Jesús, un niño como …

Home / Bibel / Neues Testament / 03) Lukas / Luke / Jesús, un niño como …
Jesús, un niño como …

Jesús, un niño como los demás | Lucas 2:22-40 | Navidad 2020 | Estela Andersen |

Reciban ustedes bendiciones y paz de parte de Dios, El que era, es y ha de venir. Amén.

El texto de hoy, Primer Domingo después de Navidad se encuentra en el evangelio de Lucas 2:22-40:

“Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo.

Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

«Ahora, Señor, puedes, según tu palabra,

dejar que tu siervo se vaya en paz;

porque han visto mis ojos tu salvación,

la que has preparado a la vista de todos los pueblos,

luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.»

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción – ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él“. Amén.

Hace algunos años, con motivo del centenario del pueblo de una de las comunidades de la congregación en donde estaba sirviendo como ministra, se realizó un oficio religioso en el templo de la Iglesia Católica. El día, 1° de mayo, coincidía con la celebración de San José, el padre de Jesús. Estoy comentando esto porque me sorprendió el mensaje del sacerdote en dicha oportunidad. Habló acerca de la figura de José como un hombre de trabajo, padre de familia y educador de su hijo Jesús, a quien transmitió no solamente el conocimiento del oficio – carpintero – sino también la tradición judía con todos sus preceptos y costumbres, y su forma de posicionarse ante la vida. A José sólo lo conocemos como una persona obediente a Dios, después de que se le apareciera en sueños, estando María embarazada de Jesús, pero podemos verlo en Jesús: en su forma de actuar, de moverse, de la aceptación de toda persona sin juzgar, y eso sólo lo podría haber recibido desde la cuna, desde la educación de sus padres, del ejemplo de José. Realmente me pareció muy interesante esa mirada, esa perspectiva.

En este texto que hoy estamos compartiendo María y José llevan a su pequeño al templo para presentarlo, al mismo tiempo que María debía purificarse, llevando también con ellos el sacrificio estipulado por la Ley. En esa visita ocurren un par de sucesos que marcan la diferencia entre Jesús y los demás niños recién nacidos, así como sucedió en Belén, con los pastores, que llegaron anunciando que ese niño, que yacía en el pesebre, era el Hijo de Dios, el Mesías esperado. Simeón y Ana se acercan a la pareja, porque perciben quién es ese niño. Pero luego, el texto vuelve a lo cotidiano, de un niño que crece y se fortalece en el seno de un hogar en donde es amado, educado e instruido para, de esa manera, tener todas las herramientas necesarias para cumplir la misión que Dios le había encomendado.

María y José tenían claro que era fundamental que ese niño, debía prepararse para su vida adulta, que debía ser fuerte, conocedor de “la Ley y los profetas”, de las tradiciones religiosas, pero también la sensibilidad y la humanidad para llegar a toda la gente. Dios los había elegido especialmente para cumplir esa tarea, y así la llevaron a cabo.

Hoy vivimos en un tiempo en que la sociedad rechaza las tradiciones religiosas porque se las considera obsoletas, de otro tiempo, esclavizantes y retrógradas. Los padres preguntan a sus hijos si desean participar de la Escuelita Bíblica o del Programa de Navidad. La instrucción cristiana no es parte integral de la educación dentro de las familias cristianas, sino algo opcional, pero eso mismo sucede también con la escuela o las actividades extracurriculares.

¿Qué ha pasado que los padres y madres “obedecen” a sus niños, les piden permiso, le alimentan sus caprichos, criando pequeños déspotas que no toleran las frustraciones o que los contradigan?

Diferentes corrientes dentro de la psicología sostienen que los límites dentro de la educación de los niños/as son fundamentales, tienen que ver con el amor, con el cuidado. Poner un límite al niño es decirle que nos importa, que no todo es lo mismo. Los límites son contención, son un marco de referencia en donde el niño se va formando y creciendo, mientras que la libertad sin límites, en vez de generar una sensación de libertad, el niño lo percibe como desinterés, como falta de amor.

La transmisión de valores, de conocimiento, de contenidos, permite que el niño desarrolle su cerebro y le abre un abanico de posibilidades de los cuales puede elegir lo que siente que es mejor para él/ella. No se puede elegir lo que no se conoce, y esto es en todos los sentidos de la vida. Cuanto más sabemos, cuanto más conocemos, mayor es nuestra capacidad de comprender y aceptar las cosas que vivimos.

Los límites también permiten que el niño pueda superar sus fracasos, sus frustraciones, le permite aprender a reinventarse, a aprovechar de manera positiva lo que sí es posible y no quedarse aferrado a lo imposible, pretendiendo que otros le solucionen el problema.

Los límites son parte de una educación sana, que prepara a la persona para tener una vida plena y feliz.

La doctrina cristiana también ubica a la persona dentro de un marco de contención, con sus límites, claro. Pero a pesar de esos límites que nos expresan los “no”, lo interesante es el marco mayor, que es el amor y el cuidado, como el que podemos percibir en el texto que hoy estamos compartiendo. Comienza con la pareja que va al templo junto con su niño, buscando que Dios les acompañe en el proceso de crianza, y el versículo final, que dice: “El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él”, nos presenta una imagen casi cotidiana de cualquier familia que vive en la armonía del amor.

Para que Jesús llegara a ser quien fue era necesaria la educación que recibió de sus padres, el modelo de ellos como personas, pero también el modelo de obediencia a Dios. La preocupación por sus padres para que recibiera toda la instrucción necesaria, se percibe claramente en su sabiduría y conocimiento. Su capacidad de empatía y su misericordia con quienes sufren lo mamó desde niño, en su hogar. No se puede dar lo que no se recibe, por eso, a pesar de que Jesús es el Hijo de Dios, en el paso por la tierra fue una persona como cualquiera de nosotros, incluso desde su niñez.

Si bien los testimonios de Simeón y de Ana son muy importantes, porque es el reconocimiento de Jesús como el Mesías esperado, en contexto o marco de esos dos episodios nos muestran esto, que hoy quiero compartir con ustedes, que es tan importante como el hecho de la divinidad de Jesús. El texto de hoy, en el marco o el recuadro, nos deja claro la importancia de la educación y la instrucción en la fe para la adultez de Jesús.

De la misma manera ocurre con cada uno de nosotros. Nada es mágico, ni llega simplemente por el Espíritu de Dios, tenemos que propiciarlo, fortalecerlo, enriquecerlo. Esto es parte de nuestra vida como cristianos/as y en todos los sentidos de la vida. Sólo a través de una buena educación, de establecer límites y de acompañar a los niños en sus frustraciones, dolores y fracasos es posible que llegue a la adultez con un criterio amplio, que sea misericordioso y comprometido con la realidad que vive. Y que evitemos que, por rechazar las educaciones rígidas y formateadoras de otros tiempos, finalmente dejemos a nuestros niños/as a la deriva por no darles el marco necesario de contención para que puedan “convivir, decidir, elegir y luchar para que todos tengamos libertad”. Amén.

Querido Jesús, tú tuviste un hogar con un papá y una mamá que no dudaron en ponerte los límites como parte de tu educación, porque tenías una gran misión por delante y debías estar preparado para ello. Ayúdanos a aceptar que los límites son parte de la educación en el amor, que educar a nuestros hijos/as en la fe es fundamental para que sea parte integral de ellos. Te lo pedimos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Estela Andersen

Pastora de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata

al servicio de la Congregación Evangélica Alemana General Alvear – Distrito Entre Ríos – Argentina

mail: dannevirke63@gmail.com

de_DEDeutsch