Lucas 14, 25-33

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Lucas 14, 25-33

“Quien no carga su cruz y se viene detrás de mí no puede ser discípulo mío.”

 Cuando escucho este mandato del Señor Jesucristo, me vienen a la mente tres personas que tienen en su historia de vida el elemento de seguir a Cristo en forma radicalmente unida a la cruz de nuestro Salvador. Las tres personas que vienen a mi mente como cristianos quienes han seguido este mandato al pie de la letra son: el pastor bautista, Martin Luther King, Jr., la católica, Madre Teresa de Calcuta, y el pastor Luterano, Dietrich Bonhoeffer. Su ejemplo nos inspira a meditar sobre el significado de esta clase de entrega discipular en este mundo “post 11-9”. Tenemos que preguntarnos seriamente si: ¿Puede y debe el cristiano preocuparse por la seguridad de su vida? O, ¿Implica el ser cristiano, por su misma naturaleza, el estar inmerso en la inseguridad? Cargar con la cruz es estar preparado para afrontar el conflicto, el rechazo y la agresión de la sociedad, que tan segura se muestra de sí misma. Quien no está preparado a aceptar el fracaso ante los ojos de los otros seres humanos o, quien evita el conflicto a toda costa, es mejor que no se apunte.

Jesús nos llama a renunciar a todo, y esta renuncia lleva consigo la renuncia de seguridades, bienes e, incluso el desprendimiento de afectos legítimos.

En medio de la AUSENCIA DE PAZ, LLEVAR LA CRUZ IMPLICA TOMAR LA OPCIÓN DISCIPULAR DE PREDICAR Y VIVIR LA PAZ Vivimos en medio de una caja de Pandora, donde sentimos impotencia delante de la prepotencia de quienes pretenden dominar la Tierra por medio del poder militar y económico, o por actos de terrorismo. Hay que asumir la cruz de resistencia al mal de la violencia y, pedir liberación (líbranos del mal) de quienes pretenden tener el poder absoluto.

Oremos continuamente “y líbranos del mal”.

LLEVAR LA CRUZ IMPLICA NO TENER MIEDO, NI QUE NOS ATRAPE O PARALICE LA INDIFERENCIA O LA RESIGNACIÓN. Muchos cristianos estamos experimentando la desesperanza y confusión y tenemos todos que ver nuestra confusión como un abrir de un nuevo camino hacia una fe más profunda. El texto clásico de Dietrich Bonhoeffer El Costo del Discipulado nos puede prestar una ayuda en este momento difícil de la historia humana. Bonhoeffer entendió que para ser cristiano de verdad uno iba a sufrir, porque ser cristiano significaba estar en contra de la visión ideológica de su tiempo.

“La cruz está sobre los hombros de cada creyente. La primera experiencia de sufrimiento por Cristo que cada hombre y mujer debe experimentar es responder al llamado a abandonar nuestras ataduras al mundo….Así empieza el camino discipular…la cruz no es el fin terrible de una vida feliz y llevadera delante de Dios, sino que encontramos la cruz al principio de nuestra comunión con Cristo. Cuando Cristo nos llama, nos llama a seguirle y morir.”

LLEVAR LA CRUZ SIGNIFICA OPTAR POR EL REINO. No hay tiempo para calcular los costos. La fe no es sólo aceptar a Cristo, sino un compromiso para la acción. La fe es más que aceptar un conjunto prescrito de doctrinas. Cuando alguien es capturado por el don de la fe, vive por fe y a través de la fe. Entonces esa fe nos mueve por necesidad a servir y compartir este don de fe.

Dietrich Bonhoeffer, también, describe la diferencia entre una gracia barata y una gracia costosa. La gracia barata predica el perdón sin necesidad del arrepentimiento, el bautismo sin disciplina eclesiástica, la comunión sin confesión…es la gracia sin discipulado. Gracia sin cruz, gracia sin Jesucristo. (La gracia) es costosa porque se pagó con la vida del Hijo de Dios…lo que a Dios resultó carísimo no puede ser barato para nosotros.

