El momento de la semilla

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El momento de la semilla

 6.2.21 | Lucas 8,4-8 | Jorge Weishein |

Hace ya algunos años que concluyo con esta parábola un taller con jóvenes voluntarias y voluntarios de Alemania que dedican un año de su vida al servicio de una tarea diacónica de la iglesia en América del Sur. En el taller que compartimos trabajamos sobre todo las grandes corrientes de pensamiento de la actualidad con las que pensamos las razones por las que vivimos como vivimos y el sentido de nuestras prioridades y costumbres. Ellas y ellos previamente comparten aquellos aspectos que más los movilizan, ya sea porque los desafían o los motivan, y en función de ello durante el taller van poniendo en reflexión por qué sienten lo que sienten y por qué les pasa lo que les pasa en cada obra diacónica en la que realizan su voluntariado.

En ese contexto compartimos esta parábola que expone con su proceso, sus imágenes y metáforas, experiencias profundas de Jesús, que involucran su propia familia, sus propios amigos, sus más profundas convicciones y esperanzas, su propia reflexión frente a las respuestas y reacciones a su mensaje y su testimonio. Jesús va a decir poco después: “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.” (Lc 8,21) y esta idea viene asociada a la conclusión de la parábola: “Más la semilla que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.” (Lc 8,15)

Jesús propone cuatro escenarios en la siembra: a) el camino, b) las piedras, c) las espinas y d) la buena tierra.

a) El mensaje nos llega en medio de mucho tráfico de información, y el mensaje de Jesús queda en nada.

b) El mensaje nos llega en mal momento, no podemos postergar lo que estamos haciendo, y si bien vemos que es importante, no estamos en condiciones de darle lugar.

c) El mensaje nos agarra complicados, atravesados, nos conforta, pero la realidad nos abruma demasiado como para ocuparnos también del mensaje de Jesús.

d) El mensaje de Jesús nos impacta, nos interpela, nos motiva a la reflexión y a un cambio de actitud, que tenemos la esperanza, nos ayude a cambiar y a vivir mejor.

Las voluntarias y voluntarios cuando llegan a un país y a una cultura que no conocen, son recibidos en la iglesia, viven sus primeros días de integración, están desbordados con sus diccionarios en el bolsillo por cualquier duda, mapas para saber como viajar, escuchando y aprendiendo sobre todo lo que necesitan tener presente para llevar adelante su voluntariado en las mejores condiciones posibles y los mayores cuidados. En este contexto explicarles la importancia de la obra diacónica y el testimonio de la iglesia los trasciende completamente. Así como les entra por un oído les sale por el otro.

Las voluntarias y voluntarios cuando llegan a su lugar de destino están fascinados, todo es novedad, todo es nuevo para aprender, mucha historia para escuchar, mucha gente para conocer, muchos nombres para recordar. En ese momento, al recibir la explicación del sentido de este trabajo para la gente del lugar y la importancia de su tarea pueden sentir el valor de todo esto para ellos y para la gente, pero son tantas cosas para entender, ocuparse, aprender, que exige tanta atención que todo lo demás dura unos días y se pierde.

Las voluntarias y voluntarios cuando se integran a los equipos de trabajo, entran en trajín de la rutina, empiezan a notar los conflictos, entender los dolores y tristezas, ver los motivos de alegría y de fiesta, sopesar el costo de sus decisiones, entran progresivamente en un  proceso de crisis que requiere todo de un trabajo de reflexión y de toma de posición. En este contexto en las reuniones de equipo al compartir las actividades del día a día, evaluar el modo en que se llevan a cabo estas actividades, ellos perciben algunos aspectos que están en juego en esas conversaciones, incluso participan y aportan. Los detalles del día a día son tantos que no hay oportunidad para poder ver cuán significativo es todo este proceso y de pronto el árbol tapa al bosque. La importancia del testimonio de fe y de esperanza de acompañar a estas personas en su día a día queda relegado en medio de tantas discordias, preparativos, nostalgias y miedos y expectativas.

