4° domingo de Cuaresma

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4° domingo de Cuaresma

Sermón para 4° domingo de Cuaresma – Juan 3, 16-21 | Federico Schäfer |

Estimadas hermanas, estimados hermanos:

Nuestra actual vivencia de lo que ocurre en el mundo en que vivimos está cargada de experiencias negativas. Si bien esto dependerá mucho de la manera de enfocar la vida, o sea de nuestras apreciaciones subjetivas, es cierto que objetivamente hablando a diario se producen a lo largo y a lo ancho del mundo y también a nuestro más cercano alrededor hechos que nos amargan la vida y nos pueden llevar hasta la desesperación. Sí, la pandemia de virus corona también forma parte de estas experiencias negativas.

Quizás adivinamos también el origen de todos estos males, que por más que les encontremos culpables, tenemos que reconocer que en la mayoría de los casos son males causados por los mismos seres humanos; es más: que hasta nosotros —por más inocentes que nos sintamos— estamos entretejidos en esta maraña que mantiene en tinieblas al mundo. No voy a dar ejemplos, pues no haría otra cosa que repetir un catálogo de hechos y problemas que todos conocemos, ya sea por los medios de difusión y redes sociales, por boca de nuestros vecinos o por nuestra propia experiencia.

Pero a este caótico y conflictuado mundo, Dios lo ama. Y tanto lo ama, que no lo condena. Dios tampoco deja que esa creación suya vaya a la deriva para terminar cuesta abajo en el mar de la perdición. Su intención, por el contrario, es salvar a este mundo de la destrucción. Para lograr esto, el mismo abandona su ámbito de gloria para hacerse uno de nosotros, una persona de carne y hueso, nacido de una mujer en un lugar geográfico y en una fecha de este tiempo para visitarnos. Llevó el nombre de Jesús. Sí, Jesús de Nazaret, según el nombre del pueblito en el que vivía y trabajaba, cerca del lago Tiberias (o Genesaret). Dios desciende a nuestra estatura para poder comunicarnos en nuestro idioma, de acuerdo a la clave de nuestro entendimiento, de igual a igual, esa su disposición a rescatarnos de la maraña culposa que nos tiene presos de la angustia y sumidos en la oscuridad sin un punto de referencia.

Ese Jesús, después también llamado el “Cristo”, o sea el ungido, por sus seguidores, fue con todo su obrar y enseñar la revelación del amor de Dios para con el mundo. Fue la demostración de Dios de su afán de per-donar a los seres humanos su soberbia y desobediencia, que son las causantes de nuestras amarguras y desesperaciones. Es y será símbolo de la reconciliación entre Dios y los seres humanos y por tanto símbolo de la verdadera paz.

El maestro Jesús asoma como una nueva aurora por encima del horizonte tenebroso de este mundo. El es la luz del mundo, es la luz de la esperanza para todos aquellos angustiados y desesperados, cansados de vivir enmarañados en la oscuridad del pecado y temerosos del destino que acecha a este mundo.

Por todo lo que acontece intuimos que el destino de este mundo desafortunadamente es la muerte y la destrucción y que ello se debe a nuestra propia culpa, de manera que ello no sería otra cosa que nuestro justo merecimiento. Nosotros mismos sostenemos el adagio popular de que “quien las hace las paga”. También el apóstol Pablo nos recuerda que por nuestro actuar somos dignos de castigo. Sin embargo, Dios no viene a condenar al mundo, sino a salvar, a rescatar de él todo lo que sea posible. Él no viene como oficial de justicia a comunicarnos la sentencia de muerte, ¡no! Vino al mundo como un niño inocente, trabajó como un obrero, entró a la ciudad de Jerusalén montado en un burro y murió como el peor de los reos en una cruz, todo para traernos luz a nuestras tinieblas, para traernos esperanza para la vida, sí, comunicarnos la vida eterna.

Pero, a pesar de lo dicho y aunque no nos guste y suene nuevamente como juicio negativo, también habrá quienes serán condenados, o mejor dicho quienes se condenan a si mismos en razón de que no quieren saber nada de ese amor que Dios demuestra para con su creación. Ellos lisa y llanamente no creen que Dios se puede acordar de este mundo y en su soberbia confían más en si mismos, en su sabiduría, en su poder, en sus avances tecnológicos, que en la voluntad reconciliadora de Dios. Así se autoexcluyen de la alegría y de la nueva esperanza que nos trae el Evangelio de Jesús.

