siglo XXI, despojadas de toda escatología, la que más nos guste. La tentación es la misma, exactamente igual que la del apóstol Pedro.
En resumen, Dietrich Bonhoeffer tuvo toda la razón cuando dijo:
“Si soy yo el que dice dónde tiene que estar Dios, encontraré allí siempre a un Dios que de un modo u otro me refleja, que es complaciente y forma parte de mi naturaleza. Pero si es Dios el que me dice dónde él quiere estar, éste será seguramente un lugar que no corresponde en absoluto a mi naturaleza, que no me agrada en modo alguno. Ese lugar es la cruz de Cristo. Y quién le quiere encontrar allí, tiene que colocarse también bajo esa cruz, como lo exige el sermón de la montaña /…/ La palabra de Dios comienza por indicarnos en la cruz de Cristo a dónde conducen todos nuestros caminos y pensamientos, incluso los llamados eternos: a la muerte y al juicio de Dios”
(Dietrich Bonhoeffer, Redimidos para lo humano, Ed. Sígueme (Salamanca 1979) pág 98-99.)
Qué así sea.
Amén.
Pr. Dr. Sergio A. Schmidt
Viale (Entre Ríos) – Argentina
schmidt048@gmail.com