Las voluntarias y voluntarios hacia el final de su proceso de práctica, integración, reflexión, devolución y acompañamiento en las obras diacónicas se han arraigado con costumbres, amistades, rutinas, aspectos culturales, y saben que se están volviendo a su otra realidad. En ese tiempo, el camino, las piedras y las espinas se sienten a cada paso, se hacen carne en sus mentes y en sus corazones, en sus estómagos, en sus pies y en sus manos. Es un momento de alta sensibilidad, de retrospectiva, de recuperación del proceso, de enorme agradecimiento y apertura, tanto revisarse como a hacer nuevas propuestas. En este momento, compartir el testimonio de la iglesia con esas personas, en esos lugares, con sus dolores y esperanzas, ya no tiene lugar, ellos ya lo vivieron, los sintieron, lo experimentaron, y tienen su propia versión del mensaje.

¿En qué momento cayó, germinó, echó raíces y dio frutos la semilla en sus vidas? Sólo Dios sabe.

Las voluntarias y voluntarios vuelven a sus hogares, a sus vidas de antes, pero algo en ellos los cambió de lugar, los conectó con algo más, les generó un nivel de sensibilidad, les construyó un tipo de relación, que es parte de su nueva identidad. Ellos son el testimonio caminado, empedrado, espinado, fertilizado que ellos mismos anduvieron, vivieron, sufrieron y crecieron. Ese testimonio los une entre ellos, los motiva a seguir en contacto, los vincula en una sensibilidad común, los convoca a un compromiso por delante.

Esta experiencia genera las respuestas más variadas e insólitas para con la gente en las obras diacónicas, con los equipos de trabajo, con el equipo de coordinación, con sus agencias e iglesias. Desde quienes necesitan viajar cada tanto para volver a visitar estos lugares, hasta quienes mantienen un vínculo digital por redes, hasta quienes asumen compromisos económicos con actividades específicas, hasta quienes necesitan saber que esa gente sigue bien y están a disposición para acompañar y escuchar a miles de kilómetros cómo van las cosas y cómo sigue todo a pesar de todo y aún con tanto por hacer y vivir.

Es cierto, en algunos casos, los procesos son más lentos, en otros más rápidos, en otros todos juntos, en otros apenas se percibe que hayan pasado por aquí. Sin embargo, como solemos decir, la procesión va por dentro, y como toda procesión tiene un final y su momento en el que debe enfrentar y asumir todo lo que lleva en su espalda, en sus hombros, en sus ojos y en sus oídos, y ponerlo en palabras en la comunidad, en la familia, entre amigos, en el lugar y el momento menos imaginado. Estas experiencias se atraviesan con el cuerpo, con el único que tenemos. Esta experiencia se cuenta con el cuerpo, con el único con el que la realizamos. Estas experiencias demandan de una enorme escucha seguimiento, contención y, a veces, decisiones incluso duras y determinantes, para sostener y salvaguardar la integridad de cada una de estas personas. El evangelio cuando habla de buena tierra habla de tierra fértil con la misma palabra que se usa para integridad y honestidad. Jesús plantea que no hay personas más lindas y buenas que aquellas que son íntegras y honestas. Este es el mayor de los resultados de esta experiencia: aprender a ser honestos consigo mismo y con los demás, asumir lo que son y lo que pueden ser y dar, asumir qué cosas les hacen bien y qué cosas les hacen mal, qué cosas les valen la vida y qué cosas no, para nada.

El sentido, la veracidad, el valor y la importancia del mensaje del evangelio de Cristo se descubre en la práctica, se reconoce en el encuentro, se vive en las tensiones y diferencias, se traduce en entrega y convicción. A las personas que se animan a estas experiencias de vida nueva Jesús dice que las quiere tanto como a su mamá y sus hermanos, sí, como si fueran su propia familia. ¿Qué regalo más grande que este necesitas en tu vida? ¿Ya consultaste sobre experiencias de voluntariado en la iglesia? ¿Cuándo vas a sumarte a las experiencias de voluntariado que ofrece la iglesia a través de la Fundación Hora de Obrar? Te esperamos.

Amén

Pastor Jorge Weishein

Fundación Protestante Hora de Obrar / IERP

jorge.weishein@horadeobrar.org.ar

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