Si bien hay quienes desearían ver la luz que vino al mundo con el maestro Jesús de Nazaret, pero no se animan a creer en la encarnación de Dios, hay quienes sin ningún escrúpulo prefieren permanecer en el caos y en la oscuridad. Allí encuentran el ambiente propicio para desarrollar sus manejos y manipulaciones poco constructivas y de mala fe. La luz del Señor vendría a poner al descubierto esas obras vergonzosas que la mala conciencia desea mantener escondidas. La luz que nos trae Jesús pone al descubierto las injusticias y las mentiras, los crímenes y vicios de este mundo. Ello significa una esperanza de liberación para los oprimidos que sufren bajo la opresión de tales excesos. Pero creer esto, es aceptar al Hijo de Dios, significa dejar que su luz nos enfoque y nos ilumine y penetre en las profundidades de nuestro ser; y cual haz de rayos X ponga al descubierto todas las cosas que guardamos ocultas.

Por amor a su creación Dios vino a este mundo de una manera totalmente distinta a la que hubiéramos pensado sus criaturas. No vino como un soberano poderoso a cobrar deudas y condenar culpables, sino como hermano solidario a perdonar, para que sea posible establecer la paz verdadera, para que nadie perezca y todos puedan acceder a la vida eterna. Pero experimentar los beneficios de su venida implica también nuestra disposición a recibirlo, a aceptarlo y corresponder a su amor. Significa poner en él toda nuestra confianza, dodo nuestro amor y dedicación. Tanta fe y confianza debemos poder volcar en él, que seamos capaces de reconocer ante él, ante nosotros y ante nuestros semejantes nuestras culpas, reconocer que, si hasta el momento andábamos tropezando en las tinieblas como ciegos, lo hacíamos por ignorancia, indiferencia, maldad o decidida oposición a Dios.

Aceptar a ese Dios que visitó al mundo hecho carne y hueso en Jesucristo y que nos dejó la promesa de volver a visitarlo al final e los tiempos, es vivir en la luz, es vivir en la verdad, es vivir ya parcialmente en su reino, bajo su gobierno y hacer su voluntad. El que hace la voluntad del Señor está en lo cierto, y no necesita temer la luz, Por el contrario –y muy humanamente hablando–tendrá interés que sus buenas obras se conozcan y sean un ejemplo a seguir para nuestros semejantes.

La luz que viene a este mundo tenebroso con Jesús de Nazaret, es también como un faro, como un reflector que ilumina hacia adelante, hacia el futuro y disipa las sombras de nuestro incierto destino y futuro, porque es la luz que nos ilumina, nos guía, nos señala el camino hacia la vida eterna y verdadera. Pero esta luz de la nueva esperanza que nos quita la desesperación y angustia ante las tenebrosas expectativas de muerte y destrucción de este mundo también nos compromete. Nos compromete a permanecer en la verdad y a no recaer en los manejos del pasado oscuro, nos compro-mete a seguir al maestro y Señor. El mismo nos dice: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue nunca andará en tinieblas”.

Quien no quiere vivir en la angustiosa oscuridad, girar sobre si mismo y deambular a la deriva sin sentido, donde no sabemos qué dirección tomar, deberá seguir al Señor, deberá permanecer en el cono de luz que él proyecta. En la práctica esto significa realizar nada más ni nada menos su voluntad, hacer las obras que nacen del amor hacia los demás seres humanos y el amor a toda la creación en la que estamos colocados y que Dios puso a disposición justamente para que podamos desarrollar nuestra vida. Significa permanecer en la verdad y actuar proféticamente denunciando las injusticias y abusos, significa permanecer en contacto con el Señor a través de la oración, el estudio de su palabra, el agradecimiento por su gracia y misericordia, dando así testimonio a todo el mundo de su maravillosa luz y verdad. Amén

Pr. em. Federico Schäfer

Buenos Aires – Argentina

federicohugo1943@hotmail.com

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