Bonhoeffer entendió que el recibir la gracia barata, la gracia sin cruz, era la muerte segura para el cristianismo genuino. Él lanzó una crítica profunda a la Iglesia en Alemania que por medio de su silencio toleró al régimen Nazi. Cuando leemos la obra de Bonhoeffer, vemos a un hombre visionario y profético quien vio claramente el peligro para su país y para su iglesia. Murió como un mártir por estar en contra del nazismo.

En todos los evangelios escuchamos a Jesús mismo pidiéndonos una reorientación radical, que se requiere de los que se llaman cristianos. (Ver Juan 3:3, Mateo 19:24,

Marcos 8:34-35) Llevar la cruz significa que todas las otras realidades adquieren su verdadera dimensión y valor a partir de Jesús. El discípulo ha de preferir a Jesús por encima de todo. Todas las otras realidades están sujetas a esta condición indispensable de todo discípulo. Cargar con la cruz no es buscar pequeñas mortificaciones, como participar en una procesión católica o ser miembro de una cofradía. Ni tiene que ver con las contrariedades de la vida cotidiana. El evangelio no habla de estos sufrimientos.

Llevar la cruz, como hemos enfatizado al principio, significa estar preparados para afrontar el conflicto, el rechazo, y hay que asumir la posibilidad del fracaso. Nosotros estamos llamados a seguir a Jesús y a proseguir en su causa, arriesgando nuestras propias vidas.

Los dos versos finales de esta perícopa (34-35) son una llamada a la iglesia de hoy a permanecer fiel al evangelio, a no desvirtuarlo. Sí, buena cosa es la sal, pero si también la sal se vuelve sosa, ¿con qué se sazonará? La sal, metafóricamente, tiene un poder trasformador para la sociedad. No tiene sentido un discípulo ni una comunidad que no sazone. La comunidad de fe tiene que conservar lo que de bueno hay en el mundo y en las personas y, vigorizar la sociedad con el nuevo sabor del evangelio. Para nosotros hoy día llamarse cristiano o ser discípulo de Jesús y no vivir conforme al evangelio del reino es simplemente traicionar a Cristo. “El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Para esta semana de septiembre de 2004, El Consejo Mundial de Iglesias nos ha convocado a una plegaria universal por la paz. En España estaremos en oración, y algunos miembros de grupos ecuménicos de base estaremos en los trenes, representando todo el abanico de religiones presentes en España. Estaremos en la plaza pública pidiendo a Dios por la paz.

Terminaré esta reflexión con esta oración:

Oh Señor, ayúdanos a encontrar nuestro propio camino discipular a la luz de tu cruz.

Ayúdanos a vivir en paz. Ayúdanos a vivir en buenas relaciones con nuestros vecinos, promoviendo el bienestar de todos los pueblos de la tierra. Ayúdanos a cargar con la cruz y declarar públicamente que la guerra, cualquier guerra es condenable.

Nos dirigimos a ti, Abba, Padre, reconociendo que estamos rodeados de hostilidades, dispuestos a desenfundar la espada para amenazar y amedrentar.

No solamente nos asustan las guerras visibles en nuestros medios de comunicación, sino también la guerra económica de desigualdades entre el norte y sur del planeta, la guerra contra los pueblos inmersos in el abismo de la pobreza extrema y la hambruna total. Nos confesamos culpables de vivir dentro de un sistema económico que mantiene las tres cuartas partes del mundo como si fueran desechables.

Oh Jesús, tú quien estás presente entre los que sufren, ayúdanos a encontrarte en medio del sufrimiento del mundo. Ayúdanos a cargar con nuestra cruz, y seguirte hasta el fin de nuestras vidas. Y sobre todo, quita de nosotros el miedo y la confusión. Mantennos firmemente en tu camino discipular. Ayúdanos a ser coherentes en nuestra práctica evangélica. AMÉN.

Donna Laubach Moros
Seminario Evangélico Unido de Teología, El Escorial, España
revdonna39@yahoo.es

 

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